LEJOS DE ONITSHA

Bath Boy's Grammar School, otono de 1968.

Fintan mira la clase de frances, y piensa que no ha olvidado sus nombres, todos aquellos nombres, Warren, Johnson, Lloyd, James, Strand, Harrison, Beckford, Metcalfe, Andrew, Dixon, Mall, Pembro, Calway, Putt, Tinsley, Temple, Watts, Robin, Gascoyne, Goddard, Graham Douglas, Stapilton, Albert Trillo, Say, Holmes, Le Grice, Somerville, Love. Cuando entro en el colegio, penso que nada tendria importancia, que seria un trabajo como cualquier otro, meras caras, apariencias. El dormitorio de los internos es una gran sala fria con las ventanas enrejadas. A traves de las ventanas se veia los arboles coloreados por el otono. Nada ha cambiado. Ayer mismo, acababa de llegar, Geoffroy lo condujo hasta el colegio, le estrecho la mano y se marcho de nuevo. Entonces coexistian dos vidas. La que empezaba a vivir en el colegio, en la fria sala del dormitorio comun, en las clases, con los otros muchachos, y la voz gangosa del senor Spinck que recitaba los versos de Horacio, o lente lente currite noctis equi. Y luego lo que veia cuando cerraba los ojos, en la penumbra, deslizandose por el rio Omerun, o meciendose en la hamaca de sisal escuchando el estrepito de las tormentas.

Hay que olvidar. En Bath nadie sabe nada de Onitsha, ni del rio. Nadie quiere saber nada de los nombres que alla tenian tanta importancia. Cuando llego al colegio Fintan hablaba pidgin por descuido. Decia, He don go nawnaw, he tok say, decia Di book bilong mi. Provocaba las risas de todos y el administrador general [9] creyo que lo hacia a proposito, para sembrar el desorden. Lo castigo a permanecer de pie contra la pared durante dos horas, con los brazos en cruz. No quedaba mas remedio que olvidarlas tambien, esas palabras que se escapaban, que bullian en la boca.

Habia que olvidar a Bony. En el colegio los muchachos eran mas pueriles, y al mismo tiempo sabian mucho, eran resabiados y desconfiados, daban la impresion de ser mayores de lo que en realidad eran. Eran poco agraciados de cara, desvaidos. Cuchicheaban bajito en el dormitorio, hablaban del sexo de las mujeres como si nunca lo hubieran visto. Fintan recuerda como los contemplaba al principio, con una mezcla de temor y curiosidad. No era capaz de leer en sus miradas, no entendia que querian. Era igual que un sordomudo cauteloso, siempre vigilante. Eso fue hace mucho. Ahora le toca estar en el bando de los profesores, pasante de frances y latin, para ganarse la vida. Jenny es enfermera en el hospital de Bristol. Todo el mundo dice que van a casarse. Puede que este invierno, por Navidad. Iran a la zona de Penzance, o a Tintagel, a ver el mar. Cuando estallo la guerra alli, en Biafra, Fintan deseaba partir de inmediato, tratar de entender. Se quedo por Jenny. De todas formas, ?que podia hacer el? El mundo que conocio esta clausurado, ya es demasiado tarde. Los mercenarios se han puesto al servicio de las companias de petroleo, la Gulf Oil, la British Petroleum; van a Calabar, Bonny, Enugu, Aba. Habria que haberse quedado en Onitsha, Omerun, no haberse ido nunca. No perder jamas de vista el solitario arbol que dominaba el herbazal, donde su amigo lo esperaba, donde empezaba la aventura.

Fintan se acostumbro. Ahora recuerda muy bien a los que era preciso evitar, a los que podian resultar peligrosos. Entre los primeros estaban James, Harrison, Watts, Robin. James era el cabecilla. Pegaban de a dos, Harrison te sujetaba, James daba los punetazos. En el segundo grupo estaban Somerville, Albert Trillo, Love, Le Grice. Le Grice era un poco gordinflon, tranquilo. Pensaba dedicarse a la magistratura, como su padre. A los quince anos daba la imagen de un hombre, con su traje, el chai, el cabello ya ralo, el bigotillo.

Love era diferente. Era un muchacho delgado y palido, encorvado, de ojazos circundados de bistre y una expresion de desolada languidez. Los demas se mofaban de el, lo trataban como a una chica. Recien llegado al colegio, Fintan sintio por el una cierta simpatia tocada de compasion. Love hablaba de cosas que no tenian que ver con el sexo de las mujeres. Escribia poesia. Se la enseno a Fintan: complicados versos en torno al amor y los remordimientos. Un poema, Fintan lo recuerda, se titulaba One thousandyears. Hablaba de un alma que vagaba por los pantanos. Fintan penso en Oya, en su escondrijo en el rio, en el pecio. Pero tampoco esto podia compartirlo con nadie.

