examinaban la habitacion. Volvio la vista hacia los ojos abiertos del cadaver y les pregunto: «Estaba esperandote aqui dentro cuando te deje en el portal, ?verdad?»
Sabia la respuesta.
Recordo que se habia ofrecido a acompanar a Leroy hasta el apartamento, y se imagino a si mismo echando mano de su arma en el momento en que la Sombra se abalanzara sobre el. Y se pregunto: «?Habria logrado salir vivo?»
Penso que no.
Y volvio a interrogarse: «?Ese cabron seria capaz de matar tambien a un policia?»
Si. No creyo que a la Sombra le preocuparan las convenciones de la delincuencia, que establecian que matar a un policia era un crimen bastante peor que eviscerar a un camello chivato de la policia.
«Esta dispuesto a matar a todo el que perciba como una amenaza.»
Se estremecio y miro alrededor para ver si alguien se habia dado cuenta. Sus ojos se toparon con los del sargento Anderson, y por un breve instante los dos se miraron fijamente, hasta que el corpulento policia asintio con un gesto de comprension. Robinson respiro hondo y vio que el forense estaba inclinado otra vez sobre el cadaver.
Uno de los inspectores tambien lo vio.
– ?Que le resulta tan interesante, Doc? -exclamo.
El forense era un hombre menudo y con aspecto de raton de biblioteca, de facciones delicadas y con una calva que relucia de sudor. A veces se ponia a silbar mientras trabajaba en un cadaver, un detalle que hacia sonreir a los inspectores de Homicidios.
– Esta cinta que tiene en la boca -contesto-. Es muy extrana.
– ?Que tiene de extrano? -pregunto el inspector. Los otros dejaron lo que estaban haciendo y se giraron hacia el.
– Por un lado, no entiendo por que hay tanta sangre seca aqui y alla. Si el asesino le puso la cinta en la boca para hacerle callar y despues le corto la garganta para que se ahogase, en fin, toda la sangre estaria donde esta la mayor parte. En la boca no habria nada. Por la gravedad, ya saben. Los liquidos corren hacia abajo.
– O sea, ?que quiere decir?
– Pues que esta sangre la ha causado otra cosa.
– A lo mejor le dio un punetazo en la boca antes de ponerle la cinta.
– Puede ser. Pero no hay signos externos de golpes. Tan solo del cuchillo. -El forense silbo un momento una melodia reconocible de un musical de Broadway. A continuacion cogio el borde de la cinta-. No soporto esperar - dijo como para si-. Nunca lo he soportado, ni siquiera de pequeno. Cumpleanos, navidades, siempre queria ver lo que contenian aquellos paquetes. -Y despego la cinta de los labios del muerto. El plastico hizo un ruido de succion.
Todos se acercaron. Por un momento el campo visual de Robinson quedo obstaculizado por el forense.
– ?Vaya! -Este dio un paso atras-. En fin, supongo que al asesino no le agradaba nada la conversacion de la victima.
El medico se giro hacia Robinson, el cual vio que sostenia en la mano la lengua de Leroy Jefferson. Se la habian cortado de raiz.
Una vez instalada a bordo del vuelo de Londres a Berlin, Espy Martinez sintio la inevitable tension de sensaciones contrarias: agotamiento por lo erratico de sus horas de sueno y el viaje en avion, y energia por la idea de que estaba haciendo algo que podia ser importante. Su imaginacion estaba repleta de exitos: titulares de prensa y palmadas de felicitacion por parte de sus companeros. Se vio a si misma y a Walter Robinson unidos por la buena suerte y el exito profesional, y penso que aquel sonoro triunfo le permitiria presentarselo a sus anticuados padres, cuyos prejuicios raciales tendrian que doblegarse ante un triunfador aunque fuese negro.
