grabados obscenos y un metronomo.
Otra habitacion de la planta era un salon al estilo de hace dos siglos, decorado con el gusto que faltaba en la casa de Frau Anders. Su antiguo recibidor estaba desfigurado con pinturas abstractas, luz indirecta y un telefono blanco. Esta habitacion tenia elegantes sillas, tapices, cajas decorativas y candelabros. Habia otras dos o tres habitaciones en la planta, que decore a mi capricho… Se que la casa era grande para una sola persona y que no aparecia ninguna afinidad entre las habitaciones. Pero entonces creia que una casa es, o una habitacion, o un numero indefinido de habitaciones. Es una simple celula o uno de aquellos organismos a los que se pueden anadir partes iguales, indefinidamente, siempre que uno tenga que poner en ellas, por ejemplo, un burdel o un museo. La casa de Frau Anders iba a tener este caracter. Seria un museo de su pasado y el burdel del que seleccionaria los placeres de su futuro.
Al amueblar las habitaciones de este modo, trate, siempre que fuera posible, de combinar lo imaginativo con lo obvio, para adecuarlo a la limitada concepcion de Frau Anders. Habia decidido no decirle para que servia cada habitacion, esperando que descubriera por si misma la utilidad de cada una. Sin embargo, a pesar de estos quehaceres, estaba preocupado por permitir una excesiva libertad a mi capricho. Despues de todo, no tenia acceso a los suenos de Frau Anders; tampoco podia imaginarla capaz de considerarlos seriamente. (Sus fantasias, sus suenos diurnos, si; pero no las desgraciadas, humillantes escenas que se lanzaban sobre ella en un sueno indefenso.)
Esperaba, ya que Frau Anders se consideraba a si misma una
A principios de noviembre, no mucho despues de lo previsto, la casa estaba mas o menos acabada. Envie una invitacion a Frau Anders, requiriendo su presencia para visitarla, al dia siguiente.
Aquella tarde busque a Jean-Jacques en los cafes y en los
A la manana siguiente llego Frau Anders, en un coche con chofer, acompanada por una jovencita pelirroja, que inmediatamente reconoci. Era la famosa actriz de
– Me alegra ver que estas prosperando- me aventure a decir despues de las presentaciones.
– Esta amable senora es mi amiga -dijo Frau Anders, solemnemente. En aquel momento la actriz se volvio para hacer un comentario sobre cierto aspecto de la casa, y Frau Anders me dirigio una amplia y lasciva mirada. Estaba tan sorprendido que, involuntariamente, me lleve el indice a los labios.
– Siempre tengo necesidad de
– ?Pasamos a ver la casa? -propuse.
Las dos mujeres me siguieron durante una hora, mientras las guiaba a traves de todas las habitaciones y explicaba algo acerca del origen y el significado de mis adquisiciones. «Que magnifico regalo», exclamo varias veces Genevieve. Parecia encantada con la casa y me felicito profundamente, pero la reaccion de Frau Anders durante la visita fue menos explicita de lo que yo esperaba.
– Muy imaginativo, Hippolyte -dijo finalmente Frau Anders, mientras permaneciamos en la gran cocina del sotano, la ultima etapa de nuestra gira-. Me halaga que pienses que apreciare la utilidad de…
– De tan honesto y articulado edificio -dije, terminando su frase.
– Bien, si. Pero por que has imaginado que yo aceptaria…
De nuevo interrumpi.
– La reparacion es un asunto delicado -dije-, por consiguiente, es un imperativo que no pienses en esta casa, y creo que puedo hablar libremente delante de tu amiga, como reparacion por el dano que yo te hice. Es simplemente un regalo, o mejor dicho, un acto de homenaje a tu buena naturaleza y a tu propia indestructibilidad. No me atrevo a esperar que de este modo se salde ninguna deuda entre nosotros. Todo queda pendiente, tanto si vives en esta casa como si no.
– Seguro que lo esta -replico Frau Anders, con un poco mas de malicia en su voz de la que las circunstancias requerian.
– ?Aceptas la casa? -pregunte, preparandome para su posible negativa.
– Tomala -dijo Genevieve alegremente-. No necesitas utilizar todas las habitaciones, querida. Invitare a Bernard, a Jean-Marc y a todos los del teatro y tendras fiestas maravillosas.
– Eso me gustara -murmuro Frau Anders.
– No la desprecies -dije, esperanzadamente.
Frau Anders nos miro a ambos. Pude sentir la dura y agresiva expresion, aun a traves de su pesado velo.
– No creo que me guste vivir aqui sola -contesto.
– ?Sola? -dije-. Pero si tu no vas a estar sola. Tienes nuevas amistades, ademas de mademoiselle Genevieve y yo. Tendras constantes visitas. ?Te he dicho ya que Jean-Jacques queria ofrecerte sus respetos? Hubiese venido hoy, de haberlo encontrado a tiempo para comunicarle tu llegada.
– No me refiero a los visitantes -continuo Frau Anders con obstinacion-. Me refiero a un marido. Quiero casarme nuevamente.
Ni Genevieve ni yo respondimos.
Frau Anders continuo, observando nuestras caras:
– Ya no soy joven, pero tengo mucho que ofrecer. Soy amable, perdonadora, alegre. -Se detuvo esperando una respuesta-. No soy tan impulsiva ni ingenua como solia ser… No vaciles, Hippolyte, y mira -dijo, apartando su velo-. No solo he pasado por la cima de la belleza, sino tambien por la cumbre de la fealdad.
Era cierto. Los tratamientos y operaciones que Frau Anders habia sufrido el ano anterior, habian hecho maravillas en su rostro. La gran quemadura rectangular en su mejilla izquierda era casi invisible, solo quedaba una pequena sombra, los musculos que rodeaban su ojo izquierdo y su boca se habian tensado, restando solo una imperceptible asimetria.
– ?Por que sigues llevando este velo, querida? -exclame, feliz por su sorprendente recuperacion.
– Mi marido debera desvelarme -dijo.
Esta urgencia de domesticidad me desanimo un poco. No era lo que habia previsto para Frau Anders en la casa que acababa de amueblar para su rehabilitacion, como tampoco habia previsto fiestas con sus nuevos amigos del teatro. Pero nada podia objetar. Lo unico importante era que aceptara la casa, y no malograr y volver inutil todo el esfuerzo que le habia dedicado. Estaba convencido de que sus ventajas y multiples y apropiados usos le serian revelados despues de un tiempo de vivir en la casa.
– ?Aceptaras la casa? -repeti.
Subimos, dirigiendonos al coche.
– Lo intentare -dijo simplemente.
Ofrecieron llevarme donde quisiera, pero preferi dejarlas solas, con la esperanza de que Genevieve pudiera desvanecer los temores de Frau Anders acerca de la casa.
– Te vere manana, a las cuatro, junto a la jaula del gorila -dijo despues de abrazarnos y cuando Genevieve ya se habia introducido en el coche.
– Puedes esperar un marido en la casa -le dije, cuando el coche partia.
Fui a relatar a Jean-Jacques los resultados de esta entrevista inconclusa. No me sentia decepcionado. Ni
