pared, todos aguardando a que ella terminara con su caso para poder empezar ellos con los suyos. Espy penso que el sistema judicial era como el mar: su pequena ola habia crecido y habia roto contra la playa, y ahora comenzaba a disolverse y regresar rapidamente hacia el oceano mientras otra olita iba tomando forma para atacar la costa a su vez. Oyo el ultimo «culpable», se volvio y vio que procedian a llevarse a Jefferson de la sala. Recogio los papeles y los metio en su maletin, consciente de que la camara habia vuelto a enfocarla y experimentando una sensacion extrana, como si no fueran aquellos los unicos ojos que la seguian. Pero no hizo caso de dicha sensacion.
Robinson y Espy iban sentados en el asiento delantero del monovolumen sin distintivos, mientras que Jefferson y Alter ocupaban el trasero. El sol de mediodia llenaba el habitaculo, rebotado en el blanco capo. El aire acondicionado se esforzaba por superar el calor. La bahia se extendia a uno y otro lado reflejando el sol. Robinson miro un momento por el retrovisor y vio que Jefferson se revolvia incomodo en el asiento. Disponia de poco espacio para estirar la pierna, que aun llevaba envuelta en gruesos vendajes; la silla de ruedas viajaba en el maletero.
Robinson sabia que en el carril derecho de la calle Julia Tuttle habia un socavon enorme, de modo que lo enfilo directamente. Los gastados amortiguadores sufrieron un golpetazo cuando el neumatico derecho se hundio en el agujero. Leroy Jefferson hizo una mueca de dolor.
– Eh, Leroy -dijo Robinson en tono jovial-. ?Que numero de autobus pasa por la calle que lleva a Liberty City?
– El G-75.
– Exacto. Ese es el que tomaste aquella noche, ?verdad? Despues de ver como mataban a Sophie Millstein, ?eh, Leroy? Lo tomaste para volver a Liberty City. Con todo lo robado en las manos. ?En que ibas pensando, Leroy? ?Que pensaste de lo que viste?
– No contestes a eso -se apresuro a decir Tommy Alter.
– Va a tener que contestar. Ese es el trato.
Alter titubeo.
– Esta bien -resoplo-. Adelante.
– No pense nada -repuso Jefferson.
– No es suficiente, abogado. Me parece que vas a tener que informar a tu cliente de que tiene que ser comunicativo. Expansivo. Descriptivo. Un verdadero poeta, un artesano de la palabra en lo que respecta al asesinato de Sophie Millstein y todo lo que vio aquella noche. Diselo, Tommy. No quiero tener que regresar a la sala del juez.
– Te dira lo que quieras saber. Cuando lleguemos.
Espy Martinez no dijo nada, pero observo el semblante de Robinson. El inspector afirmo con la cabeza.
– Vale. Puedo esperar unos minutos. Bueno, ?y que se siente al ser libre, Leroy? ?Tienes planes para esta noche? ?Una pequena celebracion, quiza? ?Tus amigos vendran a verte para montar una fiestecita?
– No tengo amigos ni monto fiestas.
– Eh, venga, Leroy. No hay mucha gente lo bastante habil para salir bien librado despues de haberle disparado a un policia. Vas a ser un tio importante en tu barrio. Seguro que seras la admiracion de todos. Estoy seguro de que habra algun tipo de celebracion.
El cinismo de Robinson se esparcio por el interior del coche. Jefferson se limito a encogerse de hombros.
– Venga, Leroy. ?Ni siquiera una fiestecita pequena? Podras invitar a tus amigos de la beneficencia.
– Ya se lo he dicho, no son amigos mios.
– Bueno, ?y que me dices de una fiesta para uno?
– ?A que se refiere?
– Me refiero a que se que tienes un pequeno alijo tan bien escondido que no logramos encontrarlo cuando estuvimos registrando tu apartamento. Debajo de una tabla suelta o detras de un ladrillo flojo. Esta en ese apartamento, ?verdad, Leroy? Esta alli quietecito, esperando pacientemente, como un amigo de confianza, ?eh? Quiero decir, ?para que necesita uno amigos teniendo ese alijo? Por eso estabas tan ansioso de salir, ?eh? Vas a colocarte otra vez. Eso te quitara el dolor, seguro.
– Esta loco.
– Puede ser, puede ser. Tenlo en cuenta, Leroy. Puede que este un poco loco.
