ahora se veia obligado a descubrir la verdad; no podia marcharse tan tranquilo.

– Asi pues, senor Cowart -concluyo Ferguson-, esa es la historia. ?Va a ayudarme?

Cowart penso en los miles de palabras que habia escrito sobre muerte y agonia, sobre todas las historias de tormento y dolor que habian pasado por sus manos para dejarle una minuscula cicatriz, el germen de sus terribles pesadillas. En ninguno de sus articulos habia escatimado nunca un apice de desesperacion. Y tampoco habia salvado nunca ninguna vida.

– Hare lo que pueda -respondio.

3

PACHOULA

El condado de Escambia esta enclavado en el rincon mas septentrional de Florida, y delimita en dos vertientes con el estado de Alabama. Comparte ciertos rasgos culturales con los estados que quedan inmediatamente al norte. Antes era una zona rural, con muchas granjas de subsistencia escalonadas en las verdes colinas y separadas por densos bosques de pinos achaparrados y por los rizados zarcillos de grandes sauces y vinas. Pero en anos recientes, y al igual que buena parte de los estados del Sur, el condado ha asistido al auge de la construccion; se ha procedido a la urbanizacion de terrenos, como en el caso de su principal poblacion, la ciudad portuaria de Pensacola, que ha levantado centros comerciales y barrios residenciales donde antes habia campo abierto. Pero, al mismo tiempo, ha conservado una cenagosa hermandad con Mobile, ahora mas cerca gracias a la interestatal, y con las regiones de agua salada y mareas asentadas en el Golfo. Como muchas regiones del Sur profundo, posee el aire contradictorio de acendrada pobreza y nuevo orgullo, un sentido de lugar duro avivado por generaciones a las que vivir alli les ha parecido no necesariamente facil, pero si mejor que cualquier otro lugar.

El vuelo regular nocturno hasta el pequeno aeropuerto consistio en una espantosa serie de sacudidas y descensos que revolvian el estomago al bordear unos gigantescos nubarrones que parecian molestos con la intrusion del avion bimotor. La cabina de pasajeros tanto se iluminaba con rafagas de luz como se quedaba a oscuras, segun el avion entraba y salia de los nubarrones y a medida que los rojos fogonazos de sol iban desapareciendo rapidamente sobre el golfo de Mexico. Cowart oyo como los motores se afanaban contra fuertes vientos, un runruneo que subia y bajaba como la respiracion de un atleta. Se mecia a merced del avion, pensando en el hombre del corredor de la muerte y en lo que le aguardaba en Pachoula.

Ferguson habia desatado una guerra interna en Cowart, quien habia salido de la entrevista repitiendose que seria objetivo, que lo escucharia todo y que sopesaria cada palabra con ecuanimidad. Al mismo tiempo, miraba a traves de la empapada ventanilla del avion y sabia que no estaria volando rumbo a Pachoula si esperara que lo convencieran de que la version del preso era falsa. Mientras el avion se deslizaba por el cielo, Cowart apretaba los punos al recordar la voz de Ferguson cargada de gelida ira. Entonces penso en la nina. «Once anos. Demasiado joven para morir. Recuerda eso tambien.»

Aterrizaron en medio de una tempestad torrencial, y se deslizaron por la pista a toda velocidad. Por la ventanilla, Cowart vio una hilera de arboles de hoja perenne en los confines del aeropuerto, oscuros y negros contra el cielo.

Atraveso la creciente oscuridad en su coche de alquiler en direccion al Admiral Benbow Inn, en las afueras de Pachoula, a escasa distancia de la interestatal. Despues de inspeccionar la habitacion modesta y agobiantemente ordenada, fue al bar del hotel, se hizo sitio entre dos viajantes y pidio una cerveza a la camarera. El pelo ralo y castano de la joven le endurecia tanto las facciones que toda ella parecia fruncir el entrecejo; incluso los labios, una tensa linea que se quejaba de servir demasiadas bebidas a demasiados viajantes y de rechazar demasiadas proposiciones de tipos que bebian whisky escoces y ginger ale. Sin dejar de mirar a Cowart, le sirvio una cerveza de barril, intuyendo cuando la espuma estaba a punto de rebasar el borde de la jarra.

– Usted no es de por aqui, ?no?

Cowart nego con la cabeza.

