Tommy? Hasta ahora lo has hecho muy bien evitando irte de la lengua de forma descontrolada, asi que intentemos seguir asi, ?vale?
Alter perdio la sonrisa y se sonrojo. Fue a contestar enfadado, pero se contuvo.
– Dejemos simplemente que se sepa -dijo al cabo de un instante.
A su espalda el alguacil estaba entonando el «Todos en pie», y sin responder, Espy se dirigio a la mesa de la acusacion. Observo como el juez, un hombre menudo y fibroso dotado de una calva estilo monje y de un labio superior que parecia fijado quirurgicamente en una sonrisa torcida, irrumpio en la sala como un emperador con prisas. Tras tomar asiento, lanzo una mirada al camara alzando una ceja y seguidamente recorrio la abarrotada sala con la vista. La ceja levantada demudo en un ceno de irritacion. Hizo una sena al alguacil, le susurro algo y acto seguido indico con la mano a Alter y Martinez que se acercasen, con el mismo gesto que uno emplearia para un cachorro mal adiestrado que acabara de causar un estropicio sobre una alfombra oriental.
Ellos se aproximaron solicitos al estrado.
– Bien -dijo el juez-, hoy tengo una agenda muy apretada y quiero terminarla deprisa porque despues de comer tengo un juicio importante. Ustedes dos son la atraccion principal. Vamos a empezar con el senor Jefferson. Si no he entendido mal, existe un acuerdo.
Martinez asintio.
– Si, senoria. Un acuerdo que dependera de que coopere con los investigadores. Se suponia que iba a mantenerse en secreto.
– Entiendo, senorita Martinez. Usted preferiria no desvelar demasiados detalles de su investigacion para que no queden registrados en las avidas libretas de nuestros defensores locales de la Primera Enmienda. ?Correcto?
– Correcto.
– Muy bien. Entonces, si le parece bien, senor Alter, limitaremos el coloquio sobre el acuerdo a lo que necesite hacerse publico. Yo pronunciare mi frase habitual de «Si no coopera, lo enviare a Raiford o al infierno», y despues continuare con mis asuntos y ustedes podran llevarse el circo al pasillo para darse el gusto de mentir, enganar o llevar a error a la prensa sin que yo este presente.
– Conforme, senoria -dijo Alter.
– Aplazare toda sentencia sobre el acuerdo hasta que reciba informes de ustedes que detallen el grado de colaboracion del senor Jefferson. Esa es la espada que usted le pondra en el cuello, senorita Martinez. Pero, asimismo, entiendo que a cambio de dicha colaboracion el senor Jefferson podra beneficiarse de una irrisoria fianza en efectivo y despues de una de esas preciosas tarjetas que lo sacan a uno del calabozo, ?no es asi, senor Alter?
– Ese es el arreglo.
El juez solto un resoplido.
– Espero que lo merezca, senorita Martinez.
El magistrado se reclino en su sillon de cuero mientras el alguacil entonaba:
– El Estado contra Leroy Jefferson.
Espy se volvio para regresar a la mesa de la acusacion y vio que un funcionario de prisiones entraba a Jefferson en una silla de ruedas por una puerta lateral. Jefferson la miro cenudo, pero a Tommy Alter lo saludo con un apreton de manos.
– ?Tenemos acuerdo? -pregunto el juez.
– Asi es, senoria -respondio Espy Martinez-. Debido a que el senor Jefferson ha aceptado prestar una cooperacion sustancial en varios casos no relacionados con este, y debido a que la acusacion ha reunido informacion que indica que el no fue el responsable del homicidio del que se le acuso inicialmente, se ha elaborado un acuerdo.
– ?Asi lo entiende usted, senor Alter?
– Si, senoria.
– Muy bien, senorita Martinez. Haga el favor de leer los cargos.
Espy leyo deprisa, pasando apresuradamente por la agresion, el robo, resistencia a la autoridad con violencia y varias acusaciones mas, cargos secundarios preparados para meter paja en el alegato pero que no iban a cambiar la verdadera indole del acuerdo. La idea era que el se declarase culpable repetidas veces hasta que el significado autentico del arreglo quedara confuso. Observo como volaban los dedos de la estenografa del tribunal. Cuando termino, el juez hizo un gesto a Leroy Jefferson. Alter maniobro con la silla de ruedas para situarla en el centro de la sala.
– Muy bien, senor Jefferson. Para que conste, haga el favor de decir su nombre y su direccion.
– Leroy Jefferson. Apartamentos King. Numero trece.
– ?Cuanto tiempo lleva viviendo ahi?
– Un par de anos.
– Senor Jefferson, ?esta tomando actualmente alguna sustancia narcotica?
– Solo la que me dan para el dolor de la pierna.
– ?Que estudios tiene?
– Fui al instituto.
– ?Hasta que curso?
– Obtuve el diploma.
– No me diga. ?Sufre alguna discapacidad o atrofia mental que le impida comprender el arreglo que ha firmado su abogado con el Estado?
– ?A que se refiere?
– Que si esta usted enfermo, senor Jefferson. ?Tiene alguna tara en la cabeza? ?Entiende el acuerdo?
– Ya he hecho otros acuerdos, senoria. Se lo que son.
– Bien. ?Entiende que si no cumple su parte del trato puedo rescindir ese acuerdo y condenarlo a pasar mas de cien anos en prision? Quiero que no le quede ninguna duda de que eso es lo que pienso hacer.
– Voy a ayudarles lo mejor que pueda.
– Bien. Pero entendera que para obtener beneficio de ese acuerdo, la fiscalia debe quedar satisfecha de su colaboracion.
– Quedara satisfecha, lo prometo.
– Bien. Se declara culpable porque es culpable, ?correcto, senor Jefferson?
– Si. Pero yo no hice lo que ellos dijeron que habia hecho cuando me detuvieron. No tuve nada que ver con ese asesinato…
– Entiendo.
– Deberia demandarlos por haberme disparado.
– Hable con su abogado, senor Jefferson. Pero, personalmente, soy de la opinion de que tiene usted suerte de estar de pie hoy aqui.
– No estoy de pie, senoria.
El juez sonrio, pillado en la paradoja.
– Muy cierto. De acuerdo, senor Jefferson. Cuando la oficial lea los cargos, usted debe decir la palabra «culpable». Senorita Martinez, imagino que tendra planes para el senor Jefferson.
– Si, senoria.
– Bien, puede sacarlo del calabozo cuando crea conveniente. Funcionaria, comience a leer. Y usted, senor Jefferson, una cosa…
– ?Si, senoria?
– No quiero volver a verlo. No la cague. Ahora tiene una oportunidad, no la desaproveche. Porque la alternativa es pasar un periodo muy largo en un lugar muy desagradable, y pienso enviarlo a el sin vacilar. ?Entiende eso, senor Jefferson?
El otro afirmo con la cabeza.
– Bien, oigamos como se declara culpable.
La funcionaria empezo a leer, y Leroy empezo a contestar. Espy lanzo una breve mirada a su espalda, hacia la sala atestada de gente. Sus ojos se posaron en el trio de ancianos y vio que estaban rodeados por una docena de jubilados mas, todos con la vista clavada en ella o en Leroy Jefferson, pendientes de todo lo que se decia. Recorrio la sala con la mirada y se detuvo en otros acusados, testigos, policias y abogados, sentados o apoyados contra la
