nerviosamente su taza en la mesilla. Winter vio una livida contencion en el rostro de Silver cuando miro al rabino con gesto de apremio. El rabino asintio y luego pregunto:
– Entonces, expliquenos, senor Winter. Expliquenos lo que Sophie le conto a usted.
El rabino tenia una voz extrana, de aquellas que empiezan en tono grave y van agudizandose con cada palabra, de modo que al final de su pregunta su voz era aguda e insistente.
– Solo puedo repetirle lo que ya le conte por telefono, rabino. Acudio a mi presa del panico. Creia haber visto a aquel hombre que ella recordaba de hace cincuenta anos. Sentia que era responsabilidad suya prevenirles a ustedes tres. Y despues, horas mas tarde, fue asesinada…
– Si, el yonqui -interrumpio Silver. Su voz era estridente-. ?No es asi como llaman a los drogadictos? Lo hemos leido en el periodico. Tambien lo han dicho en las noticias del mediodia. ?Forzo la entrada, entro y luego la mato para robarle su dinero! La policia le esta buscando. ?No hacen mencion alguna de
El rabino fulmino con la mirada a Silver y pregunto a Winter:
– Entonces, que seguridad tenia Sophie, que en paz descanse, acerca del hombre que vio.
Winter dudo antes de responder, viendo la ansiosa expectacion reflejada en los tres rostros. Tenia la impresion de estar adentrandose en un argumento ya iniciado y cuyas claves el desconocia, lo cual era precisamente el caso.
– Al principio, cuando llamo a mi puerta presa del temor, parecia muy segura de ello. A medida que se fue calmando tambien parecio menos segura.
Fue interrumpido bruscamente:
– ?Lo veis? -exclamo Irving Silver-. ?Ella no estaba segura! ?Ninguno de nosotros lo sabe con seguridad!
El rabino movio la cabeza lentamente.
– Por favor, Irving, deja que el senor Winter termine. Tenga paciencia con nosotros, senor Winter. Nos cuesta creer que ese hombre este aqui.
– Tendria que estar muerto -dijo Silver-. Y en caso contrario, ?por que esta aqui? ?No, el tiene que estar muerto! ?No puede haber sobrevivido!
Frieda Kroner fruncio el ceno al senor Silver. Luego hablo con un ligero acento aleman.
– ?El esta aqui, viejo chocho! ?Donde mas podria estar?
– Pero nosotros somos la gente que el una vez…
– Asi es -dijo ella friamente-. Hace tiempo mato a muchos de nosotros y ahora lo esta haciendo de nuevo. Era de esperar. ?Por que te sorprende? ?Acaso crees que un hombre que odia tanto se detiene alguna vez? Pobre Sophie. Cuando el la vio, ya no tuvo ninguna oportunidad. Nadie la tuvo nunca.
Una lagrima resbalo por su redonda mejilla. Se reclino en el respaldo del sofa, con los brazos cruzados sobre su amplio pecho, y rompio en quedos sollozos.
Winter alzo una mano.
– Senora Kroner… no hay ningun indicio de que otra persona, aparte del sospechoso que la policia esta buscando, este implicada en la muerte de Sophie…
– Si el la vio, el la mato. Y eso es lo que sucedio.
La mujer hablo con amarga rotundidad, obligando a Winter a dudar. Un cumulo de preguntas se agolpo en su mente, mientras se aconsejaba ir con pies de plomo, paso a paso.
– Habia una carta. Sophie me dijo que un tal Herman Stein se habia suicidado. ?El tambien habia visto a ese hombre?
De nuevo se produjo un silencio.
El rabino asintio con la cabeza levemente.
– Lo hablamos, pero no nos pusimos de acuerdo. Cuesta mucho creerlo.
– ?Conserva usted la carta?
– Si. -Alargo el brazo y cogio
Rabino:
Tengo noticias suyas a traves del rabino Samuelson del templo Beth-El. El fue quien me dio su nombre y me dijo que usted habia sido en otro tiempo berlines, como yo fui hace muchos, muchos anos.
Tal vez recuerde a un hombre que conocimos en aquellos tristes dias:
Pues bien, suponia que ese hombre habia muerto, junto con los demas. ?Pero no es asi! Hace dos dias asisti a una gran reunion de la Asociacion de Copropietarios de Surfside y le vi entre el publico, ?sentado dos filas detras de mi! El esta aqui. Estoy completamente seguro.
Rabino, ?a quien debo llamar?
?Que debo hacer?
No esta bien que este hombre siga vivo y me siento en la obligacion de hacer algo. Las preguntas oscurecen mi mente y la nublan de temores. ?Puede usted ayudarme?
La carta manuscrita estaba firmada por Herman Stein, e incluia su direccion y numero de telefono.
Simon alzo la vista.
– ?Cuando llego esta carta?
– Tres dias despues de la muerte del senor Stein. Desde Surfside, que no esta lejos, no es Alaska ni el polo Sur, pero el servicio postal no entrego la carta hasta tres dias despues de que fuera franqueada. Asi es como sucedio. -Los labios del rabino temblaron ligeramente-. Y ya era demasiado tarde para ayudar al pobre senor Stein.
– ?Y usted que hizo?
– Me puse en contacto con la policia. Y llame al senor Silver y la senora Kroner, y por supuesto a su vecina.
– ?Y que dijo la policia?
Hable con un detective que se quedo una fotocopia de la carta, pero me explico que el senor Stein, al que yo no conocia, vivio solo muchos anos y todos sus vecinos estaban preocupados por el porque ultimamente se lo veia muy triste y alicaido. Hablaba solo…
– Actuaba como un chiflado, como si ya no le importara vivir -dijo Frieda Kroner.
El rabino asintio.
– El detective me conto que el senor Stein escribio una nota de suicidio antes de dispararse y que eso era todo. No podia ayudarme mas. Era un hombre agradable, aquel detective, pero creo que estaba demasiado ocupado con otros asuntos mas urgentes. Me mostro la nota de suicidio del senor Stein.
– ?Se acuerda que ponia?
– Por supuesto. ?Como podria olvidarme de una cosa asi? Conservo aquellas palabras en mi memoria. Era una sola frase: «Estoy cansado de vivir, echo de menos a mi amada Hanna y por eso ahora voy a reunirme con ella.» Se disparo en medio de la frente.
– ?La frente?
– Eso me dijo el detective. Aqui. -Se golpeo ligeramente encima del entrecejo.
– ?Esta usted seguro? ?Leyo usted el informe del detective acerca de la escena del crimen? ?Le mostraron alguna fotografia? ?Vio el protocolo de la autopsia?
El rabino alzo una ceja ante la rapida bateria de preguntas.
– No. Simplemente me lo dijo. No me mostro nada. ?Un protocolo?
Simon Winter fue a formular otra pregunta, pero se detuvo. Penso: «La frente, no la sien.» Tampoco la boca, como habia escogido el en aquellos momentos que ya le parecian tan lejanos. Intento visualizarse sosteniendo una pistola en esa posicion, contra el entrecejo. Era extrano, no imposible ni improbable, pero era extrano. Y ?por que alguien cometeria un suicidio extrano? Probablemente el rabino habia entendido mal la explicacion del detective.