– No me lo diga -le dijo la joven-. Me gusta adivinarlo. Usted diga: la lluvia en Sevilla es una pura maravilla.

El rio y repitio la frase.

Ella le sonrio, y eso le resto algo de dureza a su gesto.

– No es de Mobile ni de Montgomery, eso seguro. Ni siquiera de Tallahassee o Nueva Orleans. Una de dos: de Miami o de Atlanta; pero si es de Atlanta, entonces no puede ser originario de alli, sino de algun lugar como Nueva York, y entonces Atlanta es para usted su residencia temporal.

– No esta mal -respondio Cowart-. Miami.

La joven lo observo, satisfecha consigo misma.

– Veamos -dijo-. Su traje es muy bonito, aunque muy clasico, como el que llevaria un abogado… -Se inclino sobre la barra del bar y con el pulgar y el indice le palpo la solapa de la chaqueta-. Agradable. No como los principes de poliester que venden el suplemento vitaminico para ganado que solemos usar aqui. Pero el pelo lo lleva un poco grenudo por encima de las orejas y veo que empiezan a salirle un par de mechones blancos. Asi que tendra… ?que, unos treinta y cinco?; un poco mayor para hacer de recadero. Si fuera un abogado de esa edad, deberia tener un ayudante recien licenciado para que se ocupase de venir a sitios como este en su nombre. Tampoco lo imagino de policia, no tiene aspecto de serlo, y no creo que se dedique a la propiedad inmobiliaria ni a los negocios. Tampoco tiene pinta de vendedor, como esos tipos. Entonces, ?que traeria por aqui a alguien como usted, directamente desde Miami? Solo se me ocurre una cosa: usted es un periodista en busca de la gran noticia.

Cowart se echo a reir.

– Bingo. Y por cierto, tengo treinta y siete.

La joven se volvio para poner otra cerveza, que sirvio a un hombre, y siguio hablando con Cowart:

– ?Solo esta de paso? No me imagino que clase de noticia le ha traido hasta Pachoula. Por si todavia no se ha dado cuenta, aqui no pasan muchas cosas.

Cowart vacilo, preguntandose si debia mantener el pico cerrado. Luego se encogio de hombros y penso: «Si esta chica adivino mi profesion en los dos primeros minutos, va a ser un secreto a voces cuando empiece a hablar con policias y abogados.»

– Un caso de asesinato -dijo.

Ella asintio con la cabeza.

– Tenia que serlo. Ahora me tiene intrigada. ?Que clase de caso? ?Vaya!, no recuerdo el ultimo asesinato que hubo aqui. Aunque no puedo decir lo mismo de Mobile o Pensacola. ?Esta investigando a los narcotraficantes? ?Por Dios!, dicen que cada noche introducen toneladas de cocaina por todos los rincones del Golfo. A veces pasa por aqui algun hispano; de hecho, la semana pasada vinieron tres tipos muy elegantes, con esos pequenos buscas en los cinturones. Se sentaron como si fueran los amos del local y pidieron una botella de champan antes de cenar. Tuve que pedir al camarero que fuera a buscarla a la licoreria. No costaba adivinar que estaban celebrando.

– No, no es sobre drogas. ?Cuanto tiempo lleva aqui?

– Un par de anos. Vine a Pensacola con mi marido, que era aviador. Ahora sigue volando pero ya no es mi marido, y yo estoy aqui, hundida en la miseria.

– ?Recuerda el caso, hace unos tres anos, de la nina Joanie Shriver? ?Supuestamente asesinada por un tal Robert Earl Ferguson?

– ?La pequena que encontraron junto a Miller's Swamp?

– Eso es.

– Lo recuerdo. Ocurrio justo cuando mi ex y yo llegamos aqui, ?maldito el dia! Seria la primera semana que yo trabajaba en este bar. -Solto una risita laconica-. ?Vaya!, y yo que pensaba que este condenado trabajo iba a ser siempre tan apasionante. La gente se intereso mucho por esa nina. Vinieron periodistas de Tallahassee y de la television de Atlanta. Asi aprendi a reconocer a los de su especie; todos pasaban por aqui. Claro que por aqui tampoco hay mas hotel que este. Hubo bastante movimiento un par de dias, hasta que por fin detuvieron al culpable. Pero todo esto es agua pasada. ?No llega un poco tarde?

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