un lugar que frecuentaban a menudo. Con alguien de confianza y al margen de la ley. O con un perista que pudiese ocuparse de joyas caras.
Pero los peristas se cuidaban de tener tratos con los enganchados al
– No, tio -dijo en voz alta-. Estabas completamente colgado y querias librarte de todo cuanto antes, asi que una casa de empenos ya te iria bien. Una que tu supieses que lleva dos contabilidades. Una donde simplemente te aflojasen unos billetes de diez o de veinte sin hacer preguntas. Lo justo para que no te hagas rico pero no tan poco como para que vayas a otro sitio, ?correcto?
En la ruta del G-75 habia unas siete tiendas de ese tipo.
Robinson aparco y sonrio para si.
«Seguro que no querias andar demasiado, solo pensabas en librarte de aquellas cosas rapidamente, coger algo de efectivo y olvidarte del gran paso que habias dado. ?Sabes a que paso me refiero, tio? El que separa a un ratero de un verdadero delincuente. El paso que te llevara al corredor de la muerte en Raiford, donde te preguntaras que cono has hecho con tu vida y por que te sera arrebatada.»
Robinson se apeo y el calor que se alzaba de la acera lo envolvio. Cerro el coche y se puso a tararear una cancion.
Respiro hondo y penso: «No, amigo, seguro que no sabes lo cerca que estoy. Y aun voy a estarlo mas, y antes de que te des cuenta te echare el guante.»
Dejo que su mirada recorriese unos edificios al otro lado de la calle. Tres ninos jugaban con una bicicleta de plastico rosa chillon en un lugar donde las aceras de cemento tenian zonas de arena oscura. Detras de ellos habia dos edificios de apartamentos rectangulares de dos pisos. Los grafitos estropeaban la descolorida pintura blanca de las paredes. La mayoria de las puertas y ventanas estaban abiertas; si habia aparatos de aire acondicionado, o no funcionaban o era demasiado caro ponerlos en marcha. De vez en cuando salian gritos de furia repentina, improperios que surcaban el aire torrido sobre las cabezas de los ninos que jugaban fuera, ajenos a todo. Robinson sabia que cuando el dia fuese desapareciendo, esas mismas voces furiosas irian acompanadas del inevitable sonido de botellas de licor estrellandose contra el suelo y con frecuencia de algun disparo.
El detective dudo y dos ninos se detuvieron y le miraron. Le senalaron y se dio cuenta de que su apariencia no encajaba alli, con su traje beis, camisa abotonada, corbata y zapatos lustrados. Los ninos lo observaron un momento, comentaron algo y luego reanudaron sus juegos.
El movio la cabeza y penso: «Tienen siete anos y ya detectan a un policia. ?Tal vez dentro de diez anos vendremos a por ellos pistola en mano?» Miro alrededor buscando a alguien que vigilase a los ninos mientras jugaban en la calle, pero no vio a nadie. «Al menos, cuando yo era nino, mi madre me vigilaba», penso. Aquel recuerdo le produjo un sentimiento de tristeza y soledad; trato de alejarlo rapidamente y concentrarse en su trabajo.
La brisa alzo un remolino de polvo a sus pies. Se dirigio hacia la manzana donde habia visto la primera casa de empenos. Hizo una pausa antes de entrar. Cuando alargo la mano hacia la puerta, oyo que un coche tomaba la curva que habia detras de el y se giro rapidamente.
Era un coche patrulla blanco de Miami City. El sol que se reflejaba en el coche casi le deslumbro. Una ventanilla bajo y escucho una voz familiar:
– Vaya, pero si es el famoso detective de Miami Beach que viene a buscarse problemas.
Walter Robinson se hizo visera con una mano y repuso:
– Bueno, solo porque vosotros, vagos y perezosos, dejais que vuestros chicos malos se metan en problemas en mi territorio.
Oyo risas provenientes del asiento del pasajero y al acercarse al vehiculo otra voz dijo:
– Bueno, mejor alli que aqui.
La puerta del conductor se abrio y se apeo un negro corpulento, que vestia el uniforme azul marino de la policia de la City, con galones de sargento. Se dieron un rapido apreton de manos.
– Hey, Walter, muchacho, ?como te va?
– Bien, Lionel, muy bien.
Por el otro lado bajo otro sargento, este hispano, delgado y bastante mas bajo.
– Eh, Walt, amigo, ?como estas? -dijo en espanol al estrecharle la mano.
– ?Que extrana lengua extranjera hablas, John? -repuso Robinson con una sonrisa.
– Me llamo Juan, no lo olvides, viejo gringo negro. Eres tan malo como mi companero. Y ya veras, algun, dia se convertira en el idioma oficial de este pais y os obligaremos a hablarlo.
Los tres hombres se echaron a reir.
– Que te cuentas, tio
– ?Y por que si no iba yo a visitar un lugar como este? -repuso Robinson.
– ?Tal vez porque echas de menos el espiritu de comunidad y las actitudes solidarias?
– Me parece que es la comida, socio. El detective no encuentra cocina negra de su gusto alli en la Beach. Se ha cansado de la sopa de pollo y las bolas de
– Si, sera eso. Seguro que sabe mejor que esas cosas de banana frita que siempre estas devorando y que me haces comer. Es asqueroso -respondio Lionel Anderson.
– Los platanos fritos son buenos para ti. Te ayudan a aprender un idioma nuevo y comprender toda una cultura.
Robinson movio la cabeza y dijo:
– Diablos, Juan, pero si Lion-man apenas entiende la suya, ?como vas a hacerle comprender otra? ?Y ademas nueva?
– Bueno, Walt, amigo, reconozco que en eso llevas razon…
Los tres rieron de nuevo.
– ?Entonces que estas husmeando en la pintoresca Liberty City?
– ?Os habeis enterado del asesinato de la otra noche?
– ?El de la ancianita?
– Asi es.
– Recibimos un parte. Joyas robadas. Llego de vuestra oficina.
– Es este caso. Creo que el sospechoso utilizo el G-75 de ida y vuelta.
– ?Piensas que fue en autobus a matar a alguien?
– No creo que tuviese la intencion de matar a nadie. Tal vez tuvo suerte un par de semanas cometiendo robos con allanamiento.
– Pero la otra noche cometio un asesinato.
– Ya, pero imagino que igualmente necesitaba regresar aqui, pese a que la patata caliente que estaba acostumbrado a traer estaba mas caliente que de costumbre.
– Asi pues -intervino Rodriguez-, crees que vino aqui para quitarsela de encima rapidamente a cambio de lo que le dieran, ?es eso?
– Exactamente, Juan.
– Tiene sentido. Me refiero a que nada de esto tendria sentido para una persona razonable. Pero en este mundo, puedes estar seguro de que si tiene sentido.
– Estoy buscando algun lugar que abra a horas raras, ?sabeis de alguno? Uno que abra a medianoche…
Ambos sargentos se miraron un momento y luego casi al unisono dijeron:
– El Helping Hand.
– ?Como?
– La casa de empenos. Esta un poco mas arriba, a tres manzanas…
– Un nombre muy apropiado, ?no? -dijo Rodriguez-. «La mano que ayuda.»
Anderson movio la cabeza.