risas y sollozos, a menudo provenientes de grupos opuestos. Los abogados de su bufete comparaban esas llamadas a la sala con los rodeos de ganado, sin faltar los tipicos mugidos en tono ronco. Capto por lo menos media docena de idiomas: espanol, frances haitiano, patois jamaicano, aleman de turistas y diversas variantes del ingles, desde el acento cansino del Sur profundo hasta el de Nueva York. Se abrio paso entre la multitud hasta la sala que le correspondia, y luego dudo unos instantes antes de pasar al interior. Durante esa pausa oyo una voz que decia:

– ?Ahi esta, ahi esta! Ya te lo dije, te lo dije. Venga, veamos si conseguimos asiento.

Se dio la vuelta y vio a una anciana entre dos hombres de pelo blanco. Estos iban vestidos con el atuendo basico de los jubilados radicados en Miami: bermudas, camisa a cuadros y sombrero de copa achatada. La mujer llevaba un vestido floreado y un jersey a rayas. Uno de los hombres empunaba un baston.

«Buitres», penso, y les sonrio. Todos los tribunales atraen un buen numero de personas mayores, las cuales se aposentan en la sala y siguen los diversos casos con el mismo empeno que los adictos a los culebrones. Llegan a conocer al personal del calabozo y el juzgado, expresan opiniones sobre los casos, observan la actuacion de los fiscales y los abogados defensores, critican las decisiones del jurado y lanzan vitores cuando los malos acaban siendo condenados. En su mayor parte resultan inofensivos, elementos fijos que de vez en cuando hacen alguna que otra observacion sagaz. No era infrecuente que se quedaran dormidos durante las vistas largas, y en ocasiones habia que interrumpir sus ronquidos mediante una rapida sacudida en el hombro por parte de un alguacil. Algunos llevaban anos paseandose por el Palacio de Justicia, lo bastante para ver a algunos acusados mas de una vez. Tal como indicaba su cruel apodo, llegaban temprano, se acomodaban en las filas y desaparecian por la noche. Espy siempre habia intentado mostrarse amable con ellos y los llamaba por su nombre de pila cuando lo sabia, lo cual la volvio popular entre un grupo que no parecia interesado en los torpes alegatos que hacian muchos abogados jovenes, menos experimentados.

– Hola, Espy -dijo la mujer-. Todo este barullo es por usted, querida.

– ?Que? -repuso ella.

– Su caso ha salido esta manana en el periodico -continuo la anciana-. Justo en la primera pagina de la seccion local. Eso es lo que ha atraido a toda esta gente.

– Aqui lo tengo -dijo el del baston, y empezo a pasar las hojas de un manoseado periodico-. ?Lo ve?

Le acerco el diario a la cara, y ella centro la mirada en el titular que aparecia en mitad de la pagina: ACUSADO ABSUELTO EN UN HOMICIDIO: SE SOSPECHA UN ACUERDO EN EL CASO DEL TIROTEO DE UN POLICIA.

– ?Joder! -La exclamacion le salio espontaneamente.

– ?Algun problema, querida? -pregunto la anciana.

Ella nego con la cabeza, pero mentia.

– ?Puedo quedarmelo? -pidio.

El anciano asintio con un gesto, tocandose el ala del sombrero con el dedo indice.

– Tenemos que entrar -dijo el otro anciano-. De lo contrario, todos los asientos estaran ocupados.

– ?Es cierto, querida? -inquirio la anciana-. El periodico dice que ese hombre va a ayudarla en otro caso, que por eso va a conseguir un acuerdo. ?Es verdad? No me agrada que esos individuos tan horrendos obtengan acuerdos. Ojala usted los hubiera metido en la carcel, Espy, querida. Aunque el vaya a ayudarla, aun asi preferiria que lo mandara a prision, porque no me parece que sea un hombre muy bueno, ?no? Ese precisamente, no. Es un hombre malo. ?Esta segura de tener que hacer esto?

