pendiente, collar y brazalete. Saco la lista de objetos robados a la senora Millstein y empezo a comprobarlo con los expuestos.

Johnson se acerco a Robinson e, inclinandose por encima del mostrador, le dijo:

– Yo tambien tengo una lista con la procedencia de toda esta mierda, detective. No va a encontrar nada de lo que esta buscando.

– ?De verdad la tiene? -repuso Robinson con suave frialdad.

– Asi es.

– Me han dicho que abre hasta muy tarde.

– A veces en este vecindario la gente necesita hacer alguna transaccion por la noche. Tengo mucha competencia, ?o no se ha dado cuenta? Solo intento servir a mi clientela, detective.

– Apuesto a que si. ?Que me dice del pasado martes?

– ?Que pasa con ese dia?

– ?Abrio hasta tarde?

– Tal vez, probablemente.

– ?Algun cliente de ultima hora? ?Tal vez a medianoche?

– No me acuerdo.

– Intentelo.

– Lo estoy intentando, pero no recuerdo a nadie.

– ?Te burlas de mi, Reg?

Johnson fruncio el ceno.

– Deje de acosarme o llamo a mi abogado -amenazo.

Los dos hombres se miraron fijamente, y despues Robinson dijo:

– De quince anos a toda la vida, Reg. Eso para empezar.

– ?Que cono dice?

– Estoy hablando de complice en un asesinato en primer grado, Reg. Tal vez ahora si recuerdes el pasado martes y quien estuvo aqui a ultimas horas de la noche.

– No me asusta. No se nada de ningun asesinato. Creo que voy a llamar a mi abogado ahora mismo. Tal vez querra interponer una denuncia por acoso.

Reginald Johnson parecia orgulloso de la palabra «acoso». Se la repitio dos o tres veces a Robinson.

El detective echo otra ojeada a la vitrina de las joyas y lamento no disponer de fotografias de las joyas robadas. Todas las piezas le parecian mas o menos iguales y penso que era el resultado de ser soltero y no prestar atencion a las chucherias que atraen la mirada de las mujeres. Intento que su desanimo no se le reflejase en el rostro.

– Seria mejor que se procurase una orden judicial si quiere verlas mejor -dijo Johnson, pagado de si mismo.

En ese momento Yolanda salio de la trastienda portando un monton de papeles.

– Aqui tienes todo el papeleo de las armas -dijo extendiendolo sobre el mostrador.

Los dos sargentos se acercaron.

– Lo tenemos todo en orden -anadio ella-. Aqui no hay armas ilegales, sargento. Mire ese grande y viejo treinta y ocho que hay alli -senalo inclinandose demasiado sobre el mostrador- Pues aqui esta la licencia y el registro. ?Ve como estan en orden?

Ninguno de los policias miro el arma que ella senalaba, sino que se centraron en realizar una meticulosa inspeccion visual de sus pechos.

– Te creo, bomboncito -musito Anderson lascivamente.

– ?Yolanda! -salto Johnson furioso.

La joven se enderezo de forma coqueta. Sonrio al sargento y luego de nuevo a Robinson.

Sin embargo, este ya no miraba el escote de la joven, sino su cuello. Los fluorescentes del local hacian que la cadena de oro que llevaba puesta destellase. Robinson se volvio hacia Johnson y, entornando los ojos, dejo que una furia apenas controlada tinese su voz amenazadoramente:

– Tu sobrina tiene un nombre muy bonito.

Johnson no respondio, desconcertado.

Yolanda miro alrededor, de pronto asustada.

– Pues gracias -repuso ella dudando.

– Un nombre muy bonito -repitio Robinson.

Hubo un subito y tenso silencio. Anderson y Rodriguez se pusieron a ambos lados del detective y se llevaron la mano a sus respectivas armas. Entonces Robinson se inclino abruptamente por encima del mostrador, le quito las armas a Johnson y las aparto, haciendo perder el equilibrio al fornido propietario de la tienda, que se golpeo contra el mostrador con un sonido sordo y exclamo un «?Eh!» sorprendido.

