ninguna gracia. Maou se encogia de hombros: «Dejalos, ?que importa? Shakxon no tiene hijos.»

Hacia las cinco de la tarde concluyo la fiesta. Ibusun estaba vacio, mas vacio que cuando se instalo Geoffroy, antes de la llegada de Maou. Estaba cansado. Se tumbo en el catre de tijera, el unico mueble que quedaba en la habitacion. Estaba palido, la barba gris le cubria las mejillas. Con las gafas metalicas y las botas de cuero negro que calzaba, parecia un viejo soldado arrestado. Por primera vez Fintan sintio algo al mirarlo. Le apetecia quedarse a su lado, hablarle. Le apetecia mentirle, decirle que volverian, que empezarian de nuevo, que partirian rio arriba hasta dar con la nueva Meroe, la estela de Arsinoe, las marcas dejadas por el pueblo de Osiris.

«Alla donde vayas ire contigo, sere tu ayudante, descubriremos los secretos, nos haremos sabios.» Fintan se acordaba de los nombres que habia visto en los cuadernos de Geoffroy: Belzoni, Vivant Denon, David Roberts, Prisse d'Avennes, los colosos negros de Abu Simbel, descubiertos por Burckhardt. Por un instante brillaban los ojos de Geoffroy, como cuando vio la luz del sol dibujar las marcas itsitn la piedra de basalto, a la entrada de Aro Chuku. Luego se dormia, agotado, blanco como un muerto, con las manos heladas. El doctor Charon dijo a Maou: «Lleve a su marido a Europa, obliguelo a comer. Aqui no acabara de reponerse.» Habia que irse. Irse a Londres, o quiza a Francia, a Niza tal vez para estar mas cerca de Italia. Una nueva vida esperaba. Fintan iria a la escuela. Tendria amigos de su edad, aprenderia a jugar, a reir con ellos, a pegarse como suelen los crios, sin darse en la cara. Patinaria, montaria en bicicleta, comeria patatas, pan blanco, beberia leche, jarabes, comeria manzanas. Dejaria de tomar pescado en salazon, guindilla, llanten, okra. Se olvidaria del fufu, el name tostado, la sopa de cacahuete. Aprenderia a andar con zapatos, a cruzar las calles rodeado de autos. Olvidaria el pidgin, no diria nunca mas: «Da buk we yu bin gimmi a don los am.» Ya no espetaria «Chaka!» al borracho que va dando tumbos por la polvorienta carretera. No volveria a llamar «Nana» a la vieja Ugo, la abuela de Bony. Y ella no volveria a nombrarlo con ese dulce nombrecito que tanto le gustaba: Umu. En Marsella, la abuela Aurelia podria decirle otra vez bellino, abrazandolo muy fuerte, y llevarlo al cine. Era como si nunca se hubiera ido.

El ultimo dia en Ibusun, Fintan salio muy temprano, antes del alba, para correr una vez mas descalzo por el gran herbazal. Cerca de los castillos de las termitas, aguardo a que apareciera el sol. Todo era tan vasto; el cielo lavado por las lluvias, invadido por las volutas de las nubes. El leve sonido del viento entre la hierba, los crujidos de los insectos, las voces agudas de las pintadas, bien escondidas en algun rincon entre los arboles. Fintan aguardo un largo rato, sin moverse.

Oyo incluso el cercano deslizamiento de una serpiente entre las hierbas, con su lento zumbido de escamas. Fintan le hablo en voz alta, como hacia Bony: «Serpiente, estas en tus dominios, esta es tu casa, dejame pasar.» Cogio un poco de tierra roja y se embadurno la cara, la frente, las mejillas.

Bony no se presento. Despues de la revuelta de los forzados no queria volver a ver a Fintan. Entre los fusilados en la reja por el destacamento del teniente Fry figuraban su hermano mayor y su tio. Un dia se cruzaron en la carretera de Oraerun. Bony mostraba un semblante hermetico, unos ojos indistintos tras los oblicuos parpados. No dijo palabra, ni le arrojo una sola piedra, ni le dirigio el menor insulto. Paso, y a Fintan lo embargo el bochorno. Tambien la rabia, y le asomaban lagrimas en los ojos, porque lo que habian hecho Simpson y el teniente Fry no era culpa suya. Los odiaba tanto como Bony. Dejo que se fuera. Penso: «Si matara a Simpson, ?me reconciliaria con Bony?» Entonces se llego hasta la casa blanca cercana al rio. Vio la reja deformada, donde corrio la sangre e impregno el lodo. El gran boquete de la piscina semejaba una tumba inundada. El agua era fangosa, color sangre. Dos soldados armados con fusiles montaban guardia ante el porton. Pero la casa parecia extranamente vacia, abandonada. De pronto comprendio Fintan que Gerald Simpson no tendria nunca su piscina. Despues de lo ocurrido ya no vendria nadie a excavar la tierra. El gran boquete se inundaria de agua fangosa una estacion tras otra, y los sapos se instalarian alli a cantar cada noche. Le dio la risa, una risa que era un modo de venganza. Simpson habia perdido.

