compasion por ti, y ahora, tu imperturbabilidad casi me seduce. Creo que me amas en tu propia e imposible forma.

– Para ser enteramente sincero -replique-, puedo estar simplemente confundiendo el miedo con el amor. Este es un error que cometo a menudo en mis suenos.

– ?Por que habrias de estar asustado de mi?

– Porque estas alla -respondi brevemente.

Debes imaginar, lector, el regalo que pienso hacer a Frau Anders. Es este. Mientras estuvo sentada frente a mi, en el cafe, comprendi que, dos veces, la habia dejado sin casa. Primero, al ser el causante de que abandonara a su marido e hija; la segunda, por haber quemado la pobre casa en que vivia. ?Que mejor recompensa podia ofrecerle que una casa donde pudiera vivir sin ser molestada por mi ni por nadie? Todo lo que necesitaba eran los medios, que adquiriria con la muerte de mi padre.

La dolorosa noticia llego en enero, cuando acababa de cumplir treinta y un anos: mi padre murio y yo herede. No deseando envanecerme con las cosas que podia estar tentado a comprar, planee la utilizacion del dinero y de las acciones. Los abogados de mi padre tenian instrucciones de dividir la suma entre dos personas que no debian conocer la identidad del donante. La mitad, debia ser para Jean-Jacques; la otra mitad, para un joven poeta que acababa de hacer el servicio militar y cuyo primer libro yo habia leido y admirado mucho. ?Por que di el dinero anonimamente? Porque no queria que mi amistad con Jean-Jacques se desfigurara por la gratitud ni por el resentimiento, y al exsoldado, a quien nunca habia visto, porque me parecio impropio empezar una relacion con un acto de beneficencia.

Deben comprender que la entrega de mi herencia no supuso un gran sacrificio. Disponia aun de la paga mensual, y de la participacion en el negocio de mi familia, que costearon mis gastos desde mi ida de casa. Lo mas importante de mi herencia era la casa que mi padre habia mencionado y prometido. La habia adquirido hacia algunos anos, con la intencion, nunca realizada, de tener una residencia en la capital para pasar algunos meses alli cada ano.

No instale inmediatamente a Frau Anders en la casa, porque pensaba remodelarla y amueblarla para su uso. Siempre me ha interesado que la arquitectura exprese los sentimientos mas intimos de los que se acogen bajo ella. Mientras hacia esfuerzos por mantener mis caprichos dentro de ciertos limites, no podia resistir un sentimiento de anticipacion casi voluptuoso, al decidirme por este proyecto. Tales eran los placeres de mi ociosa vida y la facilidad con que calmaba mi culpa.

Recuerdo otro proyecto de edificacion que me habia dado ya el mayor placer, aunque no tenia ninguna participacion en el. En la isla donde Frau Anders y yo habiamos pasado el invierno de nuestro viaje al sur, vivia una solterona inglesa. Tenia una pequena e inmaculada casa blanca en las afueras del pueblo, sobre el mar. Un dia, mientras ella paseaba por la carretera empedrada, vio a un lenador castigando ferozmente a su caballo, que yacia postrado en el suelo. La anciana lo ataco con la sombrilla de seda que siempre llevaba consigo. Imagina su horror cuando supo que los golpes eran previos a la muerte del caballo. El caballo, en una caida, se habia roto las dos piernas delanteras. La senora, que ni bajo esta forma queria consentir con la crueldad habitual de los islenos para tratar a los animales, se ofrecio inmediatamente a comprar el caballo. Demasiado aturdido por el absurdo de aquella transaccion como para alargar excesivamente la operacion de compra, el lenador fijo rapidamente un precio, que era el doble de lo que habia pagado por el caballo, y se fue, arrastrando el mismo el carro, a emborracharse en el puerto y a contar la historia a sus amigos.

La anciana hizo que llevaran al caballo hasta su casa. Mando buscar al veterinario del pueblo, que vendo las patas del animal con unas tablillas y receto medicamentos para su fiebre. No satisfecha con estas soluciones, llamo a un veterinario del continente, quien pronostico al animal una cojera inevitable.

