La chica tiro de la sabana para cubrirse hasta los pechos y grito:
– ?Leroy, no!
Pero Leroy Jefferson no le hizo caso. Se giro medio agachado junto al colchon y, tras levantar el revolver, disparo dos veces, a traves del salon, hacia la puerta principal, justo cuando se combaba abruptamente debido a un mazazo.
En cuanto hubo llamado y anunciado su presencia, el sargento se habia hecho a un lado para que el Lenador tuviese espacio para maniobrar con la maza. El fornido inspector bramo como un animal herido cuando, justo al asestar el primer golpe al marco de la puerta, la segunda bala de Jefferson reboto en el cerrojo y se le incrusto en el brazo izquierdo. Hubo un estallido de piel, sangre y musculo, convertidos en una masa de un vivo escarlata. El Lenador se retorcio y la maza cayo al suelo con un ruido sordo, golpeando la reja de la barandilla. El Lenador siguio aullando mientras movia las piernas de forma espasmodica, como un corredor que intenta en vano acelerar con los pies hundidos en la arena. Sus alaridos, puras manifestaciones de dolor, se elevaron por encima del repentino griterio de los demas policias, que se lanzaban al suelo para protegerse o se apretujaban contra las paredes del edificio.
Los dos novatos que estaban atras oyeron los disparos y los gritos atormentados del Lenador, y corrieron con las armas preparadas hacia la parte delantera del edificio.
Al ver al inspector retorcerse de dolor, el sargento Lion-man se agacho para tomar la maza sin dejar de soltar juramentos. La echo atras con el movimiento de un bateador y la descargo contra la puerta. La madera se astillo al tiempo que se oyo otro disparo procedente del interior del piso. Esta bala atraveso tambien la puerta y zumbo por encima de la cabeza del sargento, que encadeno una segunda tanda de juramentos a la vez que descargaba de nuevo la maza contra la madera.
Robinson sujeto al Lenador y lo aparto de la posible linea de fuego. Oyo como, detras de el, Juan Rodriguez renegaba en espanol y, tras mezclar piadosamente un «mierda» tras otro con algun «ave Maria Purisima», gritaba a Lion-man que se quedara donde estaba. Oyo como otro miembro del equipo comunicaba un 10-45 (agente abatido) por radio. Lion-man bramo otra vez, furioso como un poseso, y levanto la maza para asestar el golpe final que arrancaria la puerta del marco. En la fraccion de segundo que el sargento tardo en dirigir su ultimo ataque, Robinson escucho, en medio del estruendo de gritos, pasos, maldiciones y ruido de cristales rotos, un tono que no alcanzo a discernir.
Cuando el marco se partio y la puerta se abrio de repente tras una violenta patada del sargento, Robinson se enderezo y entro rapidamente.
Cruzo la abertura, seguido por Rodriguez y dos policias mas. Todos gritaron «?Policia!» y «?No se muevan!» y apuntaron sus armas, que sujetaban con ambas manos, a izquierda y derecha, como les habian ensenado. Lo primero que vieron fue a la novia de Leroy Jefferson, desnuda y de pie en el centro de la habitacion, chillando fuera de si. Les lanzo un vaso de agua que se hizo anicos contra la pared, y uno de los agentes de Miami City se agacho y le disparo. Fallo. La bala se incrusto en la pared detras de ella, a apenas quince centimetros de su oreja, lanzando un hilo de polvo de yeso al aire. Juan Rodriguez tuvo la presencia de animo de alargar la mano para sujetar la del agente y bajarsela para que no volviera a disparar, a la vez que, enfadado, gritaba incoherentemente en dos lenguas distintas.
Robinson echo un vistazo alrededor. Habia tanta confusion y tanto ruido que le dificultaban la vision. Fue casi como si pudiera notar la ausencia repentina del sospechoso. Se volvio hacia la novia desnuda, que estaba muy rigida, con los ojos desorbitados, sin intentar cubrirse, como si le sorprendiera haber recibido un disparo y seguir viva.
– ?Donde esta? -grito Robinson.
Ella lo miro sin comprender.
– ?Donde esta? -bramo Robinson.
Esta vez la cabeza de la joven se ladeo y Robinson siguio con los ojos la breve mirada que dirigio al cuarto de bano.
– ?Mierda! -mascullo.
Cruzo de un salto la habitacion, como un saltador de altura que se acerca al liston, y se apretujo contra la pared, junto a la puerta cerrada. Alargo con cautela la mano hacia el pomo y lo giro. No se abrio. Inspiro hondo y retrocedio para dar un puntapie energico a la endeble puerta. Esta se combo y se abrio de golpe.
Robinson entro en el reducido cuarto de bano y vio al instante la ventana rota. Aparto la silla que se habia utilizado para romper el cristal y se metio en la banera de un salto. Tras casi caerse de un resbalon, se aferro al alfeizar. Se asomo al exterior y vio el lugar donde tendrian que estar los dos novatos. Pero solo vio la figura vaga y fantasmagorica de Leroy Jefferson, dos pisos mas abajo, incorporandose tambaleante en el patio trasero bajo una tenue luz, revolver en mano.
– ?Quieto! -grito.
Jefferson alzo la vista hacia la ventana y al punto se giro y huyo corriendo.
– ?Maldita sea! -solto Robinson-. El muy cabron ha saltado. -Y en ese momento se percato de que no habia nadie en el exterior del edificio, salvo Espy Martinez-. ?Joder! -exclamo-. ?Espy! ?Ten cuidado! -chillo impotente a traves de la ventana rota.
Luego se dio la vuelta y corrio desesperadamente hacia la puerta principal.
Sola, donde empezaba la oscuridad, Espy empezo a avanzar Pero se detuvo. Apenas distinguio la advertencia que le grito Robinson, al surgir de la noche y el ruido, y solo sirvio para aumentar la confusion que ya sentia.
?De que debia tener cuidado?
Habia visto el asalto al piso desde su punto de observacion, donde estaban estacionados los vehiculos policiales; se habia desarrollado como una obra de teatro lejana, interpretada en una lengua desconocida. Los disparos, los gritos, los golpes resonantes de la maza contra la puerta… Sabia que algo habia salido mal, pero, desde su posicion, no sabia que.
Empezo de nuevo a avanzar. Le parecio importante hacer algo: moverse, actuar. La obstinacion le recorria el cuerpo armando revuelo en su interior, enfrentandose con las repentinas sensaciones de duda y miedo que querian encadenarle las extremidades. Mientras estas emociones encontradas luchaban por hacerse con el control, vio que una figura se dirigia a toda velocidad hacia ella.
Leroy Jefferson corria descalzo por la tierra y las zonas de cemento que formaban la entrada de los apartamentos. No tenia una idea clara de hacia donde se dirigia, ya que solo pensaba en escapar. Unos trozos de cristal roto le lastimaron la planta de los pies, pero no les presto atencion.
De repente, le parecio estar en la cancha, delante de todo el mundo, con la pelota en las manos, elevandose hacia el aro. Los gritos de los policias se desvanecian tras el, mezclados con distantes vitores recordados de un gimnasio hasta los topes.
El aire le silbaba cerca de los oidos, como un viento tormentoso, y le sorprendio sentir, por primera vez en lo que parecian meses, que hacia fresco.
La figura que surgio ante el semejaba una aparicion.
Era una mujer, agachada, y tenia algo en las manos. Vio que ese algo era un arma. Vio tambien que la mujer tenia la boca abierta, y comprendio que le estaba gritando algo, pero se limito a correr mas rapido.
Viro bruscamente, pero el arma de la mujer lo siguio. Intento esquivarla, cambiar de direccion, pero el impulso le hizo continuar precipitadamente hacia delante, y en ese instante advirtio que habia levantado su revolver y estaba apretando el gatillo. Le quedaban tres balas, y las disparo todas. Las detonaciones retumbaron en medio de la noche.
Espy Martinez vio el arma de Jefferson, vio tambien que parecia apuntarla directamente, y grito «?Alto!» por enesima vez. De repente, la palabra se le antojo ridicula, porque no producia el menor efecto en la figura alta y enjuta que se le venia encima.
Dudo, y entonces el disparo.
«Estoy muerta», penso ella.
Y sin darse cuenta de lo que estaba haciendo, empezo a apretar una y otra vez el gatillo de su propia arma. No sabia si habia cerrado o no los ojos, si habia levantado o no una mano para protegerse, si se habia agachado o desplazado hacia un lado, o si en realidad habia permanecido rigida, en posicion de disparo, esperando que una bala la lanzara con brusquedad a los avidos brazos de la muerte.
Las tres balas de Jefferson no le dieron de milagro. Una le arranco el bolso del brazo, cortandole la correa. Otra le tiro de la manga de la chaqueta como un nino majadero y paso de largo. La tercera, silbando con lo que
