desvaido. Saludo con la mano a los agentes uniformados que contenian a la gente en la acera y corrio hacia el bloque de apartamentos. Hizo caso omiso del desvencijado ascensor y prefirio subir a toda prisa por las escaleras exteriores.

Vio a los sargentos Rodriguez y Anderson de pie entre media docena de agentes frente a la puerta del piso de Jefferson. Habia varios hombres de paisano trabajando en la zona, uno de ellos con un equipo de toma de huellas dactilares, repasando la puerta.

Anderson lo vio primero y senalo el apartamento con un leve gesto de impotencia.

– ?Donde esta Jefferson? -pregunto Robinson.

– Dentro -respondio Anderson-. Lo que queda de el.

Rodriguez se hizo a un lado para permitirle entrar.

– Mira por donde pisas, Walt, amigo. Hay sangre por todos los putos sitios.

La luz que entraba por la entrada arrancaba destellos al armazon de acero de la silla de ruedas. Habia una atmosfera sofocante, a calor y sangre, un olor a rancio mezcla del bochorno del verano y el hedor de la muerte. Robinson avanzo despacio hacia el cadaver; se obligo a compartimentar, a ver cada uno de los detalles del cuarto por separado y por entero; los ojos de Jefferson se habian quedado abiertos: habia visto su propio asesinato. Robinson sintio un escalofrio y miro la cinta aislante que le rodeaba las munecas y vio que le habian puesto otra en la boca para que no gritara. El gris de la cinta estaba manchado de rojo por los bordes, acumulado en las comisuras de los labios. Examino el charco de sangre que manchaba el suelo debajo de la silla de ruedas. Los vendajes que cubrian la rodilla herida de Jefferson estaban rasgados y arrancados; resultaba evidente que Jefferson habia conocido el verdadero dolor en sus ultimos momentos.

Experimento una extrana combinacion de tristeza y rabia. Sintio ganas de insultar a Jefferson, de sacudirlo por los hombros hasta devolverle la vida. Juro para sus adentros mientras observaba aquel estropicio y toda la seguridad que traia en el coche iba desapareciendo poco a poco.

Se disparo un flash, y Robinson vio que el forense se agachaba junto al cadaver y le levantaba con delicadeza la cabeza para examinar un largo surco escarlata en el cuello.

– ?Eso es lo que lo mato? -pregunto el inspector.

– Tal vez. Resulta dificil saberlo.

– Entonces, ?que?

El forense se incorporo lentamente.

– Opino que se ahogo.

– ?Que se ahogo? ?Como?

– Si a alguien se le hace un corte determinado en la garganta y se le inclina la cabeza atras, la sangre cae por las vias respiratorias y va inundando los pulmones. No es una forma agradable de morir. Se tarda varios minutos. La victima no pierde el conocimiento. Pero por el momento no es mas que una suposicion. Fijese. Le han rebanado como si quisieran hacer una obra de arte culinario con el. Un monton de cortes pequenos que no resultan letales.

Un policia que pasaba cerca levanto la mirada.

– ?Como esos anuncios de television que emiten toda la noche? Uno de esos aparatos para la cocina que cortan, rallan, pican… hacen de todo.

Un par de agentes sonrieron y continuaron inspeccionando la habitacion.

– Era su testigo, ?no? -pregunto el forense.

– Asi es.

– Pues ya no. ?Que era, un caso de drogas? No he visto cosas como esta desde finales de los setenta, cuando los colombianos y los cubanos discutian por el territorio de la cocaina. Les gustaban particularmente los cuchillos, sobre todo los electricos, ya sabe, los tipicos que le regala la suegra a uno por Navidad. Los utilizaban para agredirse unos a otros. No es exactamente lo que tenia en mente la suegra.

– No, no es un caso de drogas. Es un asesinato.

– ?En serio? Yo juraria que era un caso de drogas. No se suele ver a un hombre tan torturado si la idea es solo cerrarle la boca. Lo normal es meterle una bala y ya esta.

– Este no es un caso normal.

– Bueno, lo que esta claro es que alguien se ha divertido de lo lindo haciendo esto. Alguien que disfruta con su trabajo.

Antes de que Robinson pudiera responder, se acerco a ellos otro inspector.

