aparejado un beneficio obvio resultaba inquietante. Probablemente habia decenas de homicidios en los que Leroy no habria vuelto a pensar nunca. Pero aquel lo ponia nervioso.
– No quisiera tropezarme con ese tipo en una noche oscura. -bromeo Jefferson, reclinandose en su silla-. Y a usted mas le vale pensar lo mismo, inspector. Ese tipo era un asesino frio como el hielo.
– ?En algun momento le oiste decir algo?
– No. Era silencioso. Se movia con habilidad.
– De acuerdo, pero ?lo reconocerias si volvieras a verlo?
– Claro. Lo vi con toda claridad. Joder, mejor de lo que el viejo me vio a mi cuando huia. Ese tipo no se movia a toda leche, ?comprende? Actuaba con parsimonia, sin prisas, para hacerlo todo bien. Asi que lo vi con total claridad. Primero fuera, y luego cuando paso por mi lado para entrar en el apartamento. Menos mal que el no me vio a mi. Supongo que no esperaba tener a un negro pisandole los talones.
Robinson asintio otra vez. «Todavia tiene a un negro pisandole los talones, y no lo sabe.» Hizo una sena al dibujante, el cual se estiro igual que un perro que acaba de despertarse cerca de la chimenea y se acerco con su maleta.
– Es todo suyo -dijo Robinson.
– Muy bien, senor Jefferson -dijo el hombre-. Vamos a proceder muy despacio. Hagase una imagen mental del hombre que vio. Yo voy a mostrarle una serie de formas de cara distintas, y muy pronto tendremos un retrato de ese individuo.
Jefferson hizo un pequeno gesto con la mano.
– Por mi, vale.
El dibujante saco una serie de transparencias sobre unas hojas de plastico translucidas.
– Empezaremos con la barbilla. Voy a ensenarle varias formas, y usted ha de concentrarse en lo que recuerda. Mandeme parar cuando de con la forma buena.
– Oiga, detective -dijo Jefferson-. Si detiene a ese tipo, ?pedira la pena de muerte, igual que ha hecho conmigo?
– Desde luego.
Leroy asintio con la cabeza y arrugo la frente en un gesto de concentracion. Volvio la vista a las laminas de plastico.
– Jamas hubiera imaginado que iba a ayudar a la poli a freir a alguien -comento-. Pero ese tipo era un asesino. -Senalo una de las formas esparcidas en la mesa frente a el-. Vamos a empezar con esa -dijo.
Robinson cambio de postura y observo el meticuloso proceso de ponerle cara a la Sombra.
Tommy Alter se rindio al cabo de unas horas y se marcho despues de haberle sacado a Robinson la promesa de que Leroy Jefferson seria devuelto a su casa y de que el viaje seria directo y sin tropiezos. El dibujante era concienzudo y se negaba a darse prisa, un hombre que disfrutaba de su trabajo del mismo modo que disfruta un artista al ver como las formas van materializandose sobre el lienzo.
Ya era tarde cuando Espy Martinez y Walter Robinson tuvieron un momento a solas en el pasillo fuera de la sala de interrogatorios.
– Estoy agotada -dijo ella.
– ?Por que no te vas a casa?
Ella sonrio.
– Para mi, la casa representa dos cosas: aburrimiento o frustracion. Aburrimiento porque vivo sola y alli no hay nada que me haga sentir la persona que realmente quiero ser, y frustracion porque en cuanto cierre la puerta empezara a sonar el telefono, y seran mis padres llamandome desde su mitad del duplex. Mi madre querra saber que estoy haciendo y con quien, y me hara otra docena de preguntas a las que no quiero contestar. -Sacudio la cabeza-. Estoy demasiado cansada para solucionar estas cosas, Walter. Pero estar contigo es, no se, una aventura. Algo muy alejado de todo lo que he hecho siempre. Siempre he hecho lo que se esperaba de mi. Y esto no lo es, y me gusta. Me gusta mucho. -Alargo el brazo y rozo la mano de el con los dedos-. ?Hay algo de malo en ello?