De repente Robinson dio un brusco volantazo hacia la derecha y se salio al tosco arcen que bordeaba la carretera levantando una rociada de tierra y polvo. Los cuatro pasajeros dieron un violento bote y gritaron al tiempo que el monovolumen derrapaba. El conductor acelero pisando el arcen de grava y coral. La grava del firme hizo que el coche se bamboleara y cabeceara, lanzando pedruscos como balas. Martinez apreto los labios y se agarro con fuerza mientras Robinson zigzagueaba entre dos coches y regresaba a la carretera. A su espalda un conductor demostro su irritacion y susto con
– Venga, Walter, ?que intentas demostrar? -exigio Alter-. Limitate a conducir.
Robinson no contesto. Jefferson tenia algo que simplemente lo ponia furioso; quiza fuera la sensacion de que aquel sospechoso se estaba burlando de todos, o quiza la manera satisfecha y frustrante en que Jefferson le sonreia. Robinson tuvo una idea grotesca: Jefferson estaba preparado para matar a Sophie Millstein. Habia cometido muchos robos con allanamiento, pese a que no se podian probar. Estaba preparado para empezar una escalada de violencia, para dar el salto del robo al robo a mano armada, y de ahi al homicidio. A la anciana la habria matado, sin duda, pero no tuvo que hacerlo porque alli habia otro que se le adelanto. Aquello parecia una especie de gran broma cosmica, lo mas gracioso que habia visto en su vida. Robinson exhalo el aire despacio, hizo rechinar los dientes y dirigio el coche hacia la rampa de salida haciendo rugir el motor para enfilar hacia la jefatura central.
Tomaron asiento en una de las ubicuas salas de interrogatorios y comenzaron despacio, deteniendose en los detalles, demorandose en todos los elementos de la noche en que murio Sophie Millstein. El planteamiento de Robinson era simple: queria obligar a Jefferson a que hiciera memoria y, al mismo tiempo, queria relajarlo y agotarlo. Incluso con la presencia de Tommy Alter, el cual vigilaba sin mucha atencion las respuestas de su cliente, Robinson pensaba que tal vez cometeria un desliz en alguna pregunta, que tal vez lograra extraerle una respuesta que pudiera, de forma inadvertida, vincular a Jefferson con todos los allanamientos sin resolver que precedieron al asesinato de Sophie Millstein. O por lo menos algo que el pudiera desarrollar mas tarde hasta convertirlo en una prueba para apoyar una acusacion. Seria estupendo, penso, presentarse una manana en la casa de Jefferson con una orden de detencion nuevecita por unos delitos que no formaban parte del acuerdo.
Por consiguiente, el inspector adopto un estilo tedioso, meticuloso, pensado para aburrir a todos los presentes en la sala. Le pregunto por el tiempo, le pregunto por los autobuses. Le pidio que describiera la ropa que llevaba puesta y que recordara donde habia comprado las zapatillas deportivas y por que habia comprado aquella marca, y por que lo apodaban Hightops, y como se habia introducido en el negocio de la cocaina, y todas las preguntas que se le ocurrieron que solo ocasionalmente guardaban alguna peregrina relacion con el caso en cuestion.
Prolongo aquello durante horas, dejando que el dibujante de la policia permaneciera sentado en un rincon, esperando su turno. El dibujante era un veterano y sabia muy bien lo que estaba pasando, asi que se lo tomo con calma. De vez en cuando Tommy Alter interrumpia, impacientado a medida que transcurrian las horas, marcadas por el reloj de pared que habia en la sala de interrogatorios. Al final se levanto y dijo que iba por un cafe y un periodico, y pregunto si alguien necesitaba algo.
– Yo quiero comer algo -dijo Jefferson.
Robinson se saco la cartera y dijo:
– Tommy, ?por que no le traes a tu cliente un emparedado y un refresco de la cafeteria que hay al otro lado de la calle? Mira, mejor trae un emparedado para cada uno. Senorita Martinez, a lo mejor le apetece acompanarle y echarle una mano.
Espy hizo ademan de protestar, pero comprendio que probablemente Robinson tenia un motivo para pedirle que acompanara a Alter, y que dicho motivo seguramente era retrasar su vuelta lo mas posible, de modo que asintio.
– ?Vas a continuar con el mismo rollo? -pregunto Alter.
– Si. Quiero repasarlo todo despacio.
– Bien. Volvemos dentro de unos minutos. Leroy, no contestes a ninguna pregunta con la que no te sientas comodo.