– Oye, Walt, hemos encontrado un poco de cocaina esparcida por ahi. Solo un poco. Y este tio tenia un largo historial de joder a otros camellos. Quiero decir que, vale, te estaba ayudando, pero seguro que tenia un monton de enemigos en el mundo real. Tios capaces de desollarlo sin pensarselo mucho. El tio que esperabas que Leroy te ayudara a trincar, ?sabia lo suficiente como para venir aqui y hacerle esto a este mamon?

– No lo se. No pense que supiera nada de Jefferson.

– Bueno, Jefferson salio el otro dia en el periodico. A lo mejor eso lo puso sobre aviso.

– Sigo sin entender como establecio la relacion. Mierda.

– El tipo que estas buscando ?es negro? ?De Miami Beach?

– No; blanco. Blanco y viejo.

Al oir eso, un par de detectives que estaban trajinando en la habitacion se detuvieron de pronto. Uno de ellos meneo la cabeza con gesto exagerado.

– ?Y tu crees que un viejo blanco vino aqui, a la selva, en mitad de la noche, e hizo esto? ?Ni de cona! No es que quiera aguarte la fiesta, Walt, pero ?un anciano de raza blanca aqui en plena noche?

– Creo que ha sido el.

– Bueno, puede ser. Es posible que una vez cada milenio venga aqui un viejo y consiga irse con el culo intacto. No digo que no pueda ocurrir, pero, Walt, vamos, se realista. Yo apuesto por los camellos de crack locales. Esto tiene toda la pinta de un ajuste de cuentas.

– ?Teneis algun testigo? -inquirio Robinson-. ?Alguien del edificio vio u oyo algo?

El detective sonrio.

– ?En los Apartamentos King? ?Crees que si alguien lo vio correra a contarnoslo? Ja. Viendo como ha quedado el pobre Leroy, ?crees que habra muchos interesados en ejercer los deberes del buen ciudadano?

Robinson meneo la cabeza con frustracion; su colega tenia razon.

Se aparto de la macabra escena y se apoyo contra una pared. Estaba absolutamente seguro de que la Sombra habia entrado en el apartamento y esperado a Jefferson, y de que cada corte que presentaba su cuerpo era como una exotica firma que solo el era capaz de leer. Reconocio una perogrullada fundamental en las reacciones de los otros policias: no tenia sentido que un anciano de Miami Beach fuera al centro de la ciudad a despanzurrar a un drogadicto de los bajos fondos y aspirante a traficante, pero estaba seguro de que precisamente eso habia sucedido. Y tambien sabia que la muerte de Leroy seguramente saldria impune: nadie se preocupaba mucho de el, ni vivo ni muerto.

Respiro hondo.

Leroy Jefferson esta simplemente muerto, se dijo. Los policias zarandearian a unos cuantos chivatos, intentarian enfrentar a una banda contra otra para ver si asi obtenian un nombre. «Pero no iran mucho mas alla; puede que hagan un pequeno esfuerzo extra por tratarse de un testigo de la fiscalia, pero conocen la mecanica. Cuando uno vive al margen de la sociedad, acepta las cosas como vienen.» Nadie diria que Leroy, el maldito Leroy Jefferson, no habia tenido exactamente lo que el cielo le reservaba, solo que lo recibio un poco mas despacio y mas dolorosamente de lo previsible. Un disparo desde un coche en marcha habria resultado mas conforme a las estadisticas. Se dijo que Leroy Jefferson era un mamarracho, si, pero a fin de cuentas, habia dicho la verdad. Habian estado muy cerca de trincar a aquel asesino cabron. «?Podria haberme tocado a mi? -se pregunto de repente-. Si hubiera dado un paso en falso, si me hubiera equivocado al tomar una decision, podria haber terminado igual: sin traje, sin placa, sin amante, sin futuro.»

Volvio a mirar el cadaver y penso: «Por mucho que me aleje de esto, siempre estara presente.» Era como contemplar una pesadilla, una que le tocaba mucho mas de cerca que aquella pareja de ancianos tumbados apaciblemente en su cama. Trato de imaginarse a si mismo con Espy Martinez, viejos, juntos y bebiendo champan al tiempo que engullian punados de somniferos.

Robinson dejo escapar un largo suspiro.

De pronto sintio frio, como si un viento extrano lo hubiera apartado de todos los demas policias que

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