no descansa hasta llegar a ser diferente?

– No -respondio-, no admiro el esfuerzo, admiro la excelencia, que es menos perfecta cuando resulta del esfuerzo. Y tambien menos graciosa.

Por un momento pense por que me empenaba en rehuir el afecto de aquella inteligente mujer con quien compartia tantas ideas. Siempre que estabamos en desacuerdo, como ahora, disfrutaba mucho mas con ella que en otras ocasiones.

– ?Y la belleza? -pregunte.

Lucrecia tenia el pelo rubio, ojos azul porcelana y unas facciones muy perfectas.

– ?Oh, si! Perdono todo lo que es bello.

– No veo por que debemos alabar la belleza -replique pensativo-. Es demasiado facil descubrir en el mundo que es bello y que no lo es. Debieramos permitirnos encontrar bella cualquier cosa capaz de mantener todo nuestro interes; estas cosas, y solo estas, sin que nos importe cuan desfiguradas y terrorificas puedan ser.

– En pocas palabras -dijo burlonamente-, solo admiras lo que te preocupa.

– Admiro la preocupacion. Respeto a los preocupados.

– ?Nada mas! ?Y el amor? ?Y el miedo? ?Y el remordimiento?

– Nada mas.

Despues de esta conversacion, borre a Lucrecia de mi pensamiento como algo mas que una amiga graciosa y educada. El espectro de su madre se habia interpuesto entre nosotros y no podia soportar la idea de que hubiera alguna rivalidad entre las dos mujeres, en la mente de Lucrecia o en la mia. Aunque continuamos viendonos, e ibamos a menudo juntos al cine, Lucrecia aceptaba el estancamiento de nuestra amistad y dirigio su interes amoroso hacia candidatos mas prometedores.

En los meses siguientes, encontre mas suenos en mi libro de notas, y mas seriedad en su interpretacion. Mi esfuerzo era menor y mayor mi atencion. Todavia perseguia las mismas preocupaciones, pero de los suenos aprendi como perseguirlas mejor. Mis suenos me mostraron el secreto de la perpetua presencia y me libraron del deseo de adornar mi vida y mi conversacion.

Me explicare. Imaginen que algo sucede -un asalto, por ejemplo-, y alguien acude inmediatamente.

– ?Que ha pasado? -pregunta el recien llegado.

– ?Socorro!

Lamentos, gritos y demas.

– ?Que ha sucedido?

– Ellos… entraron… por la ventana. Mas lamentos.

– ?Y despues?

– Ellos… me hirieron… con un hacha.

En estos primeros momentos, la victima sangrante no esta interesada en convencer a nadie de la realidad del suceso. Ha ocurrido y no puede imaginar que alguien lo dude. Si alguien dudara de la historia, el podria mostrar sus heridas. No, ni siquiera esto se le ocurriria. Que alguien dudara de la veracidad de los hechos, le tendria sin cuidado, siempre que le enviaran un medico. Sus heridas serian compania mas que suficiente.

Solo despues, cuando las heridas han empezado a cicatrizar, la victima quiere hablar. Y como el suceso se aleja progresivamente en el tiempo, la victima -curada y restablecida, junto a su familia- le da una forma dramatica. Embellece el relato y lo acondiciona para ponerle musica. Le pone tambores de fondo. El hacha fulguraba. Ve la pupila de los ojos del hombre. Cuenta a sus hijos que su atacante llevaba una bufanda azul. «Y penetro a traves de la ventana con gran estruendo», dice la madura y saludable victima a sus hijos. «Levanto su brazo y yo estaba aterrorizado y…»

?Por que se ha vuelto tan elocuente? Porque ya no tiene la compania de su dolor. Tiene solo un auditorio de cuya atencion duda. Al explicar la historia, pretende convencer a su audiencia de que «esto» realmente sucedio, sucedio de este modo, y el sintio violentas emociones y estuvo en gran peligro. Anhela la confirmacion de su audiencia. Sabe tambien lo que puede ganar con su relato -dinero, respeto, simpatia-. Con el tiempo, el suceso ya no le parece real, a el, a quien sucedio. Cree menos en la realidad del asalto; le parecen mas reales los modos que ha ido encontrando para describirlo. Su narracion llega a hacerse persuasiva.

Pero al principio, cuando el asalto fue real, cuando no le ocurrio para que persuadiera a nadie, su narracion era laconica y honesta.

