generalmente en el parque zoologico. Mi vieja amante se mostraba de un humor extremadamente mudable, a veces reprochadora, a veces muy alegre y encantadora. Los peores momentos venian despues de grandes intervalos en nuestros encuentros, cuando no la habia visto durante mas de un mes, lo que queria decir que ella habia estado en la clinica sufriendo alguna operacion de cirugia plastica. La contemplacion de los animales enjaulados, aun de los mas peligrosos, siempre la calmaba.
– Me siento en paz con los animales -me dijo una tarde.
Adverti su preferencia por los animales grandes: el leon, el elefante, los gorilas.
– Nunca los aprecie -continuo-, hasta… ya sabes.
?Como podia responderle? Comprendi que se referia a su propia cautividad.
Mis sentimientos hacia ella eran tiernos, pero timidos. Sospechaba de su afecto por mi; no comprendia por que no estaba mas enfadada. Temia este enfado, que siempre creia a punto de estallar. Sin embargo, lo hubiera preferido a su inexplicable suavidad y serenidad. Cuando los animales comian o retozaban, rascandose unos a otros, cuando eran alimentados desde las rejas, ella se sentia mas emocionada que nunca.
Enlazaba su brazo bueno con el mio, y paseabamos en silencio frente a las jaulas. En esos momentos yo experimentaba una gran incomodidad, sentia -?me atrevere a confesarlo?- que ella me estaba haciendo la corte.
Fue durante uno de esos paseos que trate de romper el silencio que me acercaba, cada vez con mayor fuerza, a Frau Anders, intentando decir algo que definiera nuestras relaciones. Su animo benevolente, su constante expectativa, me estrangulaban.
– Sabes que mi padre ha muerto -empece.
– Lo se.
– ?Recuerdas que te prometi algo para despues de su muerte?
– Estoy esperando -dijo.
– Bien, no puedo contarte todo lo que he planeado, porque quiero darte una sorpresa, pero te dire algo. Mi padre me ha dejado una esplendida casa, aqui en la ciudad, donde quiero que te instales una vez la haya terminado tal como la quiero para ti.
Esbozo una sonrisa forzada, pero no dijo nada.
– Es para reponer la casa que te queme -anadi.
– Y algo mas que esto, espero -dijo.
– Mucho mas -replique afirmativamente. Estaba pensando en los maravillosos planes que habia hecho para esta casa, que no seria una morada vulgar, sino un derroche de imaginacion, un palacio de retiro y rehabilitacion.
El trabajo en la casa iba a buen ritmo en la epoca de esta conversacion. Estaba ubicada en un tranquilo vecindario junto al gran rio que divide la ciudad; la casa era un viejo
Mi problema era como imponer este requerimiento de intimidad en un edificio que tenia ya ciertas estructuras tradicionales. La casa que habia heredado era simetrica y tenia doscientos anos de antiguedad. Constaba de un patio que daba a la calle, pero separado de ella por una verja de hierro; dos pequenas alas, a derecha e izquierda, que habian sido oficinas y establos; la parte principal de la casa, detras, y, alrededor, un pequeno jardin. El primer cambio lo efectue en el patio, que no queria que estuviera expuesto a la calle. En lugar de la verja de hierro hice construir un muro que unia las dos alas e incluia el patio, formando asi una estructura enteramente regular. De modo que, desde la calle, la casa presentaria una apariencia totalmente convencional, como si este muro de ladrillo condujera a un grupo de habitaciones. Hice instalar postigos de madera alli donde los paseantes esperaban ver ventanas. La segunda modificacion fue cortar el acceso, desde las dos alas, a la parte principal de la casa. El sotano y la planta baja del
En la vieja casa habia dos pisos mas, pero hice derribar el segundo. El primero, cuyas alteraciones fueron mayores que las de la planta, estaba dividido en cuatro grandes habitaciones, cada una rodeada, por todos lados, de un corredor. Estas habitaciones del primer piso carecian de ventanas, y, para lograr la maxima intimidad, podia accederse a ellas a traves de una escalera exterior desde el jardin trasero.
Cuando el trabajo de remodelacion estuvo proximo a terminar (iba cada dia a ver el trabajo que realizaba la compania de construccion que se encargaba de las obras), preste atencion al mobiliario. Esta era, en muchos aspectos, la tarea mas importante, ya que una casa se unifica realmente no por su exterior, sino por lo que contiene. Pedi a Jean-Jacques que me ayudara, pues yo no soy coleccionista ni entiendo en delicadezas de este tipo. Recordaran que durante muchos anos vivi con los muebles indispensables. Naturalmente, no quise imponer mis propios gustos a Frau Anders, que habia estado acostumbrada a una vida confortable antes de dejar la capital. Tampoco quise compartir con ella ninguna de las imagenes de vivienda que se me presentan en los suenos. Pero me preocupaba encontrar alguna similitud entre esta casa y la mansion del magnate del tabaco R. en mi «sueno del anciano patron», pero no podia encontrarla, salvo en el tamano y el lujo de ambas casas. Y uno de los propositos que pretendia al servirme de la ayuda de Jean-Jacques, era asegurarme de que no habria dos habitaciones decoradas de la misma forma, como en mi primer sueno, «el sueno de las dos habitaciones».
Juntos, Jean-Jacques y yo, pasamos un mes haciendo compras. No dejamos de ver ni siquiera los mas nuevos y vulgares almacenes de la ciudad. Pero encontre lo que buscaba en los almacenes de muebles usados y en los establecimientos del
Debo explicar como habia pensado amueblar la casa, para que se pueda comprender que mis ideas sobre la rehabilitacion de Frau Anders y el precioso y perverso gusto de Jean-Jacques podian, en este momento, coincidir.
Una habitacion, que podria hacer a Frau Anders recordar su cautiverio, seria decorada en estilo arabe. En el suelo habria tierra, olor a excrementos de camello, una palmera, un retrato del Profeta, un divan y un juego de cartas.
Otra estaria enteramente recubierta de espejos, hasta en el techo, y no habria espejos en ningun otro lugar de la casa. Aqui Frau Anders podria cuidar las ruinas de su belleza. En esta habitacion, amueblada con especial predileccion por Jean-Jacques, habria un tocador, cosmeticos, abanicos, un armario de elegantes vestidos, en fin, todos los requisitos de la vanidad. Era una habitacion como imaginaba debia haberlas ocupado una de las disolutas damas de sociedad de las novelas dieciochescas, que son castigadas con la viruela por su libertinaje, y pasan el resto de sus vidas enclaustradas, purgando sus pecados.
Una de las habitaciones del primer piso seria una capilla, que planeaba consagrar. Ademas del habitual altar y crucifijo, seria decorada con varias pinturas de santos martires: el muchacho traspasado por las flechas, la mujer que lleva sus senos en una bandeja, el hombre (el patron de la capital) con su propia cabeza en la mano. El olor a incienso de esta habitacion seria un apreciado contraste con el olor a desierto de la habitacion arabe.
Tambien habia una habitacion en este piso para la expresion de emociones fuertes. Esta habitacion contenia fotografias del marido de Frau Anders, su hija y yo; dardos; una lanza; una caja de herramientas con martillos, sierras, tijeras y objetos por el estilo; un cesto con monedas falsas, y una gran cantidad de muebles ornamentales de los que, imagine, seria un placer abusar.
Otra de las habitaciones superiores estaba destinada a actividades sexuales. Instale una banera, hundida en el centro de la habitacion, un confortable balancin, una estera de piel, velas, cadenas en las paredes, libros y