Espy no contesto y se centro en leer el articulo. Habia pocos detalles, aparte del esencial de que Leroy Jefferson habia sido absuelto del asesinato de Sophie Millstein y se esperaba que asistiera a juicio aquella manana. El reportero no relacionaba directamente su cooperacion con la investigacion de la muerte, pero era algo que se inferia de manera obvia. Habia una afirmacion ya previsible por parte de Abe Lasser acerca de que preferia que los testigos fueran hombres santos pero que a veces tenia que valerse de lo que habia disponible. Reconocio en aquel comentario lo que Lasser denominaba «citas de medianoche», que eran perogrulladas bellamente expresadas que saciaban a cierto reportero del Herald que llamaba a altas horas de la noche, mucho despues del horario de oficina.

Hizo una mueca. El reportaje no se extendia mucho, pero era mas que suficiente para llamar la atencion sobre un asunto que ella deseaba llevar con discrecion.

– Maldita sea -dijo otra vez-. Malditos sean tus ojos, Tommy Alter. No has podido quedarte con la boca cerrada. -Miro a los tres ancianos-. ?Han visto al reportero del Herald? ?O a alguien de la television…?

Los tres asintieron.

– Ya esta dentro -informo la mujer.

– Vamos. -El anciano le tiro de la manga-. O nos quedaremos sin asientos. La sala se esta llenando y quiero sentarme.

El trio de buitres cruzo el pasillo a toda prisa y la dejo a ella apretando el periodico en las manos. Lo estrujo con fuerza, con la esperanza de expulsar por los dedos una parte de la furia que la invadia y recuperar la compostura. A continuacion, se giro bruscamente y entro en la sala detras de los ancianos.

Habia una sola camara de television, acechante en un rincon. El tecnico se giro en redondo y la enfoco de lleno como un francotirador mientras ella avanzaba por el pasillo central. La sala era oscura, una especie de hibrido entre el estilo de iglesia antigua que tenian algunos tribunales, con bancos de madera y pasamanos de roble marron, y una iluminacion indirecta y ultramoderna, tipo teatro, que cada vez iba volviendose mas ubicua. El efecto era el de un recinto de techo alto con una luz limpida y mate, ni un auditorio ni un salon. Era como si aquella sala se hubiera disenado para que todos los que se sentaban en ella se sintieran incomodos, obligados a hacer un esfuerzo para ver bien bajo aquella tenue luz y a inclinarse hacia delante para captar lo que se decia en medio de la mala acustica. Comprendio que en Florida aquello pretendia demostrar que en cualquier obra publica resulta mas logico entregar el inevitable soborno a constructores competentes de verdad y no malgastarlo en pagar al vasto numero de contratistas ineptos, con independencia de con cuantos concejales esten conchabados.

Vio a Tommy Alter sentado detras de la mesa de la defensa junto con otros dos abogados de oficio. Se situo a su espalda.

– Eres un bastardo -le dijo-. Se suponia que esto no iba a ser un maldito circo.

El se giro para mirarla.

– Vaya, yo tambien te deseo buenos dias, Espy.

– Me lo prometiste -le espeto ella con resentimiento-. No se iba a desvelar nada de esto hasta que hubieramos terminado con Jefferson. Estoy medio decidida a abandonar el acuerdo completo. Vuelve a presentar los cargos, cabron. Deja que tu preciado cliente pase un poco mas de tiempo esperando en el calabozo. ?Que te parece? Podrias dejarlo encerrado unos seis meses mientras yo voy por ahi dando palos de ciego con este caso. ?Le gustaria eso a el?

Alter la miro con los ojos entornados.

– Como siempre, sacas conclusiones precipitadas, y no es cierto.

– ?Que no es cierto?

– Yo no llame al jodido Herald, Espy. Y cuando me llamaron ellos, no quise hablar.

– Entonces ?quien hablo? ?Quien estaba enterado?

Tommy Alter sonrio lentamente.

– Bueno, tengo una sospecha. Es tu hombre, Espy.

– ?Walter? No digas tonterias, el jamas…

– No, no me refiero a Walter Robinson, sino a nuestro mutuo amigo el Lenador. El periodico lo cita a el diciendo que no esta nada contento con todo esto. ?Crees que quizas hizo el la llamada? ?Crees que quiza no le importa si jode algo o no, mientras consiga dar su opinion a conocer?

Ella se detuvo, todavia estrujando el periodico en la mano.

La sonrisa de Alter se ensancho.

– Esta bien pensado, ?a que si?

Espy se irguio y asintio con la cabeza.

– De acuerdo -dijo-. Vamos a por ello. Pero no quiero comentarios a la prensa despues. ?Lo has entendido,

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