– No lo se. No estoy seguro de lo que pienso, si es que pienso algo.
– Lo siento -dijo ella-. Podriamos hablar en otro momento, cuando no estemos tan cansados.
– Si -repuso el-. Es lo mas sensato.
– Quiero hacer que esto funcione -dijo ella.
– Yo tambien.
Espy Martinez hizo una pausa.
– Esta noche no quiero ir a casa.
El asintio. Estaba preocupado, pero el deseo supero todas las dudas que tenia. Apenas lo reconocio, se considero ligeramente debil y luego penso que era una estupidez, porque reflexionar demasiado sobre una relacion era casi como condenarla, y con Espy Martinez quedaban todavia muchas cosas que el deseaba que ocurrieran. De manera que se metio la mano en el bolsillo y extrajo el juego de llaves. Separo la del apartamento y se la entrego a ella.
– Tengo que hacer de chofer con nuestro Leroy. Ve a mi casa y esperame alli, ?vale?
– ?Quieres que te acompane?
– No. -Sonrio-. Asi tendre la oportunidad de fastidiar a ese cabron sin sentirme culpable de violar el espiritu del acuerdo que ha firmado con el estado de Florida.
– Esta bien -sonrio ella-. Pero no lo fastidies tanto como para que le entren ganas de escaparse.
– No va a escaparse a ninguna parte.
– ?Y manana que haremos?
– Empezaremos con el plan de Simon Winter. Iremos a verlo a el y a los dos ancianos llevando el retrato.
En ese momento se abrio la puerta de la sala de interrogatorios y aparecio el dibujante. Sostenia una hoja y la observaba con ojo clinico. Vio que los dos volvian la vista hacia el, y les dijo:
– A Jefferson no se le ha dado bien lo de los ojos, creo que es porque no llego a tener una vision de frente de ese hombre. Segun lo que ha contado, las mas de las veces lo vio de perfil, o quiza de tres cuartos. En ningun momento lo miro a los ojos, lo cual probablemente lo favorecera. Aparte de eso, opino que el retrato ha salido bastante bien. ?Que les parece?
Robinson cogio el dibujo y lo sostuvo en alto para que pudieran verlo los dos. Lo que vieron fue el retrato de un hombre mayor, alto y de pecho corpulento, que llevaba la edad que tenia con el aspecto de una persona bastante mas joven. Mostraba un menton fuerte, como de boxeador, con la piel tensa. Tenia los pomulos altos y la frente ancha, lo cual le daba el aspecto de un hombre que mirara a lo lejos. El pelo era blanco, de corte militar pero tupido.
– Esta muy bien -dijo en voz baja.
– Diablos, Walter, tu podrias hacerlo mejor. -El dibujante sabia de la aficion de Robinson.
– Asi que este es la Sombra -dijo Espy.
– No creo que los ojos sean estos -repitio el dibujante-. No lo he logrado.
Los ojos del retrato eran inexpresivos, vacios.
– Ya -replico el inspector-. Estos podrian ser los de cualquiera, no los de un asesino.
«Ojos como cuchillas», penso. Robinson sostuvo el retrato y se pregunto que dirian el rabino y Frieda Kroner cuando lo vieran.
Los Apartamentos King ofrecian un aspecto muy parecido al que tenian la noche en que Robinson habia ido a detener a Jefferson. Acerco el vehiculo al bordillo haciendo crujir varios cristales rotos. A lo lejos se oian ruidos nocturnos, acompanados de la sirena distante de un camion de bomberos que cruzaba aullando el centro de la ciudad.
– Hogar, dulce hogar -dijo Robinson.
Jefferson gruno:
– No es gran cosa.
– No puedo decir que lo sea.
– Puede que me mude a otro sitio. Ahora este esta muy relacionado con la mala suerte.
– ?Que mala suerte, Leroy?
– Es mala suerte que lo detengan a uno -respondio con una ancha sonrisa-. Aunque encuentre una