El grupo de arboles, en lo alto de la loma, se hallaba en soledad. Desde alli Fintan podia otear las casas de Omerun y, por todos los alrededores, las humaredas de las demas aldeas, que ascendian en el frio aire de la manana. Era un dia como cualquier otro en su comienzo. Se oian voces, ladridos de perros. El tintineo agudo del martillo del herrero, los sordos golpes de los mazos triturando el mijo. A Fintan le daba la impresion de aspirar el excelente aroma de lo que cocinaban, el pescado frito, el name asado, el fufu. Era la ultima vez. Camino con lentitud hacia el rio. El primer embarcadero estaba desierto. Las podridas tablas se desplomaban una tras otra, dejando a la intemperie los ennegrecidos postes incrustados de hierbas. Mas abajo, amarrado al Wharf, estaba el barco que venia de Degema a recoger los names y el llanten, un curioso barco de madera que recordaba las carabelas de los portugueses. Al despertarse, Fintan oyo la sirena, y se sobresalto. Supuso que Geoffroy tambien la habria oido: era el dia en que llegaba por el rio el correo lento, asi como las mercancias de consumo corriente. Desembarcarian las cajas de jabon delante del cobertizo de la United Africa, y el viejo Moises, a rastras, las pondria al amparo de los techos de chapa. Shakxon estaria ya alli mismo, impaciente, arriba y abajo por el Wharf vestido con su impecable traje de lino blanco (que mudaba dos veces al dia), tocado con el casco Cawnpore. El residente Rally tambien se habria personado a recibir a los eventuales visitantes y charlar con el capitan. En cuanto a Simpson, faltaria a la cita mas que probablemente. A resultas de la revuelta lo convocaron en Port Harcourt. Corria ya el rumor de que lo trasladarian, tal vez con destino a algun despacho en Londres donde seria menos peligroso.

Fintan se sento en el ruidoso embarcadero a mirar el rio. Debido a las lluvias estaba crecido. El agua, premiosa, en sombra, bajaba entre remolinos, arrastrando ramas arrancadas a los arboles, hojarasca, amarillenta espuma. A veces pasaba un objeto heteroclito, llegado de quien sabia donde, una botella, una tabla, un viejo cesto, un trapo. Bony decia que era cosa de la diosa que vivia en el interior del rio, se la oia respirar y gemir de noche, raptaba a los jovenes en las orillas y los ahogaba. Fintan pensaba en Oya, en su cuerpo tendido en la oscura sala, su ronco jadeo en el momento del parto. Fintan asistio a la venida al mundo del bebe sin atreverse al menor movimiento, sin poder decir nada. Despues, cuando el nino lanzo su primer berrido, un violento berrido, chirriante, salto a cubierta a esperar a que llegaran Bony y las asistencias. Maou se encargo de acompanar a Oya hasta el dispensario, se mantuvo pendiente de ella en todo momento. Fintan no podria olvidar el modo en que Oya estrechaba en sus brazos al recien nacido mientras la trasladaban en camilla hasta el hospital. El bebe era varon, no tenia nombre. Ahora Oya se habia marchado con su hijo, jamas regresaria.

En medio del rio, en la punta de Brokkedon, el pecio era apenas visible. De pronto una inquietud muy grande se apodero de Fintan, como si este casco que alli estaba fuera lo mas importante de su vida. En el otro embarcadero encontro una canoa, y se impulso hacia el centro del rio, en direccion a Asaba. Bony le habia ensenado a remar con pagaya, hundiendola un poco de lado y dejandola un instante en paralelo a la canoa para avanzar bien derecho. El agua del rio estaba en sombra, las nubes habian ganado ya la otra orilla. Entre los arboles brillaban las bombillas electricas de la serreria.

La canoa se situo enseguida en medio del agua. La corriente era poderosa, un ruido de cascada rodeaba la canoa, y Fintan sintio que perdia el rumbo, derivando rio abajo. Un instante despues lograba enderezarlo y mantener proa hacia el pecio. El George Shotton comenzo a hundirse, como habia anunciado Sabine Rodes. Era una mera forma, una especie de gran osamenta negra que sobresalia entre los canaverales semejante a la mandibula de un cachalote, donde se habian enganchado los troncos arrastrados por la crecida y los grumos de espuma amarilla arrojada por los remolinos. Los impactos de los arboles arrancados de cuajo habian destripado la cubierta, el agua se habia colado en el interior del pecio. Mientras la corriente lo empujaba derecho al islote, Fintan comprobo que la crecida se habia llevado las escaleras por las que subieron Oya y Okawho. Solo aguantaban el ultimo escalon y la barandilla, que se agitaba sumergida en la corriente. Las aves ya no se alojaban en el pecio.

En la punta de Brokkedon, la canoa salio del canal y entro en la zona tranquila. Asaba se hallaba muy cerca. Fintan veia con claridad el muelle, los edificios de la serreria. Con el corazon en un puno, Fintan dio media vuelta hacia Onitsha. Oya habia partido. Era ella quien amparaba el George Shotton. Sin ella, los troncos a la deriva iban a destruir lo que quedaba del pecio, y lo sepultaria el cieno.

Por la tarde, antes de que lloviera, Fintan fabrico por ultima vez munequitas de barro como aprendiera en su dia. Bony lo llamaba «hacer los dioses». Con mimo, modelo las mascaras de Eze Enu, que vive en el cielo; Shango, que envia el relampago, y los dos primeros ninos del mundo, Aginju y su hermana Yemoja, cuya boca dio origen al agua de los rios. Formo tambien soldados y espiritus, y los barcos en los que navegan, y las casas que habitan. Cuando hubo terminado, puso todo a cocer al sol sobre el cemento de la terraza.

En la casa vacia dormian Maou y Geoffroy, en la habitacion de las persianas cerradas. Yacian uno junto al otro

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