hospital con la esperanza de incorporar a mi memoria a alguien que pudiera ayudarme a luchar.

Estaba solo, y mi soledad era como un golpe al corazon.

Pense que estaba perdido pero, entonces, a traves del barullo de voces de mi locura pasada y mi locura futura, oi un sonido incongruente. Un golpeteo que no parecia correcto. No exactamente mal, sino diferente. Tarde unos instantes en serenarme y comprender lo que era. Alguien llamaba a la puerta.

Note otra vez el aliento gelido del angel en la nuca.

La llamada persistio, mas fuerte.

Me acerque con precaucion.

– ?Quien es? -pregunte. Ya no estaba seguro de que el ruido del mundo exterior fuera mas real que la voz siseante del angel, o siquiera que la presencia tranquilizadora de Peter en una de sus visitas esporadicas. Todo se fundia entre sien un mar de confusion.

– ?Francis Petrel?

– ?Quien es? -repeti.

– Soy el senor Klein del Wellness Center.

El nombre me resultaba vagamente conocido, como si perteneciera a los recuerdos de la ninez, no a algo actual. Incline la cabeza hacia la puerta mientras trataba de asignar una cara al nombre, y poco apoco unos rasgos tomaron forma en mi imaginacion. Un hombre delgado, medio calvo, con gafas gruesas y un ligero ceceo, que se frotaba nervioso el menton hacia ultima hora de la tarde, cuando se cansaba o cuando algunos de sus pacientes no hacian progresos. No estaba seguro de que estuviera realmente ahi. No estaba seguro de oirlo realmente. Pero sabia que, en algun sitio, existia un senor Klein, que habia hablado con el muchas veces en su pequeno despacho demasiado iluminado y que cabia una posibilidad remota de que fuera el.

– ?Que quiere? -pregunte.

– No ha asistido a dos sesiones de terapia. Estamos preocupados por usted.

– ?No he asistido?

– No. Y la medicacion que recibe debe controlarse. Habra recetas que probablemente precisen renovarse. ?Me abre la puerta, por favor?

– ?Por que ha venido?

– Ya se lo he dicho -respondio el senor Klein-. Tenia horas concertadas en el consultorio. Se las ha saltado. Antes nunca lo habia hecho. No desde que le dieron de alta del Western. Estamos preocupados.

Sacudi la cabeza. Sabia que no tenia que abrir la puerta.

– Estoy bien -menti-. Vayase, por favor.

– No lo creo, Francis. Parece estresado. He oido gritos en su piso cuando subia las escaleras, como si hubiese una pelea. ?Hay alguien con usted?

– No -respondi. No era del todo cierto, ni del todo falso.

– ?Por que no abre la puerta para que podamos hablar?

– No.

– Francis, no tiene nada que temer.

– Vayase -pedi, porque tenia mucho que temer-. No quiero su ayuda.

– Si me voy, ?promete ir al consultorio?

– ?Cuando?

– Hoy. Manana como mucho.

– Quiza.

– Eso no es ninguna promesa, Francis.

– Lo intentare.

– Necesito que me de su palabra de que ira hoy o manana y se sometera a una revision completa.

– ?O sino?

– Francis -comento con paciencia-, ?de verdad necesita preguntarme eso?

Apoye la cabeza contra la puerta y la golpee con la frente una vez, y otra, como si asi pudiera expulsar mis pensamientos y miedos.

– Me mandara de vuelta al hospital-dije con cautela, en voz muy baja.

– ?Que? No lo oigo.

– No quiero regresar. No lo soportaba. Casi me mori. No quiero regresar al hospital.

– Francis, el hospital esta cerrado. Para siempre. No tendra que regresar a el. Nadie lo hara.

– No puedo volver.

– Francis, ?abra la puerta!

– Usted no esta realmente aqui-asegure-. Solo es otro sueno.

– Francis -dijo el senor Klein tras vacilar-, sus hermanas estan preocupadas por usted. Mucha gente lo esta. ?Por que no me deja que lo lleve al consultorio?

– La clinica no es real.

– Lo es. Usted lo sabe. Ha estado en ella muchas veces.

– Vayase.

– Prometame que ira.

– Muy bien. Lo prometo. -Inspire hondo.

– Digalo -insistio el senor Klein.

– Le prometo que ire al consultorio.

– ?Cuando?

– Hoy. O manana.

– ?Me da su palabra?

– Si.

Note como dudaba de nuevo al otro lado de la puerta, como si no acabara de fiarse de mi palabra.

– De acuerdo -concedio por fin-. Lo acepto. Pero no me falle, Francis.

– No lo hare.

– Si me falla, volvere.

Eso me sono a amenaza.

– Ire -asegure tras suspirar.

Lo oi alejarse por el pasillo.

Eso me satisfizo, y me dirigi hacia la pared de la escritura. Deseche al senor Klein de mi mente, junto con el hambre, la sed, el sueno y todo lo demas que podria haberse inmiscuido en la narracion de mi historia.

Bien entrada la medianoche, Francis se sentia solo en medio de los sonidos nocturnos del dormitorio del edificio Amherst. Estaba sumido en ese inquieto estado entre la vigilia y el sueno en que el mundo se difumina, las amarras a la realidad se sueltan y uno se ve arrastrado por mareas y corrientes invisibles.

Le preocupaba Peter, que se encontraba en una celda de aislamiento por orden del senor del Mal y que

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