Esto es lo que aprendi de los suenos. Los suenos tienen siempre la cualidad de estar presentes -aun cuando, como ahora hago yo, se los explica diez, veinte, treinta anos despues. No se vuelven rancios ni pierden credito; son lo que son. El sonador leal no busca la credulidad de su oyente. No necesita convencerlo de que tal y tal cosas asombrosas sucedieron en el sueno. Como en el sueno todos los sucesos son igualmente fantasticos, permanecen independientes del asentimiento de la gente. Esto revela, ademas, la falsedad de la linea que la gente de buen gusto insiste en trazar y dibujar entre lo banal y lo extraordinario. En los suenos, todos los sucesos son extraordinarios y banales al mismo tiempo.

En ellos, los asaltos tambien suceden. Matamos, caemos, volamos, violamos. Pero las cosas son tal como son. Las aceptamos en el sueno; son irrevocables, aunque a menudo sin consecuencias. Cuando alguien desaparece del escenario del sueno, el que suena no se preocupa de su paradero. Alguien que explique este sueno y diga, por ejemplo, «el dependiente me dejo junto al mostrador; creo que fue a consultar al jefe sobre mi pregunta», esta explicando el sueno erroneamente. No esta siendo honesto: esta tratando de persuadir. Debio decir, «estaba en el mostrador, hablando con un dependiente y entonces me quede solo».

Me gustaria describir mi vida con la misma imparcialidad con que se narra un sueno. Seria el unico relato honesto. Si no lo he conseguido plenamente, por lo menos continuo aspirando a este objetivo mientras escribo. No he tratado de extraer de mi vida ninguna excitacion que no se desprenda por si sola, o estimular al lector con nombres y fechas, con fatigosas descripciones de mi persona y mi apariencia, de las personas que he conocido, los muebles de la habitacion, el progreso de las guerras, la espiral de humo del cigarrillo, y otros temas que corrientemente se trataron en los encuentros y conversaciones que escribi. Que esta unica pasion, esta idea unica quede clara, es tarea que basta para llenar cien volumenes, y queda fuera de mis posibilidades hacer algo mas que sugerirlo en estas paginas.

CAPITULO IX

Un dia recibi la visita del marido de Frau Anders. Para ser mas exacto: de Herr Anders. Ahora que su esposa no estaba ya a su lado, este hombre merecia el reconocimiento de su propia identidad. Sin embargo, para mi seguia siendo su marido, aun ahora, ya que todo lo que sabia acerca de el (principalmente por Frau Anders) era que tenia un agudo olfato, que su hobby era la taxidermia y que sospechaba que el nunca le habia sido infiel. Lucrecia, su hija, prescindia totalmente de su existencia.

Quede atonito al ver quien estaba en mi puerta, puesto que supuse que recibiria una tormenta de reproches o, por lo menos, una historia de soledad y miseria. Si el la amaba realmente, ?como podia demostrarle a Herr Anders que el desplazamiento de su mujer a la tierra de su deseo era tan beneficioso para el como para ella? Pero no parecia irritado, solo incomodo. Le rogue que entrara.

Sin ceremonial alguno, puesto que tenia la apariencia de un hombre muy ocupado, me comunico el motivo de su visita. Supe que creia que su esposa se habia retirado a un convento de monjas; no tenia ninguna duda de que aquel santo deseo debia respetarse. Cuando le pregunte como habia llegado a esta idea, me hablo de una carta que habia recibido seis meses despues de su partida. Me dijo tambien -y parecia sorprendido de que yo no lo supiera- que en aquella carta Frau Anders hablaba de mi como su consejero en el mundo, el ejecutor, por asi decirlo, de sus deseos terrenos, su intermediario. Aunque toda esta historia del convento me parecio un chiste algo malicioso de Frau Anders, me crei en el deber de cumplir sus deseos, y le pregunte como podia llevar a termino mi mision.

Herr Anders tenia un mensaje que transmitir a su esposa, pero como el desconocia su paradero, me pidio que me comunicara con ella. Deseaba contraer nuevo matrimonio.

– Pero -replique algo desconcertado-, no se exactamente donde esta. Han pasado varios anos y…

– ?Por favor! -se dirigio a mi implorando-. Se que puedo divorciarme a causa de su desercion. Pero quiero que ella lo sepa, ?comprende? No quiero casarme sin su consentimiento.

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