ocurriria, que un SS le disparara a los pocos pasos, porque habria valido la pena poder sentir el sol en la cara una ultima vez. Pero los guardias habian huido por la noche. El campo estaba en silencio, salvo por las exclamaciones de desconcierto. Mi padre llego como pudo al patio central.
El profesor inspiro hondo.
– Yo queria a mi padre -aseguro-. Pero ?sabe que? A veces era como si, desde los diecisiete anos, siempre hubiera estado esperando la muerte. -Vacilo, recordo otra cosa y anadio-: Fue lo que dijo cuando se traslado a Miami Beach. Seguia queriendo morir al sol. Parecia el lugar ideal para el.
– Pero ?y su nombre? -le recordo Simon.
– Mi padre decia que se quedo dormido mientras acababa de salir el sol. Y, pasado un rato, oyo como un angel le hablaba inclinado sobre el. Siempre contaba que se sorprendio mucho, porque el angel hablaba en ingles. Mi padre sabia ingles porque habia crecido en… bueno, eso es otra historia. Pero conocia el idioma, y contaba que oyo decir al angel: «Pero si aqui hay uno vivo…» Abrio los ojos esperando ver el cielo, pero, en cambio, se encontro con la cara del sargento George
La voz del profesor parecia cargada de emocion.
– De modo que el sargento lo llevo a la enfermeria sin dejar de repetir todo el tiempo: «No te vas a morir, no senor.» Y cuando se desperto de nuevo, mi padre estaba en un hospital, y asi fue como sobrevivio. Y es asi como yo acabe llamandome George Washington Woodburn. Cuando era pequeno, cada dos anos, mis padres nos subian a todos en el coche y nos llevaban a Jefferson City, Alabama, a visitar a los Woodburn. El sargento se convirtio en jefe de bomberos. Tuvo seis hijos, y el mas pequeno estudia aqui, en la universidad. Cuando nos reuniamos, mi padre y el jefe Woodburn contaban siempre la misma historia. Y bromeaban y reian, y el jefe intentaba cargar a mi padre en brazos como habia hecho aquel dia, pero ya no podia, y todo el mundo reia. Murio hace poco mas de un ano. Asistimos todos a su entierro en Jefferson City, Alabama. Hacia mucho calor y mi padre paso horas llorando. Todos lo hicimos.
El profesor volvio a inspirar hondo. Simon capto el tono de tristeza que adquirio su voz.
– Como ve, mi padre sabia pagar las deudas, senor Winter.
Winter no supo que decir. Pero tuvo suerte, porque el profesor no parecia haber terminado.
– Estoy divagando -dijo-. Disculpeme.
– No, en absoluto. ?Se dedicaba su padre a la ensenanza universitaria, como usted?
George Washington Woodburn Stein solto una carcajada, como aliviado de cambiar de tema.
– ?Oh no, en absoluto! Era joyero. La familia, en Berlin, comerciaba con joyas antiguas. Por eso habia aprendido ingles de pequeno. Y tambien frances. Viajaban muchisimo, eran muy cosmopolitas. Eran de esos judios de Alemania que no podian comprender el alcance del mal que les iban a infligir. El arbol genealogico de la familia se remontaba a siglos. Mi abuelo debia creerse mas aleman que la gente que finalmente lo mando a la muerte.
– ?Era joyero?
– Si. Un hombre de una precision increible cuando trabajaba las piedras. Mi padre tenia delicadeza, un don. Era un artista de la exactitud, senor Winter. Aseguraba que le encantaban las joyas porque duraban para siempre. Como una obra de Shakespeare (ese es mi campo), un cuadro de Rembrandt o un concierto para piano de Mozart. Inmortales. Decia que las piedras preciosas formaban parte de la Tierra y podian vivir una eternidad. Para el, las piedras preciosas tenian vida, personalidad y caracter. Hablaba con los engastes cuando los trabajaba. Tenia manos de cirujano (a eso se dedica mi hermana) y ojos de tirador experto. Incluso al final de su vida, conservaba una vista extraordinaria… -De pronto vacilo.
– ?Pasa algo? -pregunto Simon Winter.
– Bueno, si y no.
– ?Le preocupa algo?
– Si. Senor Winter, no se si… -Se detuvo.
– ?De que se trata, profesor Stein?
– Pues que no lo conozco, senor Winter. -Sono vacilante-. No puedo verle la cara. Me cuesta expresar mis dudas a un desconocido. -El tono del profesor sonaba cada vez mas formal.
– Yo tambien soy viejo -indico Winter-. Como su padre. Soy un hombre mayor que fue inspector de policia y a quien otras personas mayores han pedido que averigue si ese hombre, la Sombra, esta aqui, en Miami Beach. Estan asustadas, y todavia no tengo una respuesta a su miedo, profesor. No saben si creer o no a su padre cuando les dijo que habia visto a
– ?Otra?
– Si. Solo que esta vez fue un asesinato.
– ?Mataron a alguien? ?Como?
– Un robo con allanamiento. Al parecer, lo hizo un drogadicto.
– ?Asi que no fue nadie parecido a la Sombra?
– Eso creen.
– ?Y que relacion hay con la muerte de mi padre?
– Solo esta: tanto su padre como la persona asesinada creian haber visto a la Sombra poco antes de morir.
El profesor dudo. Al hablar, su voz reflejo sorpresa:
– Es increible. -Se detuvo un instante y anadio-. Es la clase de cosa que a mi padre le habria gustado, ?sabe, senor Winter?
– ?Gustado?
– Si. Era un gran aficionado a las novelas de misterio. No se exactamente como adquirio este gusto, pero lo hizo. Sir Arthur Conan Doyle, Agatha Christie y P. D. James. Le encantaba especialmente la serie de Harry Kemelman sobre el rabino que investiga crimenes. ?Lo conoce?
– No, me temo que no.
– Son historias realmente interesantes. Una vez me obligo a leer algunas, mas o menos cuando me doctore. Decia que estaba en peligro inminente de volverme aburrido. Demasiados textos academicos y eruditos, demasiado estudio. Recuerdo que me dio un punado de novelas y me dijo que estaban llenas de dilemas, elementos de suspense y pistas falsas. Tengo que admitir que son muy ingeniosas. -El profesor hizo otra pausa-. Pregunteme lo que quiera, senor Winter -dijo por fin-. Despues le explicare lo que me preocupa.
Simon inspiro hondo.
– El revolver. Se suicido con uno del treinta y ocho…
– Mi padre aborrecia las armas, senor Winter. Me sorprendio saber que tenia una. Era un hombre apacible. Pero estaba en Miami, que es un lugar violento, asi que imagine que, simplemente, no se lo habia dicho a nadie.
– La manera en que lo hizo…
– Si, un disparo justo sobre los ojos. Eso me inquieto, senor Winter. A mi padre le encantaban sus ojos. Eran el instrumento de su arte. Jamas pense que haria algo que los danara.
– Entiendo…
– Y otra cosa. La forma en que la policia de Miami Beach describio como sujetaba el arma.
