negro robusto, sentado en una mesa en la sala del lado opuesto. Estaba repiqueteando los dedos en la mesa de formica, mirando a un par de policias uniformados de Miami City, que le ignoraban de forma estudiada. Vio que el hombre encendia un cigarrillo y aplastaba la cerilla en un cenicero lleno de colillas. El detenido se removio impaciente en su asiento, un movimiento que provoco que ambos policias lo mirasen con ceno hasta que se quedo quieto de nuevo. Seguidamente procedieron a ignorarle de nuevo. La boca de aquel lanzo un escupitajo que no causo ningun efecto en los policias.

La joven se dio la vuelta y entro en la sala donde estaba Robinson.

El se levanto rapidamente.

– Hola, senorita Martinez, encantado de que haya venido.

– Detective -repuso ella con afectada formalidad.

Robinson esbozo una media sonrisa y miro a la joven mulata.

– Yolanda, quiero que observes atentamente a esta mujer.

La joven alzo sus enrojecidos ojos hacia Espy Martinez.

– ?Ves que traje tan bonito lleva, Yolanda? Mira sus zapatos. Bastante finos, ?eh? ?Ves su maletin? Es de piel autentica. Nada barato. ?Ves todo esto, Yolanda?

– Si, lo veo -replico la chica de forma hosca.

– Esta claro que no es una poli, ?verdad, Yolanda? ?Lo ves o no lo ves?

– No tiene aspecto de policia.

– Exactamente, Yolanda. Es la ayudante del fiscal del condado, Esperanza Martinez. Senorita Martinez, Yolanda Wilson.

Espy hizo un gesto de asentimiento con la cabeza a la joven, cuyos ojos solo reflejaban temor.

– Yolanda -prosiguio Robinson, con un tono mezcla de amenaza y seduccion-, intenta causarle una buena impresion; intenta causarle la mejor impresion que puedas, porque la senorita Martinez… ?Sabes como se gana la vida? ?Sabes lo que hace cada dia, uno tras otro? ?Sabes lo que hace, Yolanda?

– No -dijo la joven mirando a Espy Martinez y luego de nuevo al detective. Se limpio los ojos con un arrugado panuelo de papel.

– Mete a la gente como tu en el trullo -solto Robinson con rudeza. Se levanto e hizo un gesto hacia la fiscal-. Piensa en ello, Yolanda.

La expresion de la joven mulata se demudo.

– Yo no quiero ir a la carcel, senor Robinson.

– Lo se, Yolanda. Pero entonces tienes que ayudarme a sacarte de aqui. Tienes que decirme todo lo que sabes.

– Lo intento. Ya le he dicho todo lo que se.

– No, Yolanda, creo que no. Y no me he enterado de lo que necesito saber. Un nombre, Yolanda, quiero un nombre.

– No lo se… -insistio la chica, al borde del llanto-. No lo se. Reggie nunca me dice nombres.

– ?A una chica lista como tu? Yolanda, no te creo.

La joven oculto la cabeza entre las manos y se balanceo adelante y atras. Sus hombros se agitaban. Robinson dejo que el silencio se prolongase, para aumentar el miedo de Yolanda, hasta que ella dijo:

– Yo no se nada de ningun asesinato, detective. Por favor, tiene que creerme. Yo no sabia que habian hecho dano a alguien. ?Donde esta el sargento Lion-man? El se lo dira. Por favor.

– El sargento Lion-man no puede ayudarte, Yolanda, pero esta mujer si que puede. Piensa en ello. Ahora volvemos.

Acompano a Espy Martinez al pasillo y cerro la puerta, dejando a la desesperada Yolanda sorbiendose la nariz.

– Esta es la parte que mas me gusta -dijo Robinson, aunque Martinez tuvo la impresion de que le gustaban todas las partes de su trabajo.

– ?Que ha averiguado…? -pregunto ella.

Robinson saco una pequena bolsa de plastico que contenia un collar de oro. Se lo entrego a la fiscal, que vio la inicial de Sophie y el par de pequenos diamantes que adornaban la S.

– Esto llevaba puesto Yolanda.

– ?Esta seguro…?

– ?Cree que pertenecia a otra Sophie?

– No. Pero…

– Bien, obtendremos la confirmacion de los forenses despues. Tal vez el hijo o los vecinos podran identificarlo. Pero era el suyo. Confie en mi.

– Esta bien, Walter. ?Cual es el procedimiento?

Robinson sonrio.

– Muy bien, ya ha conocido a la pequena miss lagrimas y contricion. El problema es que dice la verdad. En realidad no sabe mucho de todo el asunto, aunque podria saber el nombre. Pero todavia no estoy seguro. Yolanda es mas lista de lo que imagina. Alguna de esas lagrimas podrian ser de cocodrilo. Bien, ya veremos. Los polis son una cosa, pero un fiscal real en persona es una experiencia nueva para ella; apuesto que esta pensando y haciendo memoria en estos momentos. Por otra parte, alli, en la otra sala, tenemos al tipo listo «quiero a mi abogado». Pero yo se que tiene la informacion que necesitamos. El procedimiento es simple. Es jugar el uno contra el otro.

– Pero si el ha solicitado a su abogado, entonces estamos obligados…

Robinson hizo una mueca.

– Espy, vamos. Claro que ha solicitado a su abogado. Ha estado gritando que quiere a su abogado desde que entramos en su tienda de empenos. Solo tengo que asegurarme que comprende, como le diria…, las ramificaciones de su renuencia. Demosle la oportunidad de que vea la luz, la oportunidad de hacer lo correcto. Aun no le hemos formulado ninguna pregunta realmente dura.

– Pero…

– Espy, asi es como funcionan las cosas. Observe.

– No estoy segura de entenderlo.

– Lo entendera enseguida. Y apuesto a que aprendera rapido.

– Ya lo veremos. ?Que quiere que haga?

Robinson sonrio ironicamente.

– Quiero que le asuste como si hubiese visto al demonio en el mismo infierno.

Antes de que Espy Martinez respondiera que no estaba segura de poder asustar a nadie, Robinson golpeo la ventana de cristal de la sala 2. Los dos policias salieron y el dueno de la casa de empenos se puso a gritar:

– ?Eh! ?Adonde vais?

Robinson hizo las presentaciones en el pasillo.

– Espy Martinez, estos son los sargentos Juan Rodriguez y Lionel Anderson.

– ?Sargento Lion-man?

– En persona. -La manaza del sargento envolvio la mano de la joven, sacudiendola arriba y abajo-. ?Usted es la que puso entre rejas a aquellos chicos de los robos con allanamiento?

– Mi salto a la fama -repuso Martinez.

– Fue un buen trabajo -dijo Rodriguez-. Aquellos chicos habrian acabado matando a alguien, seguro.

– Ya no podran -dijo ella.

Ambos sargentos sonrieron.

– Eso es cierto -dijo Rodriguez-. Al menos hasta que salgan.

Anderson pregunto al detective:

– ?Cual es el siguiente paso?

– Escuchad, chicos. Vais a entrar y hareis que Yolanda se sienta mucho mejor y piense sobre sus oportunidades si coopera con nosotros. Hacedle pensar que todo va a salir bien si habla. Sin mentiras. ?Entendeis?

– Sera un placer, Walt, viejo amigo.

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