Para ir al colegio a dar clase, Fintan ha comprado una vieja moto. Hace tanto frio en la carretera que hay que meterse periodicos bajo la ropa. Pero a Fintan le encanta sentir la mordedura del viento. Es un cuchillo que trunca los recuerdos. Te deja desnudo como los arboles en invierno.

Fintan se acuerda de cuando se marcho Maou, el otono de 1958. Cayo enferma en Londres, y Geoffroy se la llevo con Marima hacia el sur. Marima tenia diez anos, se parecia mucho a Maou, tenia el mismo color de pelo entreverado de cobre, la misma obstinada frente, los mismos ojos capaces de reflejar la luz. Fintan la queria con locura. Le escribia casi a diario, y una vez a la semana enviaba las cartas en un unico sobre grande. La ponia al corriente de todo; su vida, su amigo Le Grice, las perrerias que gastaban al senor Spinck, el major Carpet, que se las daba de jefecillo; la hacia participe de sus planes de fuga para reunirse con ella en el Midi.

Geoffroy se nego siempre a volver a Niza debido al recuerdo de la abuela Aurelia. Nunca tuvo familia, ni quiso tenerla. Puede que por culpa de tia Rosa, a quien detestaba. Tras la muerte de Aurelia, la solterona regreso a Italia, nadie sabia adonde, a la zona de Florencia, tal vez a Fiesole. Geoffroy compro una vieja casa cerca de Opio. Maou se volco en la cria de pollos. Geoffroy encontro trabajo en un banco ingles, en Cannes. Queria que Fintan siguiera en Inglaterra hasta el final de sus estudios, interno en Bath. Marima por su parte ingreso en una escuela religiosa de Cannes. La separacion era definitiva. Cuando concluyo en Bath, Fintan se traslado a la Universidad de Bristol a estudiar derecho. Para ganarse la vida, acepto este puesto de pasante de frances-latin en el colegio de Bath, donde los profesores conservaban curiosamente un buen recuerdo de su estancia alli.

Ahora todo es distinto. La guerra borra los recuerdos, devora los herbazales, los barrancos, las casas de las aldeas e incluso los nombres que tan bien conociera. Puede que al final no quede nada de Onitsha. Sera como si todo ello no hubiera existido mas que en suenos, tal la balsa que trasladaba al pueblo de Arsinoe hacia la nueva Meroe, por el rio eterno.

Invierno de 1968

Marima, ?que mas puedo decirte para hacerte entender como eran alli las cosas, en Onitsha? Ahora no queda ya nada de lo que conoci. Al final del verano las tropas federales entraron en Onitsha, tras un breve bombardeo de mortero que echo abajo las ultimas casas aun en pie al borde del rio. Desde Asaba, los soldados cruzaron el rio en pontones, pasaron ante las ruinas del puente frances, ante las islas anegadas por la crecida. Alli mismo nacio Okeke, el hijo de Oya y Okawho, hace ya veinte anos. Los pontones atracaron en la otra orilla, donde se encontraba el embarcadero de los pescadores, junto a las ruinas del Wharf y los cobertizos despanzurrados de la United Africa. Onitsha se hallaba desierta, ardian las casas. Habia perros famelicos y, en las alturas del terreno, mujeres, ninos de aspecto perturbado. A lo lejos, en los herbazales, por los senderos empantanados, marchaban hacia el este, hacia Awka, Owerri, Aro Chuku, las columnas de refugiados. Puede que pasaran sin verlos frente a los magicos castillos de las termitas, que son quienes mantienen a raya a las langostas. Puede que el ruido de sus pasos y sus voces despertara a la gran serpiente verde que se oculta entre las hierbas, pero nadie tenia en mente hablarle. Marima, ?que queda ahora de Ibusun, la casa en que naciste, los grandes arboles donde se encaramaban los buitres, los limeros enjaretados por las hormigas, y al fondo del llano, en el camino de Omerun, el mango bajo el que Bony se sentaba a esperarme?

?Que queda de la casa de Sabine Rodes, de la gran sala de las persianas echadas, las paredes adornadas con mascaras, donde se encerraba para olvidarse del mundo? En el dormitorio del internado sone que el, Sabine Rodes, era mi verdadero padre, que era por el por lo que habia viajado a Africa Maou, por eso por lo que lo odiaba con tanta fuerza. Incluso se lo dije un dia, cuando supe que se iba a Francia contigo y con Geoffroy, se lo dije con mala intencion, como si esa locura lo aclarara todo, y bien sabia que luego, para ambos, nada seria como antes. Ya no me acuerdo de lo que respondio, puede que se limitara a reir encogiendose de hombros. Maou partio contigo y con Geoffroy hacia el sur de Francia, y comprendi que nunca veria de nuevo el rio ni las islas, ni nada de lo que conoci en Onitsha.