Ahora Oya es una vieja, muy probablemente. Y el nino que nacio en el rio tal vez forma parte de esos adolescentes con el craneo rapado, armados con simples palos a guisa de fusiles, que vio en Okigwi John Birch durante su mision en nombre del Save the Children Fund. Fintan escruta las fotografias, como si fuera a poder reconocer el rostro de Bony entre los soldados de Benjamin Adekunle, el «Escorpion negro», que se enfrentan a los Mig 17 y a los Iliuchin 18, y a los canones de 105 mm en plena sabana, alrededor de Aba. Cuando estallo la guerra alli, tan lejos, fue por el por quien Fintan quiso partir, por encontrar a Okeke, ayudarlo y protegerlo, el, que vio nacer al hijo de Oya en el vientre del George Shotton, que fue como su hermano. ?Donde estara en este momento? Puede que yazca entre las hierbas, con un agujero en el costado, en la carretera de Aba, donde aguardan miles de criaturas famelicas, con el semblante paralizado por el sufrimiento, identicas a minusculos ancianos. Cuando Jenny mira las fotos en las revistas no puede reprimir las lagrimas. Es Fintan, precisamente, quien tiene que consolarla, como si el pudiera olvidar.

Ahora, sin saber por que, el recuerdo de Love insiste en imponerse. Sus dulcisimos, luminosos ojos, su voz temblorosa cuando leia sus poemas. Era el ultimo ano del colegio. Love resultaba a duras penas soportable. Esperaba a Fintan a la salida de clase, buscaba refugio a su lado. Sabia engatusar con las palabras, era receloso, siempre con exigencias. Le escribia cartas.

Un dia Fintan hizo algo imperdonable. Se unio al grupo que maltrataba a Love, que le daba bofetadas para hacerle llorar. Repelio al muchacho que se agarraba a sus faldones, vio aquella mirada tan tierna empanarse de lagrimas y aparto la suya. Despues de aquello, cada vez que Love se le acercaba para hablarle, le respondia con crueldad, como en su dia Bony en la carretera, tras la muerte de su hermano mayor: «Pissop gughe, fool!» Love dejo el colegio antes de terminar el ano. Su madre fue a recogerlo. Era la primera vez que Fintan la veia. Era una hermosa joven, muy palida, de precioso pelo oscuro, y los mismo ojos que Love, dulces y brillantes como el terciopelo. Miro a Fintan y el se sintio abochornado. Love presento a Fintan a su madre: «Era mi unico amigo aqui.» Era terrible. Habia que ser duro, no olvidar en la vida lo ocurrido. La memoria del rio y del cielo, los castillos de las termitas saltando al sol en mil pedazos, el gran herbazal y los barrancos que semejaban sangrientas heridas, todo ello ayudaba a no sucumbir a las trampas, a mantenerse brillante y duro, insensible, a la manera de las piedras negras de la sabana, al modo de los rostros marcados de los umundri.

«?En que piensas?» inquiere a veces Jenny. Su cuerpo es suave y calido, con el aroma de su pelo cerca del cuello. Pero Fintan no puede olvidar la mirada de los ninos famelicos, ni a los jovencitos que yacen entre las hierbas, por Owerri, Omerun, donde otrora corria el pisando descalzo la tierra endurecida. No puede olvidar la explosion que destruyo en un suspiro la columna de camiones que transportaba armas hacia Onitsha, el 25 de marzo de 1968. No puede olvidar a aquella mujer calcinada en un jeep, su mano crispada hacia el blanco cielo. No puede olvidar los nombres de los oleoductos, Ugheli Field, Nun River, Ignita, Apara, Afam, Korokovo. No puede olvidar ese terrible nombre: Kwashiorkor.

Habia que ser duro, cuando Carpet, el major de la clase, te empujaba por los hombros contra la pared del cobertizo del patio, y te mandaba quitarte el pantalon para sacudirte con la vara. Fintan cerraba los ojos, pensaba en la columna de los forzados que atravesaba la ciudad, en el ruido de la cadena que les trababa los tobillos. Fintan no lloraba, no se lo permitia ni al recibir los bastonazos del major. Si acaso de noche, en el dormitorio comun, mordiendose los labios para que no lo oyeran. Pero no por los bastonazos. Era por el rio Niger. Fintan lo oia correr a ras del patio del colegio, un ruido lento, profundo y dulce, y tambien el ruido ahogado de las tormentas que rodaban bajo las nubes, se acercaban. Al principio, recien llegado al colegio, Fintan se quedaba dormido pensando en el rio, sonaba que navegaba en la larga canoa, Oya a proa, acurrucada, con la cabeza vuelta hacia las islas. Se despertaba palpitando, con las sabanas de la cama empapadas de un liquido caliente. El colmo del bochorno; tenia que ir con las sabanas al lavadero aguantando las rechiflas de los demas internos. Pero nunca le pegaron a cuenta de eso.

Habia, pues, que refrenar los suenos, devolverlos al interior del cuerpo, dejar de escuchar el canto del rio, no imaginar nunca mas el fragor de las tormentas. En Bath, en invierno, no llueve. Nieva. Todavia hoy a Fintan lo sigue intimidando el frio. En el cuartillo de la buhardilla, en los suburbios de Bristol, el agua se hiela en las jarras. Jenny se aprieta a el para comunicarle su calor. Sus senos son suaves, su vientre, su voz susurra su nombre mientras duerme. Es muy posible que no haya nada mas verdadero y hermoso en el mundo.

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