El rabino le miro con ceno.

– ?Usted entiende de estas cosas, senor Winter?

– Si. Durante veinte anos fui policia de la ciudad de Miami. Me retire a Miami Beach hace unos anos. Ya hace mucho tiempo de eso, pero si, aun entiendo de estas cosas, rabino.

– ?Era policia? -Silver se asombro-. ?Y ahora?

– Ahora solo soy un anciano mas en Miami Beach, senor Silver.

El rabino dejo escapar un bufido.

– Por eso Sophie acudio a usted.

– Si, supongo. Ella estaba asustada y sabia que yo tengo un revolver. -Inspiro hondo-. Penso que tal vez yo podria ayudarla.

– Yo tambien quiero un revolver. ?Y creo que todos deberiamos procurarnos uno para defendernos! -dijo Silver desafiante.

– ?Y que se yo de armas? -tercio Frieda Kroner-. ?Y que sabes tu, viejo loco? Lo mas probable es que acabaras pegandote un tiro, o a tu vecino, o al chico de los recados de la farmacia que te trae la medicacion para el corazon.

– ?Si, pero tal vez le dispare primero a el, cuando venga a por mi!

Esta afirmacion produjo un denso silencio en la habitacion.

Simon observo atentamente los tres rostros que tenia ante el.

El rabino parecia exhausto por el temor y la tristeza. Los ojos de la senora Kroner reflejaban una mezcla de desesperacion y desafio, mientras que Silver, con su caracter irascible, ocultaba el miedo que sentia.

– Tiene que perdonarnos, senor Winter -dijo el rabino-. Sophie era nuestra amiga y estamos de duelo por ella. Pero tambien estamos muy preocupados, y ahora creo que tambien asustados.

– No tiene que disculparse, rabino. ?Pero por que esta usted tan convencido de que aquel hombre del pasado la asesino? La policia tiene un testigo, un vecino que vio al agresor escapando del lugar. Un joven negro.

– ?Y usted se lo cree? -salto Irving Silver.

– Tienen a un testigo presencial. Vio al hombre en un callejon -repuso Winter.

El rabino meneo apesadumbrado la cabeza.

– Estoy confuso, senor Winter. Y la confusion solo parece llevarme hacia mas incertidumbres y miedos. El senor Stein dice que ve a Der Schattenmann y luego muere. Un suicidio. Sophie dice que ve a Der Schattenmann y muere. Asesinada por un desconocido de raza negra. Eso para mi es un misterio, senor Winter. Usted es el detective. Diganos: ?pueden ocurrir estas extranas coincidencias?

Simon reflexiono antes de responder.

– Rabino, durante muchos anos fui detective de Homicidios…

– ?Si, si, pero responda la pregunta! -se solivianto Silver. Y fue a proseguir, pero Kroner le dio un codazo en las costillas.

– ?Deja hablar a este hombre! -siseo asperamente.

Simon dejo que la tranquilidad volviese a reinar mientras consideraba su respuesta.

– Le dire algo: las coincidencias ocurren. Fantasticas e increibles coincidencias. Todos los detectives recuerdan sucesos sorprendentes, cosas que nadie podria haber anticipado ni en un millon de anos. Para quienes trabajan en Homicidios estas cosas, aunque no comunes, por lo menos son familiares. No obstante, ustedes deberian comprender que la inmensa mayoria de las muertes son perfectamente explicables. Es importante que primero siempre busquemos la respuesta mas sencilla, porque suele ser la verdadera causa de la muerte.

– Asi que lo que esta diciendo es que… -repuso Silver.

– ?Deja que termine, caramba! -le espeto Frieda y de nuevo le dio un codazo-. ?Eres un viejo maleducado!

– Gracias, senora Kroner, pero ya habia terminado.

Rubinstein asentia con la cabeza.

– Lo que esta diciendo es que si, que podria ser lo que parece: un suicidio y un asesinato cometido por un marginado.

– Asi es.

De nuevo se hizo el silencio en la estancia.

– ?Se ha formado una opinion al respecto, senor Winter? -pregunto Frieda.

– Tengo algunas preguntas, senora Kroner. Y creo que seria conveniente despejar todas las dudas posibles, porque en estos momentos hay demasiadas. Al margen de como murieron Sophie y el senor Stein, creo que a los tres les sera dificil seguir con su rutina cotidiana si, a cada momento, piensan que estan siendo acechados por ese tipo. Si es que existe.

Ella asintio y el rabino tambien.

– Yo aun quiero una pistola -murmuro Irving Silver.

Todos lo miraron. Winter vio que afloraban lagrimas en los ojos de Silver, que empezo a mover la cabeza lenta, casi imperceptiblemente, como si intentase librarse de todos los miedos que lo acuciaban.

El rabino se inclino hacia delante, mesandose su enmaranada mata de pelo con ambas manos. Hincho sus mejillas y luego solto el aire despacio. Entonces miro a Simon.

– ?Nos ayudara, senor Winter?

Simon sintio un subito rechazo interior. Miro a aquellos tres ancianos y recordo la mano temblorosa que su vecina habia apoyado en la suya, cuando habia interrumpido su propia muerte para ir a abrirle la puerta. Vio un tatuaje azul parecido al de Sophie en el antebrazo del rabino, y sospecho que bajo el holgado jersey blanco de la senora Kroner y de la camisa suelta a cuadros del senor Silver tambien encontraria lo mismo. Penso: «Prometi ayudarla y luego no lo hice.» Y aquella promesa aun persistia en su interior. Por tanto, respondio:

– Lo intentare, rabino. Aunque no estoy muy seguro de que puedo hacer…

– Usted sabe cosas que nosotros ignoramos. Muchas cosas.

– Ya hace mucho tiempo de eso.

– ?Acaso se olvidan esa clase de cosas? ?Esas tecnicas?

– No.

– Entonces podra ayudarnos.

– Eso espero.

Los tres ancianos intercambiaron rapidas miradas.

– Creo que necesitamos ayuda. Tal vez mas de lo que nos imaginamos, senor Winter -asevero la senora Kroner.

– Pues yo quiero un arma -se obstino Silver-. Si entonces hubiesemos tenido armas…

– ?Entonces los nazis nos habrian disparado alli mismo!

– ?Tal vez habria sido mejor!

– ?Que cosas dices, viejo loco! ?Sobrevivimos! ?Y ahora el mundo no olvida!

– Tal vez no olvida, pero ?acaso ha aprendido algo?

Irving Silver y Frieda Kroner se miraron. El rabino suspiro.

– Siempre estan asi -dijo a Winter-. Tiempo atras, cuando eramos demasiado jovenes, nos vimos atrapados en aquellos terribles acontecimientos y ahora discutimos. Incluso los eruditos discuten. Pero nosotros estabamos alli, y formamos parte de algo que es mas que solo historia.

– Y el tambien… -gruno Irving.

El rabino miro a los demas.

– Eso es cierto -dijo-. El forma parte de esa historia tanto como cualquiera de los que murieron o sobrevivieron.

– Y el tampoco ha olvidado -anadio Irving.

– No, creo que no.

Frieda empezo a secarse los ojos dandose toquecitos con una servilleta.

– Si el esta aqui…

– Y si nos encuentra… -anadio Silver.

– Lo mas probable es que nos mate.

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