Para ella, la Sombra tambien representaba un instrumento para su prosperidad personal. Sus deseos de prosperar en el amor y en su profesion eran lo unico en que podia concentrarse mientras oia el zumbido de los motores del reactor a traves del oscuro cielo de Europa. El hecho de encontrarse a miles de kilometros de su hogar y del epicentro del caso le resultaba totalmente indiferente. No veia nada singular en haber cruzado medio mundo, tan solo que habia alguien a quien debia entrevistar y que tal vez le facilitara un nombre, y que aquello podia ser lo unico que necesitaban ella y Walter Robinson.
A medida que el
Cambio un poco de dinero en la terminal y tomo un taxi hasta el hotel Hilton. Pidio al recepcionista que la despertaran a las ocho de la manana, una hora antes de la cita que habia concertado con el enlace policial en Bonn.
Por un momento, antes de meterse en la cama, se asomo a la ventana de la habitacion y vio una ciudad moderna extendida bajo un cielo nocturno. Y no se sintio tan lejos de casa.
Timothy Schultz, el enlace policial, la estaba aguardando en el vestibulo del hotel. Era un hombre corpulento, de cincuenta y tantos, con el pelo cortado al estilo militar y un agradable acento sureno. Nada mas verla salir del ascensor, se levanto de un abultado sillon y fue hacia ella con la mano tendida.
– Vaya, senorita Martinez -le dijo-, no sabe que gusto da conocer a alguien del gran estado de Florida, aunque sea de la peor zona del mismo.
– Me alegro de conocerlo, senor Schultz. Quiero agradecerle otra vez toda su ayuda.
– No ha sido nada. De todas formas, paso la mayor parte del tiempo atendiendo consultas del FBI sobre terroristas, ladrones internacionales de joyas y toda clase de escoria. La consulta que me ha hecho usted ha sido mucho mas interesante que lo que suele llegar a traves del telex. No me la habria perdido por nada del mundo.
– La hija me dijo que ella iba a hacer de interprete…
– Bueno, en ese caso me limitare a ayudarla.
Espy Martinez asintio y fue a decir algo, pero el hombre se le adelanto.
– Ya. Se lo que esta pensando. Piensa que como habra hecho este agradable muchacho de Pensacola para acabar aterrizando aqui, cuando, por la impresion que da, lo mas probable es que no sepa ni una palabra de aleman, ?no es asi, senorita Martinez?
– Bueno, yo…
– No es demasiado complicado. Mis abuelos eran inmigrantes alemanes y yo me crie con ellos porque mi padre nos abandono cuando yo todavia era pequeno. Conservaron el idioma, asi que lo aprendi muy temprano. Ahi tiene la explicacion.
Empezaron a cruzar el vestibulo.
– ?Desea que le haga una visita turistica, senorita Martinez? ?O tiene prisa por hablar con ese anciano antes de que su hija le haga cambiar de idea?
– Senor Schultz, no he venido aqui para hacer turismo.
El asintio y se encogio de hombros.
– Entiendo -dijo.
Atravesaron la ciudad en coche, y a pesar de los discretos intentos de Espy por concentrarse en la entrevista que la aguardaba, Schultz le fue haciendo de guia todo el camino, senalando los puntos de interes de la ciudad. Pasaron por el lugar donde habia estado ubicado el Muro, parques, edificios y un rio. Luego pasaron por la Iranische Strasse, donde estaba la sede del Departamento de Investigacion Judio, pero dicho edificio habia sido sustituido por un moderno complejo de oficinas. Schultz le explico que Berlin, como muchas ciudades europeas, tenia mas vidas que un gato; siglos de construccion la habian vuelto vieja y venerable, hasta que la guerra y las bombas la convirtieron en un monton de escombros. Los cincuenta anos transcurridos desde la guerra habian sido de reconstruccion, pero con el obstaculo que supuso el tiempo en que la ciudad estuvo dividida entre el Este y el Oeste. El resultado era una extrana mezcolanza de arquitecturas y diferencias de edad. Rio y le sugirio que se imaginara Miami dentro de cincuenta anos.