Robinson lo sujeto por el cuello con una mano y le obligo a bajar la cabeza mientras le retorcia el brazo. Rodriguez habia inmovilizado la mano que quedaba libre al perista contra la caja.

– ?Tio, te has vuelto loco! ?Quiero a mi abogado! ?Yo no he hecho nada! ?Sueltenme! -exclamo el hombre.

– No, tu no has hecho nada -mascullo Robinson. Respiraba entrecortadamente y acerco su cara a unos centimetros de la del perista-. Yolanda, mira que nombre tan bonito -mascullo con fiereza-. Asi que dime, cerdo hijo de puta, rata de alcantarilla, por que lleva un collar de oro con la inicial de Sophie?

Robinson alzo la vista hacia la joven, que lanzo una exclamacion y se llevo la mano al cuello, recordando de pronto. Miro a Anderson e intento explicar:

– Si, pero es tan bonito que…

Johnson gruno y Rodriguez sacaba sus esposas, que produjeron un agradable y musical sonido metalico.

10 Como funcionan las cosas

Espy Martinez mostro su identificacion ante la mesa del sargento de recepcion, que le indico la hilera de ascensores con un criptico «Tercer piso. La estan esperando», antes de volver a sumirse en la lectura de una novela barata que descansaba sobre un monton de papeles. El libro exhibia en la portada una voluptuosa mujer, semidesnuda y blandiendo una pistola antigua en la chaqueta. La joven se dirigio hacia los ascensores y sus zapatos resonaron con un sonido monotono e impaciente en el suelo de linoleo.

El ascensor subio silenciosamente hasta la mitad del edificio. Salio mientras las puertas acababan de abrirse del todo. Buscaba a Walter Robinson, pero en su lugar vio a un detective del departamento de Robos que unos meses atras habia sido su testigo principal en un juicio. El hombre alzo la vista de un bloc de notas y sonrio.

– ?Hola, Espy! Has subido a primera division, ?eh?

Ella se encogio de hombros y el anadio:

– El espectaculo ya ha empezado alli. Aprovechan el tiempo.

A ella no le costo adivinar a que se referia y sonrio, a la expectativa. Siguio hacia donde apuntaba el dedo del detective, hasta el fondo de un estrecho pasillo iluminado por fluorescentes que conducia al nucleo de la jefatura de policia, que daba la impresion de estar sellado y apartado del calor implacable y el sol del exterior. Los conductos del aire acondicionado soltaban aire helado en el pequeno espacio y la joven se estremecio. El repiqueteo de sus pasos habia desaparecido, apagado por una moqueta gris; todo lo que podia escuchar era su propia respiracion. Por un instante, se sintio completamente sola y penso que esta era precisamente la sensacion que los sospechosos debian de tener en aquel sitio.

En mitad del pasillo habia un par de puertas una frente a otra. Un pequeno letrero de plastico en cada una rezaba INTERROGATORIO 1 e INTERROGATORIO 2. Habia ventanas en las paredes, de modo que podias quedarse en el pasillo y mirar a los sujetos que habia en cada sala. Espy Martinez reparo en que era cristal de un solo sentido: podias ver dentro, pero el de dentro no podia verte. Vio tambien que habia un intercomunicador junto a la ventana.

Dudo un instante al ver que Walter Robinson estaba sentado en una habitacion, delante de una joven mulata sorprendentemente atractiva y con los ojos enrojecidos, sin duda de llorar. Se dio la vuelta y vio a un hombre

Вы читаете La Sombra
Добавить отзыв
ВСЕ ОТЗЫВЫ О КНИГЕ В ИЗБРАННОЕ

0

Вы можете отметить интересные вам фрагменты текста, которые будут доступны по уникальной ссылке в адресной строке браузера.

Отметить Добавить цитату