– Estoy impresionado.

– Mas se impresionara con Robert Earl. Y procure recordar una cosa mas: es posible que la gente de aqui este mas que satisfecha con lo que le ocurrio a Robert Earl; asi que no espere hacer demasiados amigos, o fuentes, como a sus colegas les gusta llamarlos.

– Hay otra cosa que me preocupa -dijo Cowart-. Ferguson dice que sabe el nombre del verdadero asesino.

– Bueno, yo no se nada de eso. Puede que el si lo sepa. Pachoula es un lugar pequeno. Lo unico que se… -Su voz fue perdiendo jocosidad hasta adoptar una franqueza que sorprendio a Cowart-. Lo unico que se es que ese hombre fue condenado en un juicio injusto, y mi intencion es sacarlo del corredor de la muerte, sea culpable o inocente. Tal vez no sea este ano, ni ante este tribunal, pero si algun dia ante otro tribunal. Me he criado y he pasado la vida entre sudistas y racistas, y no voy a perder este caso. No me importa si el lo hizo o no.

– Pero si no lo hizo…

– Bueno, alguien asesino a la nina. Asi que alguien tendra que pagar por ello.

– Tengo muchas preguntas -dijo Cowart.

– Ya lo creo. Este es un caso con muchos interrogantes. A veces pasa. Se supone que el juicio deberia aclararlo todo, pero en realidad lo complica aun mas. Me parece que eso es lo que le ha ocurrido al pobre Robert Earl.

– ?De verdad cree que deberia pasarme por Pachoula?

– Claro -respondio el abogado. Cowart percibio su sonrisa al otro lado del telefono-. Creo que si. No se lo que se encontrara, ademas de un monton de prejuicios e ideas rancias. A lo mejor usted puede ayudar a que un inocente salga en libertad.

– Entonces, ?le parece que es inocente?

– ?He dicho eso? No, solo me referia a que deberian haberlo declarado inocente por falta de pruebas; lo cual es muy distinto, ?no cree?

2

UN HOMBRE EN EL CORREDOR DE LA MUERTE

Cowart detuvo el coche de alquiler en el camino de acceso a la prision estatal de Florida y su mirada escudrino la inmensidad de los campos para luego fijarse en los imperturbables edificios oscuros que albergaban a la mayoria de los presos de maxima seguridad. En realidad, se trataba de dos carceles separadas por un riachuelo: el correccional Union quedaba a un lado y la prision de Raiford al otro. El ganado pastaba en prados lejanos y en los campos de cultivo donde trabajaban partidas de presos se levantaban nubeculas de polvo. Habia torres de vigilancia en las esquinas y le parecio distinguir el destello de las armas de los guardias. No sabia en que edificio se encontraban el corredor de la muerte y la sala de la silla electrica, pero le habian dicho que estaban separados del edificio principal. Vio una alambrada doble, de unos tres metros y medio de altura y rematada con alambre de espino en espiral. El alambre brillaba al sol de la manana. Salio del coche y se quedo en pie. Un pinar crecia verde y enhiesto al borde del camino, como acusando al limpido cielo azul. Un soplo de brisa hizo susurrar las ramas y refresco la frente de Cowart.

No le habia costado convencer a Will Martin y a los demas del equipo editorial de que le dieran carta blanca para investigar las circunstancias de aquel caso, aunque Martin habia manifestado cierto escepticismo grunon al que Cowart habia restado importancia.

– ?Te acuerdas de Pitts y Lee? -le habia contestado.

Freddie Pitts y Wilbert Lee habian sido condenados a muerte por el asesinato del encargado de una gasolinera en el norte de Florida. Los dos habian confesado un crimen que no habian cometido. Uno de los periodistas mas famosos del Journal se habia pasado anos escribiendo articulos exigiendo su puesta en libertad. Gano el Pulitzer. Era lo primero que les contaban a los recien llegados a la redaccion del Journal.

– Aquello era diferente.

– ?Porque?

– Ocurrio en 1963 y bien podria haber sido en 1863. Las cosas han cambiado.

– ?En serio? ?Y que me dices de ese tipo de Texas, aquel al que el realizador de documentales saco del corredor de la muerte?

– Era diferente.

– ?Como de diferente?

Martin se habia echado a reir.

– Buena pregunta. Vale, ve. Tienes mi bendicion. Y recuerda, cuando termines de interpretar una vez mas el papel de periodista, siempre podras regresar a tu torre de marfil. -A continuacion lo acompano hasta la puerta.

Se informo a la seccion de noticias locales, que prometio prestar ayuda en caso de necesitarla. Sin embargo, habia detectado una pizca de recelo por el hecho de que la historia hubiera ido a parar a sus manos. Reconocia la ventaja que tenia sobre la plantilla local: en primer lugar, iban a permitirle trabajar solo, la seccion local habria asignado la historia a un equipo. Al igual que tantos otros periodicos y canales de television, el Journal disponia de un equipo de investigacion a tiempo completo al que llamaban «el equipo del primer plano» o «el equipo I», que habria abordado la noticia con la sutileza de una fuerza invasora. Y Cowart cayo en la cuenta de que, a diferencia de los periodistas en plantilla fija, el no estaria sujeto a ningun plazo, y no tendria encima a ningun redactor jefe adjunto todo el dia pendiente de la noticia. Descubriria lo que pudiera, lo organizaria como el considerase conveniente y escribiria como quisiera.

Trato de aferrarse a este ultimo pensamiento, blindarse contra la decepcion, pero, cuando el coche lo acercaba a la prision, noto que se le aceleraba el pulso. Unas senales de aviso en el camino informaban a los transeuntes de que nada mas entrar en la zona consentian en ser registrados, y de que hallarse en posesion de armas de fuego o narcoticos les supondria pasar una temporada entre rejas. Traspuso una verja en la que un guardia de uniforme gris cotejo su identificacion con una lista y, con poca amabilidad, le indico que siguiera adelante; luego aparco en la zona «visitantes» y entro en el edificio de administracion.

Hubo cierta confusion cuando topo con una secretaria que, al parecer, habia perdido su solicitud de entrada. Cowart espero pacientemente junto al mostrador mientras ella revolvia documentos, disculpandose nerviosamente, hasta encontrarla. Entonces le pidio que esperara en una sala contigua. Un agente lo escoltaria hasta el lugar en que iba a encontrarse con Robert Earl Ferguson.

Pasados unos minutos, un hombre mayor con porte de marine entro en la sala. Tendio a Cowart una mano enorme y nudosa.

– Sargento Rogers. Soy el agente de dia del corredor.

– Mucho gusto.

– Senor Cowart, hay algunas formalidades, si no le importa.

– ?Como cuales?

– Debo cachearle y registrar su grabadora y su maletin. Y tengo un formulario que usted debe firmar en prevision de que lo tomen como rehen…

– ?Que es eso?

– Es solo un formulario en el que reconoce entrar en la prision estatal de Florida por iniciativa propia, y promete, en caso de ser tomado como rehen durante su visita, no demandar al estado y no esperar que se tomen medidas extraordinarias para ponerle en libertad.

– ?Medidas extraordinarias?

El sargento sonrio y se meso el pelo cortado a cepillo.

– Quiere decir que no espere que pongamos nuestro culo en peligro para salvar el suyo.

Cowart sonrio e hizo una mueca.

– Suena a mal negocio.

– Asi es. La prision es un mal negocio para todo el mundo, menos para los que podemos volver a casa por la

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