mandan de repente a otra unidad.
– ?Usted piensa que yo hice todo eso? -Lucy lo miro con frialdad.
– Si -respondio Evans.
– Debo de ser mucho mas lista de lo que me pensaba -comento Lucy con sarcasmo.
El senor del Mal resoplo con la cara colorada. Lucy penso que tenia el aspecto de un hombre al que no le gusta nada que el mundo que controla rigidamente se altere. Fue a contestar con enfado, pero de pronto logro controlarse y hablar de modo comedido.
– El acuerdo para que trabajara en este centro ponia como condicion que eso no supusiera ninguna alteracion. Creo recordar que usted acepto tratar de pasar inadvertida y no obstaculizar los tratamientos en curso.
Lucy no respondio, pero entendio lo que estaba insinuando.
– Es lo que yo tenia entendido -prosiguio el senor del Mal-. Pero corrijame si me equivoco.
– No, no se equivoca. Lo siento. No volvera a pasar. -Sabia que eso era falso.
– Me lo creere cuando lo vea -replico Evans-. Y supongo que piensa seguir interrogando pacientes por la manana.
– Si.
– Pues eso ya lo veremos -repuso. Y con esa amenaza velada suspendida en el aire, el senor del Mal se volvio y se dirigio hacia la puerta principal. Se detuvo cuando vio a Negro Grande acompanando al Bombero. El psicologo observo que Peter no llevaba sujeciones como antes.
– ?Un momento! -grito-. ?Quietos ahi!
El corpulento auxiliar se detuvo y se volvio hacia el. Peter vacilo.
– ?Por que no lleva sujeciones? -aullo Evans, colerico-. Este hombre no tiene permiso para salir de estas instalaciones sin esposas ni grilletes. ?Son las normas!
– El doctor Gulptilil dijo que no habia problema. -Negro Grande arqueo las cejas.
– ?Como?
– El doctor Gulptilil… -repitio el auxiliar, pero fue interrumpido.
– No me lo creo. Este hombre esta aqui por orden judicial. Se enfrenta a graves acusaciones por incendio y homicidio involuntario. Tenemos una responsabilidad…
– Eso es lo que el jefe dijo.
– Voy a comprobarlo ahora mismo. -Evans se giro y dejo a los dos hombres en medio del pasillo.
Se dirigio hacia la puerta principal, revolvio sus llaves, solto un juramento cuando encajo en la cerradura una equivocada, volvio a hacerlo con mas fuerza cuando la segunda tambien fallo y, por fin, se rindio y se dirigio hacia su despacho apartando a los pacientes que se encontraban a su paso.
Francis siguio al hombre fornido, que se abria paso por Amherst. El modo en que ladeaba la cabeza, levantaba el labio ensenando los dientes, encorvaba los hombros y balanceaba unos antebrazos tatuadisimos advertia con claridad a los demas pacientes que se hicieran a un lado. Un recorrido depredador y desafiante. El hombre fornido echo un buen vistazo alrededor de la sala de estar, como un topografo que examinara un terreno. Los pocos pacientes que quedaban alli retrocedieron hacia los rincones o se ocultaron detras de revistas antiguas para evitar verle los ojos. Al hombre fornido parecio gustarle, satisfecho de que su estatus de bravucon fuera a establecerse facilmente, y avanzo hasta el centro de la sala. No parecio darse cuenta de que Francis lo seguia hasta que se detuvo.
– Bueno -dijo en voz alta-, ahora estoy aqui. Que nadie intente tocarme las pelotas.
A Francis le parecio una estupidez, y puede que tambien una cobardia. Los unicos pacientes que habia en la sala eran viejos seniles, o absortos en algun mundo distante y privado. No habia nadie que pudiera desafiar al hombre fornido.
A pesar de las voces que le gritaban que tuviera cuidado, Francis avanzo unos pasos hacia el, y este, por fin, se percato de su presencia.
– ?Tu! -exclamo-. Creia que ya me habia ocupado de ti.
– Quiero saber que pretendiste decir -comento Francis.
– ?Que pretendi decir? -El hombre imito la voz cantarina de Francis-. ?Que pretendi decir? Pretendi decir lo que dije y dije lo que pretendia decir. Nada mas.
