escuela, de alguna parte antes de que la promulgacion de las leyes raciales se llevara a efecto. De esta manera, si estabas alerta, tal vez podias permanecer… ?como decirlo? ?Un paso por delante? Tenias la posibilidad de esconderte. O echar a correr, o sobornarles. Eran traidores, pero algunos, incluso casi al final, algunos aun conservaban alguna clase de sentimientos… -El rabino exhalo el aire lentamente- Pero nadie sabia quien era el. Era como si los nazis hubiesen inventado un
– ?Puede describirle?
– Era alto como usted… -empezo Frieda, pero Irving nego con la cabeza y agito la mano.
– No, Frieda, no. Era un hombre menudo como un huron. Y mas mayor, mas maduro que…
– No -tercio el rabino-. Tenia que ser joven para seguir vivo hoy en dia. Joven y fuerte, inteligente y ambicioso.
Se miraron y guardaron silencio.
– Eramos casi unos ninos -explico Rubinstein-. Nuestros recuerdos…
– Yo era pequena, como Sophie -dijo Frieda-. Todos los hombres me parecian altos.
– Mi hermano Martin era fuerte y alto, y por eso yo pensaba que todos los que no eran como el eran bajos.
– ?Se da cuenta, senor Winter? -dijo el rabino-.
– Una quimera.
– Y todos sabiamos -dijo el rabino friamente- que si te encontraba, entonces no podrias esconderte.
– ?Pero no podian sobornarle?
– Si y no -dijo Irving-. Tal vez escuchabas una voz en algun callejon oscuro y le prometias tu dinero, y tenias que entregarselo a el. Pero luego la Gestapo venia de todas formas, y la persona que creia haber comprado a
Frieda Kroner lanzo una exclamacion al recordar algo, pero levanto la mano y no hablo cuando los demas se volvieron hacia ella.
– Pero Sophie. Ustedes tres. El senor Stein. Ustedes sugieren que…
– Errores. Errores -dijo el rabino-. Se suponia que no iba a sobrevivir nadie, pero algunos lo hicimos. Somos un error. Y ahora, cincuenta anos despues, ese error va a ser enmendado.
Irving se estremecio y Frieda se seco los ojos.
Simon asintio. Le costaba entender aquel miedo casi palpable, pero sabia que llenaba la habitacion. Miro alrededor y se fijo en todas las cosas simples y cotidianas que habia en el apartamento del rabino: una gran menorah de laton, fotografias de amigos y familia, un mantel de elegante bordado… Pero todos esos objetos parecian oscurecidos por un turbio recuerdo, y el aire impregnado por un hedor toxico.
El rabino se reclino pesadamente.
– Es muy duro ser viejo y tener que recordar estas cosas -dijo-. Es como descubrir una nueva dolencia… Habia olvidado lo que era sentirse cazado.
Los otros asintieron con pesadumbre.
Simon quiso tocar el brazo del rabino para confortarlo un poco, pero no lo hizo.
– Hay algo mas que no comprendo -dijo entonces-. ?Por que ha venido aqui? En Miami Beach hay muchos supervivientes del horror nazi, es el lugar donde hay mas probabilidades de que alguien lo reconozca. ?Por que no esta en Argentina o en Rumania u otro lugar mas seguro?
Irving Silver nego con la cabeza.
– Es aqui donde el se siente mas seguro.
– ?Pero como?
– Usted no lo entiende -dijo Rubinstein, empezando lentamente pero acelerando sus palabras mientras hablaba-. ?
– Pero, ciertamente, hubo organizaciones. La Cruz Roja. Grupos que ayudaron a personas desplazadas…
– ?Por supuesto! ?Asi es como yo llegue aqui!
– Y yo -dijo Frieda.
– Yo no. Yo tenia parientes lejanos que me ayudaron -dijo Irving-. Pero ?quien ayudo a
– Diganmelo ustedes -dijo Winter.
– Su propia gente. La misma gente a la que habia traicionado -dijo Silver.
– Pero no si sabian quien era el, ?verdad?
– Por supuesto. ?Acaso los
Rubinstein asintio dandole la razon.
– Pero el habria sido consciente de aquel peligro -anadio.
– ?Entonces que me estan diciendo que hizo?
Los tres ancianos se removieron en sus asientos y se miraron entre si. Por un momento Winter pudo escuchar sus respiraciones. Era como si estuviesen debatiendo y evaluando su pregunta, pero sin palabras ni gestos. Simplemente dejando que sus pensamientos se mezclaran y resultase una unica conclusion.
El rabino se paso una mano por el menton.
– Se hizo pasar por uno de nosotros. Un superviviente.
Frieda Kroner asintio con la cabeza.
– Por supuesto. Era su unica escapatoria.
– ?Pero como podia fingir eso?
Irving Silver fruncio el ceno.
– ?El era
– Pero… -Winter dudo- seguro que habia otros como el. ?Les capturaron?
– ?Usted cree? No como el, desde luego.
– ?Pero por que aqui?
– Porque nosotros somos su gente.
– Nadie nos conoce mejor que el. Por esa razon tuvo tanto exito. ?Por que habria de temernos?
El rabino se levanto y cogio
– Si recuerdas aquellos tiempos… -empezo- recuerdas confusion y depravacion. El Holocausto, detective, era como una gran maquinaria dedicada al exterminio de judios. Pero para que los nazis pudieran llevar a cabo esta tarea (seguian hablando en todos sus discursos, propaganda y escritos acerca de la tarea «monumental» que llevaban a cabo) necesitaban ayuda. Y recibieron todo tipo de ayuda, desde todos los ambitos…
– Empezando por el Papa, que no les condeno… -dijo Irving Silver.
– Y siguiendo por los Aliados, que no bombardearon los campos ni las lineas ferroviarias de Dachau y Auschwitz… -anadio Frieda Kroner.
– Y tambien de la gente no judia, los polacos, checos y rumanos, italianos, franceses y alemanes que observaban todo aquello. Realmente, de todo el mundo, detective; de una forma u otra, todos ayudaron. Inclusive algunos del mismo pueblo que intentaban exterminar.
Simon Winter permanecio sentado en silencio, escuchando.
– Asi que considere Auschwitz, detective. Despues de que los nazis hacian la seleccion, alguien tenia que cerrar las puertas de las camaras de gas, y despues alguien tenia que sacar los cadaveres. Alguien tenia que alimentar los hornos y alguien tenia que dirigir el trabajo de toda esa gente para que funcionase. Y a menudo,