Gulf, British Petroleum, a sus prospectores para sondar el fango del rio, Sabine Rodes los vio llegar un dia al embarcadero, unos curiosos gigantes de tez rojiza ataviados con gorras y camisas de colores. Nadie habia visto nunca gente asi en el rio. Comento a Okawho, aunque puede que hablara solo: «El fin del imperio.» Los extranjeros se instalaron en el sur, en Nun River, Ughelli, Ignita, Apara, Afam. Todo va a cambiar. Los oleoductos van a correr a traves del manglar, en la isla de Bonny surgira una ciudad nueva, llegaran los cargueros mas grandes del mundo, se erigiran altisimas chimeneas, cobertizos, gigantescos depositos,
La canoa se desliza por el agua color orin. Las nubes penden sobre el mar formando una tenebrosa boveda, Oya esta de pie, esperando la lluvia. La cortina avanza por el rio, disuelve las orillas. Se acabaron los arboles, las islas; no quedan mas que el agua y el cielo fundidos en la itinerante nube. Oya se desviste, esta de pie en la proa con su hijo cenido a la cintura, su mano izquierda agarra la larga pertiga apoyada en el estrave. Okawho imprime mas energia a la pagaya, se internan en la cortina de agua. Luego pasa la tormenta, remonta el rio hacia la selva, los herbazales, las lejanas colinas. Al caer la noche, una luz roja que brilla en el horizonte, hacia el mar, guia a los viajeros como una constelacion.
El 28 de noviembre de 1902 Aro Chuku cayo en poder de los ingleses sin ofrecer apenas resistencia. Al despuntar el dia, las tropas del teniente coronel Montanaro tomaron contacto con los otros tres cuerpos expedicionarios en medio de la sabana, a cierta distancia del oraculo. Con el frescor de la manana, el cielo azulisimo, aquello parecia mas bien una jornada campestre. Los soldados negros, ibos, ibibios, yorubas, que inicialmente habian acogido con gran aprension esta expedicion contra el oraculo, el
Con gran sigilo, guiadas por los exploradores de Owerri, las tropas de Montanaro marchan hacia el norte, acampan al borde de un pequeno afluente del rio Cross. El oraculo esta ya tan cerca que, al atardecer, los soldados vislumbran el humo de las casas y oyen el sordo percutir de Ekwe, el gran tambor de guerra. Por la noche comienzan a correr extranas historias en el campamento de los mercenarios. Cuentan que ha hablado el oraculo
Hacia las dos de la tarde, bajo un sol resplandeciente, las tropas del teniente coronel Montanaro entran en el recinto del palacio de Oji, rey de Aro Chuku. Entre las ruinas del palacio de adobe, despanzurrado por los obuses, aparecia vacio el trono cubierto de pieles de leopardo. Junto a el permanece un nino de diez anos escasos; dice ser Kanu Oji, el hijo del rey, y que su padre yace muerto bajo los escombros. El nino, inmovil e impasible pese al miedo que le dilata los ojos, ve como las tropas se aduenan de los restos del palacio, saquean los objetos y las joyas rituales. Sin derramar una lagrima, sin expresar la menor queja, parte a unirse al grueso de los prisioneros concentrados ante las ruinas del palacio, mujeres, viejos, esclavos, todos enjutos y famelicos.
«?Donde esta el oraculo?
Kanu Oji conduce a los oficiales ingleses a lo largo de un riachuelo, hasta una especie de caleta rodeada de grandes arboles. Alli, en un barranco denominado Ebritum, encuentran el oraculo que ha abrazado todo el oeste africano: una gran fosa ovalada de unos setenta pies de profundidad, sesenta yardas de largo y cincuenta de ancho.
Al borde del torrente, Montanaro y los demas oficiales superan dos barreras de espinos abatiendolas a golpes de sable. En un claro, el agua se divide formando una isla rocosa. En la isla se erigen dos altares, uno rodeado de fusiles clavados en tierra, con las culatas coronadas de craneos humanos. El otro, en forma de piramide, presenta las ultimas ofrendas: jarras de vino de palma, panes de cazabe. En la cima de la roca, una choza de canas con la techumbre cubierta de craneos. Un silencio de muerte se cierne sobre el oraculo.
Montanaro ordena demoler los altares con los picos. Bajo el monton de piedras no encuentran nada. El ejercito pega fuego a las casas de la aldea, termina de arrasar el palacio de Oji. El nino ve arder la casa de su padre. Su terso rostro no expresa odio ni tristeza. En su frente y en sus mejillas brilla el signo
Los ultimos guerreros aros son trasladados en calidad de prisioneros de guerra a Calabar. Montanaro manda cavar una gran fosa donde arrojan los cuerpos de los enemigos abatidos, asi como los craneos que ornaban los altares. El resto de la poblacion, mujeres, ninos, viejos, forma una larga columna que se pone en marcha hacia Bende. Desde alli, los ultimos aros se reparten entre las aldeas del sureste, Owerri, Aboh, Osomari, Awka. Aro Chuku, el oraculo, ha dejado de existir. Solo sigue vivo, en el rostro de los ninos primogenitos, el signo
No se los llevan como esclavos, no van encadenados, tal es el privilegio de los umundri, los hijos de Ndri. En memoria del pacto, del primer sacrificio, cuando de los cuerpos de los ninos brotaron las primeras cosechas nutricias.
Los ingleses no saben nada de esta alianza. Los hijos de Ndri inician su vida errante, mendigando el alimento en los mercados, de poblacion en poblacion, viajando en las largas canoas de pesca. Asi ha crecido Okawho, hasta su encuentro con Oya, que lleva en su seno el ultimo mensaje del oraculo, a la espera del dia en que todo pueda renacer.
En el catre de tijera, Geoffroy escucha la respiracion de Maou. Y cierra los ojos. Sabe que no vera ese dia. La ruta de Meroe se ha perdido en la arena del desierto. Todo se ha desvanecido, salvo los signos
Llovia a cantaros sobre Port Harcourt cuando el chofer del senor Rally aparco el V 8 verde en el muelle, frente a las oficinas de la Holland Africa Line, como hiciera Geoffroy, hacia mas de un ano, para esperar a Maou y a Fintan a la bajada del barco. Pero esta vez no estaba atracado el
En cuanto a Ibusun, el asunto fue mas complicado. Cuando Shakxon exigio instalarse de inmediato en la casa, Fintan dijo: «?Cuando nos marchemos la quemo!» Sin embargo, se impuso partir y despejarlo todo enseguida. Maou regalo muchas cosas, cajas de jabon, vajilla, provisiones. En el jardin de Ibusun se celebro una especie de fiesta, una
Las mujeres, envueltas en los armoniosos pliegues de sus largas vestiduras, formaban una cola delante de Maou y Marima. Ellas iban repartiendo, cada una con su lote, una cazuela, platos, jabon, arroz, mermelada, cajas de galletas, cafe, una sabana, un cojin. Los ninos corrian en la veranda, entraban en la casa, sisaban cosillas, lapiceros, tijeras. Cortaron las cuerdas del columpio y el trapecio, se llevaron las hamacas. A Fintan no le hacia