– No lo entiendo -insistio Francis-. Al decir que eras el hombre que estoy buscando, ?que quisiste decir?
– Parece bastante obvio, ?no?
– No -replico Francis-. En absoluto. ?A quien crees que estoy buscando?
– Estas buscando a alguien mezquino -sonrio el hombre fornido-. Y lo has encontrado. ?Que? ?No crees que pueda ser lo bastante mezquino para ti? -Avanzo hacia Francis con los punos cerrados y un poco agazapado.
– ?Como supiste que te estaba buscando? -pregunto Francis, y se mantuvo firme a pesar de todos los ruegos de que huyera emitidos en su interior.
– Todo el mundo lo sabe. Tu y el otro tio, y la mujer del exterior. Todo el mundo lo sabe -afirmo el otro de modo enigmatico.
Francis penso que en el hospital no habia secretos. Pero eso no era cierto.
– ?Quien te lo dijo? -insistio.
– ?Como?
– ?Quien te lo dijo?
– ?Que cono quieres decir?
– ?Quien te dijo que yo estaba buscando a alguien? -aclaro Francis con la voz mas aguda. Habia ganado impulso, guiado por algo totalmente distinto a sus voces interiores y que hacia que las preguntas le salieran de la boca a pesar de que cada palabra aumentaba el peligro al que se enfrentaba-. ?Quien te dijo que me buscaras? ?Quien te dijo como era yo? ?Quien te dijo quien era yo, quien te dio mi nombre? ?Quien?
El otro adelanto una mano para tocarle la mandibula con los nudillos, como si lo amenazara.
– Eso es asunto mio -afirmo-. No tuyo. Con quien hablo y que hago es asunto mio.
Francis observo que abria un poco mas los ojos, como si captara alguna idea fugaz. Varios elementos volatiles se mezclaban en la imaginacion del hombre fornido, y en algun lugar de esa mezcla explosiva estaba la informacion que queria.
– Por supuesto que es asunto tuyo -admitio Francis suavizando su tono-. Pero puede que tambien sea asunto mio. Solo quiero saber quien te dijo que me buscaras y me dijeras eso.
– Nadie -mintio el hombre fornido.
– Fue alguien -lo rebatio Francis.
La mano del hombre se aparto de la cara de Francis, que vio un miedo electrico en sus ojos, oculto bajo la rabia. En ese instante le recordo a Larguirucho cuando se obsesiono con Rubita, o antes, cuando lo habia hecho con el. Una fijacion total con una unica idea, una oleada abrumadora de una sola sensacion en su interior, en alguna gruta dificil de penetrar hasta para la medicacion mas potente.
– Es asunto mio -repitio el hombre fornido.
– El hombre que te lo dijo podria ser el que estoy buscando.
– Vete a la mierda -solto el hombre a la vez que sacudia la cabeza-. No te voy a ayudar en nada.
Francis solo podia pensar que estaba cerca de algo y que necesitaba averiguarlo porque seria algo concreto que proporcionar a Lucy Jones. Entonces vio como el hombre fornido se agitaba, y la rabia, la frustracion y todos los terrores habituales de la locura se unian. En ese instante de peligro, Francis se percato de que habia ido demasiado lejos. Retrocedio un paso, pero el hombre fornido lo siguio.
– No me gustan tus preguntas -le espeto.
– Vale, ya no te hare mas -respondio Francis, retrocediendo.
– No me gustan tus preguntas y tampoco me gustas tu. ?Por que me has seguido hasta aqui? ?Que quieres que te diga? ?Que me vas a hacer?
Lanzo cada una de estas preguntas como golpes. Francis miro a derecha y a izquierda buscando un sitio donde esconderse, pero no encontro ninguno. Las pocas personas que habia en la sala se habian acurrucado en los rincones o bien observaban las paredes o el techo, cualquier cosa que las llevara mentalmente a otra parte. El hombre le empujo el pecho con el puno y le hizo dar otro paso atras de modo que casi perdio el equilibrio.
– No me gusta que te metas en mis cosas -exclamo-. Creo que no me gusta nada que tenga que ver contigo. -Le empujo otra vez, mas fuerte.