Sigue ahora la parte de la historia que mas me gusta. El caballo fue instalado en un pequeno cobertizo de madera, detras de la casa. La anciana lo alimentaba personalmente cada dia, le daba masajes en las patas, le administraba sus medicamentos. Gradualmente la fiebre fue disminuyendo y el caballo intentaba algun movimiento, pero inutilmente. La anciana no habia pensado competir con el diagnostico del veterinario. Estaba orgullosa de que el caballo evolucionara, y dispuso que se construyera una residencia permanente para su companero. El desnudo cobertizo rectangular donde habia vivido no parecia un lugar demasiado apropiado para un caballo que estaria privado para siempre de los placeres del paseo, del galope y del ejercicio de arrastrar el carro del lenador. «A los caballos les agradan los bellos paisajes», dijo a la gente del pueblo, incapacitada para responder a una afirmacion tan singular. Contrato albaniles y peones y construyo una pequena torre de unos seis metros de alto al otro lado del jardin. Junto a la torre, una rampa espiral conducia a una habitacion de confortable tamano en la parte superior. El caballo fue a vivir en esta habitacion. Por las mananas, lo ayudaba a bajar para atarlo a la valla; con el calor del sol de mediodia, volvia a conducirlo a la torre; a la hora del te, bajaba otra vez y permanecia junto a su protectora, que descansaba tendida en una hamaca. Pronto los movimientos del caballo ganaron seguridad y fuerza, de modo que pudo ingeniarse por si solo para bajar la rampa. Subia y bajaba a todas horas de su torre sin salirse de las propiedades de la mujer.

Despues de varios meses de vida en la torre mirando el mar azul, el paso lastimoso del caballo podia describirse como de paseo, aunque con una severa cojera; la anciana empezo a llevarlo cogido de las bridas de un lado a otro de la ciudad, cuando iba al mercado. Todo el mundo reia de su simpatica locura, y nadie advertia que la cojera del caballo disminuia apreciablemente. Un dia, una ocasion que tuve la fortuna de poder contemplar, la senora aparecio en la poblacion montada en su caballo. El caballo la llevaba tranquilamente, a traves de las calles del pueblo, sin ningun sintoma de cojera. Fuera por la hermosa vista del mar, autentico privilegio, o por agradecimiento hacia la vieja dama, la verdad es que el caballo estaba enteramente curado. Tanto los forasteros como los islenos dijeron que sus piernas nunca habian sido tan finas y rectas, cuando su existencia transcurria tirando del carro del lenador. Tales son los poderes curativos de una buena morada con una arquitectura adecuada.

Pense mucho en esta historia antes de empezar a trabajar en el proyecto arquitectonico para Frau Anders. Creo que comence a construir la casa con el mismo espiritu de la anciana solterona al construir la torre para su caballo. Pense como la casa podia abrir nuevos paisajes a Frau Anders. Podia recuperar plenamente su salud, encontrar amor y felicidad, olvidar sus deseos de belleza, prosperidad y exito, y revivir bajo una nueva arquitectura. Asi, mucho mas vivamente que cuando maquine asesinarla, experimentaba la sensacion de poder -igual que un mago cuando empieza su exorcismo, un medico al comenzar una delicada operacion o un pintor al enfrentarse a una tela desnuda-. Imaginaba la casa protegiendo a Frau Anders, transformandola y permitiendole llevar a cabo sus ilusiones secretas, fueran las que fueran.

Era mi debilidad, mi vicio de aquel periodo (lo confieso abiertamente): no podia dejar de querer ayudar a los demas. Pero sabia que esto podia interpretarse como una intromision descarada en sus vidas. Otros lo vieron con mayor claridad que yo. Recuerdo, por ejemplo, la reaccion de Jean-Jacques cuando le conte este proyecto, sin hablarle de la doble injuria que habia causado a Frau Anders, de la cual, la casa era un mero gesto de restitucion. Le dije, sin embargo, que Frau Anders no se encontraba bien y que tenia la esperanza de que la casa le proporcionara animo o quiza llegara a curarla, o por lo menos, la amparara. Tambien le conte la historia de la solterona, la torre y el caballo. Al principio, se sonrio, crei que con un tono de aprobacion, pero mas tarde dijo:

– Hippolyte, estas trabajando bajo la mas amistosa, pero menos plausible de todas las decepciones: que todos son como tu.

– No -replique firmemente. -Ahora comprendo -prosiguio-. Por eso no sufres.

No recuerdo mi respuesta, pero se que pense: No es cierto, no considero que haya alguien igual a mi, ni tan solo tu, Jean-Jacques, ni Frau Anders. ni mi padre, ni mi hermano, ni tampoco Monica. Quiero dejar que ellos sean como quieren ser. ?Como puede Jean-Jacques estar en lo cierto? ?Por que? Si yo ni me creo parecido a mi mismo, mucho menos puedo pensar que otros sean como yo. Sin embargo, trato de ser yo, esta es la razon por la que presto tanta atencion a mis suenos.

CAPITULO XI

Durante el tiempo que trabaje en la casa, Frau Anders y yo soliamos vernos una vez por semana,

Вы читаете El Benefactor
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату