habia torcido todo, en que momento habia cometido el error que habia tenido como resultado un tiroteo. El procedimiento habia sido modelico y la organizacion habia sido perfecta. Pero que un policia acabara herido de bala en lo que deberia haber sido una detencion rutinaria, aunque compleja, exacerbaba su frustracion. El diagnostico inicial del Lenador no era bueno; lesiones de pronostico reservado en el musculo y el tejido oseo. Una carrera profesional que se habia evaporado en un instante. Habia pasado unos minutos con la mujer del policia, pero sus palabras trilladas de disculpa habian sido ignoradas. Habia informado a las autoridades policiales de South Beach y estas habian emitido un comunicado de prensa. Habia estado perdiendo el tiempo en el fondo de una sala mientras dos docenas de reporteros y camaras hacian preguntas y, despues, se habia marchado despacio por el pasillo hasta el sitio donde estaba sentado entonces. No sabia que le esperaba a Leroy Jefferson; en ese momento, deseaba que Espy Martinez le hubiera volado la cabeza. Eso habria motivado algo de papeleo molesto, pero seguramente habria sido mas satisfactorio para todas las partes implicadas.

Dejo que esta idea persistiera. A pesar de todo lo que habia salido mal, admitio que deberia sentir cierta satisfaccion. Despues de todo, habia resuelto el caso: Jefferson estaba acusado del homicidio en primer grado de Sophie Millstein. En el departamento de Homicidios de South Beach habia una gran pizarra con una lista de los casos abiertos. El asesinato de Sophie Millstein desapareceria de la pizarra. Habia hecho su trabajo.

Robinson dejo que un juramento saliera de sus labios en un susurro.

Recosto la cabeza en la pared y cerro los ojos un momento para volver a ver mentalmente el caos de los Apartamentos King como en una pantalla, pero en lugar de ello se vio a si mismo tomando a Espy Martinez por el codo para acompanarla hacia su duplex con la formalidad encorsetada de un cortesano del siglo XVIII. Durante el largo recorrido en coche por la ciudad, hubo momentos en los que ella habia balbuceado, mostrado una gran agitacion o mezclado un monton de improperios en sus palabras, y otros momentos en los que habia permanecido en un silencio lugubre. En cierta ocasion solto: «La madre que me pario. No me lo puedo creer; le dispare a ese cabronazo. Le di en la pierna, joder. Es increible. El muy desgraciado me disparo y yo le di, joder. Ya lo creo que le di.» Y cuando el le contesto: «Si, le dio», se habia sumido en un silencio tenso, como si el interior del coche vibrara sin emitir ningun sonido. Habia intentado encontrar algo que decirle, pero habia sido incapaz. Una vez, Espy habia soltado un grito ahogado, y cuando el se volvio hacia ella vio que sacudia la cabeza y se quedaba mirando por la ventanilla las luces de la ciudad a su paso.

En su casa, una vez en el umbral, le pregunto: «?Esta bien?», «?Seguro que esta bien?», «?Quiere que llame a alguien?», «?Estara bien sola», y ella le contesto que estaba bien. Todo el rato habia querido entrar con ella en su casa pero no se habia atrevido. Como un maldito adolescente durante la primera cita, se recrimino. Puede que la peor primera cita de la historia de la humanidad.

Murmuro otra palabrota y abrio los ojos. Cerro el puno y lo levanto a la altura de la cara.

– ?Vas a pegarme, o eso se lo reservas a mi cliente?

Robinson alzo los ojos, sorprendido. Era un hombre larguirucho, de cabello rizado y una sonrisa facil que contradecia la intensidad de sus ojos. Llevaba vaqueros, zapatillas de deporte sin calcetines y un polo blanco con una mancha, y Robinson supo que se habia levantado corriendo de la cama para venir al hospital. Pero no por ello dejaba el abogado de mostrar cierta indiferencia en la forma de apoyarse en la pared delante del inspector, justo donde solo habia habido sombras un momento antes.

– Hola, Tommy -dijo Robinson despacio-. ?Que haces aqui? -Conocia la respuesta, pero lo pregunto igualmente.

Thomas Alter tenia mas o menos la misma edad que Walter Robinson. El inspector imaginaba que si no fuera ayudante de la Oficina del Defensor de Oficio del condado, lo que lo convertia en adversario natural de todos los inspectores de Homicidios de la policia local, probablemente serian amigos. Rara vez se aprecia demasiado a las personas cuyo trabajo consiste en destrozar, en el claustro protegido de una sala de justicia, lo que uno hace. Se las respetaba, por supuesto. A menudo se admitia a reganadientes que formaban parte del mismo proceso. Pero era imposible tenerles un afecto genuino.

– Estoy aqui para asegurarme de que nuestro senor Jefferson recibe un tratamiento medico adecuado, lo que no incluye declarar sin haber hablado antes con su abogado, quien, para bien o para mal, resulta que es un servidor.

– No es nuestro senor Jefferson…

– De acuerdo, mi senor Jefferson…

– Vamos, Tommy. Tiene que comparecer ante el juez para la lectura de cargos y hacer una declaracion de insolvencia antes de que puedas verlo. Mientras tanto, si quiere hablar conmigo…

– Si, normalmente si, Walt. Eso es cierto. Pero esta vez no. Jefferson comparecio ante el tribunal hace menos de una semana acusado de posesion, pero la fiscalia va a retirar los cargos porque pulverice la orden de registro. Pero todavia no lo ha hecho oficialmente, de modo que Walt, amigo mio, lo sigo representando. Ya ves. No puedes hablar con el sin que yo, o alguien de mi oficina, este presente en todo momento. ?Entendido?

– Si el quiere…

– En todo momento. Le leiste sus derechos, y te estoy diciendo que no renuncia a ninguno de ellos. -Thomas Alter siguio sonriendo, pero su voz habia perdido toda suavidad.

Robinson se encogio de hombros para ocultar la irritacion que sentia.

– En todo momento -repitio Alter-. ?Entendido, Walt?

– Entendido.

– Eso significa las veinticuatro horas del dia. Los siete dias de la semana.

– ?No te fias de mi, Tommy?

– Pues no.

– Muy bien, porque yo tampoco me fio de ti.

– Ya -dijo Alter con una sonrisa languida-, pues supongo que estamos igual.

– No. Si hay algo que tu y yo no estaremos nunca es igual, porque yo no estaria aqui intentando proteger a un bastardo como Jefferson.

– De acuerdo. Supongo que no. Eres demasiado recto para eso, ?eh? -La voz de Alter contenia una nota de sarcasmo burlon-. ?Como te va, por lo demas? Me han dicho que la noche ha sido dura…

– Pues si.

– Lastima lo del policia herido. ?Es amigo tuyo?

– No.

– ?Espy esta bien?

– Si -respondio Robinson tras dudar un instante-. Puede que algo afectada, pero bien.

– Estupendo. No es como algunos de los hijos de puta que hay en la fiscalia. Es razonable. Dura pero razonable. Y bonita, ademas. Me alegro de que no la palmara ahi, en la jungla. Por lo visto, estuvo a punto. Yo, personalmente, no me acercaria a los Apartamentos King. Sobre todo de noche. ?Se puede saber que hacia alli?

Robinson no contesto.

El joven abogado defensor lo observo.

– Vete a dormir, Walter -sugirio con una sonrisa-. Pareces cansado. Este lio esperara a que vuelvas. De hecho, durara bastante tiempo.

Robinson se levanto. Miro a Alter, que seguia apoyado en la pared. El abogado dirigio la vista pasillo abajo, hacia un par de agentes uniformados que estaban sentados junto a la puerta de la sala de recuperacion. Ambos contemplaban al inspector.

– Diselo, Walt.

– Vete a la mierda, Tommy.

Alter sonrio otra vez, pero habia dureza en sus ojos.

– No, vete tu a la mierda, Walter. -Y a continuacion levanto la voz para advertir a los dos policias-: Escuchen. Nadie puede hablar con Jefferson salvo el personal medico autorizado y los representantes de la Oficina del Defensor de Oficio del condado de Dade. Y cuando terminen su turno, asegurense de que sus reemplazos lo sepan. ?Entendido?

Las palabras retumbaron en el pasillo, y los dos hombres miraron a Robinson, que asintio a reganadientes.

– Bueno, gracias, Walt -solto Alter-. De todas formas, creo que colgare una orden en su puerta. -Saco un formulario que llevaba el sello de la Oficina del Defensor de Oficio-. El juez de la lectura de cargos, Espy Martinez

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