Marima, como me gustaria que sintieras lo que siento. ?Acaso para ti Africa es un mero nombre, una tierra como cualquier otra, un continente del que se habla en los periodicos y los libros, un lugar que se cita porque esta en guerra? En Niza, en tu habitacion de la ciudad universitaria con su nombre angelical, estas al margen, no hay nada que preserve el hilo. Cuando estallo la guerra civil, hace un ano, y empezo a hablarse de Biafra, ni siquiera tenias muy claro donde estaba, no acababas de entender que era la tierra donde has nacido.

No obstante, has tenido que sentir un escalofrio, un estremecimiento, como si algo muy antiguo y secreto se hiciera pedazos en tu interior. Puede que hayas recordado lo que un dia te escribi, por tu cumpleanos, en una carta que te envie desde Inglaterra, que alli, en Onitsha, uno pertenece a la tierra en que fue concebido, y no a aquella que lo vio nacer. En tu habitacion de la ciudad universitaria, desde donde se ve muy bien el mar, al mirar el tormentoso cielo, tal vez has pensado que se trataba de la misma lluvia que caia sobre las ruinas de Onitsha.

Me hubiera gustado decirte mas, Marima. Me hubiera gustado ir alli, como Jacques Languillaume, que murio a los mandos del Superconstellation intentando franquear el bloqueo para llevar medicinas y viveres a los insurrectos, estar alli como el padre James en Ututu, tan cerca de Aro Chuku. Me hubiera gustado estar en Aba cercada, no en testigo, sino para tender la mano a los que caen, dar de beber a los moribundos. Me he quedado aqui, lejos de Onitsha. Puede que me haya faltado valor, puede que no haya sabido actuar, que de todos modos fuera demasiado tarde. Desde hace un ano no he dejado de pensar en ello, no he cesado de ver en mi mente todo lo que iban arrancando y destruyendo. Los periodicos, las noticias de la BBC son laconicos. Las bombas, las aldeas arrasadas, los ninos que mueren de hambre en los campos de batalla se despachan en unas pocas lineas. En Umahia, Okigwi, Ikot Ekpene, las fotos de los ninos fulminados por el hambre, sus caras hinchadas, sus ojos agrandados. La muerte tiene un nombre sonoro y aterrador, Kwashiorkor. Es el nombre que le han asignado los medicos. Antes de morir, a los ninos les cambia el color del pelo, su piel reseca se cuartea igual que el pergamino. Por el control de algunos pozos de petroleo se han cerrado para ellos las puertas del mundo, las puertas de los rios, las islas del mar, las riberas. Solo les queda la selva, vacia y en silencio.

No he olvidado nada, Marima. Ahora mismo, desde tan lejos, aspiro el olor del pescado frito al borde del rio, el olor del name y el fufu. Cierro los ojos y tengo en la boca el dulcisimo sabor de la sopa de cacahuete. Aspiro el lento aroma de las humaredas que se elevan al atardecer sobre el herbazal, oigo los gritos de los ninos. ?Es que todo ello ha de desaparecer para siempre?

Ni un solo instante he dejado de ver Ibusun, el herbazal, los techos de chapa que el sol recalienta, el rio con las islas, Jersey, Brokkedon. Incluso lo que habia olvidado ha vuelto a aflorar en el momento de la destruccion, como esa apresurada secuencia de imagenes que al parecer entreven los ahogados en el momento de hundirse. A ti te lo doy, Marima, a ti que no has tenido el menor conocimiento de ello, a ti que naciste en esa tierra roja donde ahora corre la sangre, y que se que no volvere a ver.

Primavera de 1969

El tren circula hacia el sur en la fria noche. Fintan tiene la extrana impresion de estar de vacaciones, como si viniera del corazon del invierno y, a la llegada, el alba fuera a ser calida y humeda, penetrada del ruido de los insectos y los olores de la tierra. En el ultimo trayecto en moto entre Bath y Bristol, la carretera estaba obstruida por amontonamientos de nieve. En el parque del colegio, los desnudos arboles estaban rigidos por el hielo. Hacia tanto frio que, pese a los periodicos que llevaba doblados bajo la ropa, Fintan tenia la sensacion de que el viento le perforaba el pecho. Pero el cielo estaba azul. La naturaleza se mostraba muy hermosa, muy pura y hermosa.

Todo se decidio con gran celeridad. Fintan llamo por telefono, dijo a Maou maquinalmente, como siempre: «Hola, ?que tal?» Maou tenia una voz muy rara, ahogada. Ella, que no queria nunca dramatizar lo mas minimo a proposito de la enfermedad de Geoffroy, le contesto: «Mal, fatal. Esta muy debil, ya no come ni bebe. Esta a punto de morir.»

Fintan anuncio su baja al director del colegio. No sabia cuando regresaria. Jenny lo acompano a la estacion. Alli estaba, bien firme en el anden, con sus mejillas sonrosadas, sus ojos azules; tenia en verdad todo el aspecto de una buena chica. Fintan estaba conmovido, pensaba que quiza no volviera a verla nunca mas. El tren se puso en marcha, ella beso a Fintan muy fuerte en los labios.

En la noche, cada sacudida de los bogies sobre las agujas lo acerca a Opio. Es el tren que ha cogido todos los

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