haberlos rechazado. Valia la pena gastar el dinero, reflexionaba Herbie, solo por el placer de saber que McDermott se retorcia de dolor en una acequia, convertido en una masa de sangre y magulladuras. Herbie habia visto una vez a una persona despues de recibir una de esas palizas. Era francamente desagradable. El jefe de botones se humedecio los labios. Cuando mas lo pensaba tanto mas le agradaba la idea. Tan pronto llegara al piso principal, decidio, haria una llamada telefonica. Podria arreglarse en seguida. Tal vez esta misma noche.

Por fin llego un ascensor. Las puertas se cerraron.

El ascensor era el numero cuatro. Eran las doce v once minutos.

9

A la duquesa de Croydon le parecia como si estuviera esperando que una mecha ardiendo, poco a poco, llegara a una bomba oculta. Cuando estallaria y en que lugar, solo se sabria cuando se produjera el desastre. Tampoco se sabia cuanto tiempo tardaria en quemarse la mecha.

Ya habian pasado catorce horas.

Desde la noche anterior, despues de marcharse los detectives de la Policia, no habia sabido una palabra mas. Perturbadoras incognitas seguian sin respuesta. ?Que estaba haciendo la Policia? ?Donde estaba Ogilvie? ?Y el «Jaguar»? ?Habria algun detalle que, a pesar de su ingenio, la duquesa hubiera pasado por alto? Aun ahora, no creia haberlo hecho.

Una cosa parecia importante. Cualquiera que fuera su tension interna, exteriormente los Croydon deberian mantener apariencia de normalidad. Por este motivo habian pedido el desayuno a la hora acostumbrada. Incitado por la duquesa, el duque de Croydon hizo llamadas telefonicas a Londres y Washington.

Comenzaron a hacer planes para salir de Nueva Orleans al dia siguiente.

Mediada la manana, como casi todos los dias, la duquesa dejo el hotel para llevar a caminar a los Bedlington terriers. Habia vuelto a la Presidential Suite hacia media hora.

Eran casi las doce. Todavia no habia noticias respecto a la unica cosa que les importaba.

Considerada con logica, la posicion de los Croydon parecia inatacable la noche anterior. Y sin embargo, hoy, la logica parecia mas debil, menos segura.

– Casi se diria -aventuro el duque de Croydon-, que estan tratando de quebrantarnos con el silencio. -Estaba de pie, mirando por la ventana de la sala, como lo habia hecho muchas veces en estos ultimos dias. En contraste con otras ocasiones, su voz era clara. Desde ayer, si bien el licor permanecia disponible en la suite no lo habia tocado.

– Si ese es el caso -respondio la duquesa-, lo remediaremos…

Fue interrumpida por la campanilla del telefono, que llevo hasta el limite su nerviosismo, como todas las llamadas de esa manana.

La duquesa estaba mas proxima al telefono. Estiro la mano, pero luego se arrepintio.

– ?Quieres que lo atienda yo? -pregunto el duque con amabilidad.

Nego con la cabeza, rechazando la momentanea debilidad. Levantando el auricular respondio:

– ?Diga!

Una pausa. La duquesa respondio:

– Soy yo -cubriendo el microfono, informo a su marido-: (Es el hombre del hotel… mister McDermott… que estuvo anoche aqui.) Si, recuerdo, usted estaba presente cuando hicieron aquellas ridiculas acusaciones…

La duquesa callo.

A medida que escuchaba, su rostro palidecia. Cerro los ojos, luego los abrio.

– Si -dijo con lentitud-. Si, comprendo.

Coloco el receptor en su lugar. Le temblaban las manos.

– Algo salio mal -exclamo el duque de Croydon. No era una pregunta, sino una afirmacion.

– La nota -informo la duquesa con lentitud; apenas se le oia la voz-. Han encontrado la nota que escribi. El gerente del hotel la tiene en su poder.

Su marido se habia trasladado desde la ventana al centro de la habitacion. Permanecio de pie, inmovil, con las manos caidas a los costados, tomandose tiempo para asimilar la informacion. Por fin exclamo:

– Y ?ahora?

– Llamara a la Policia. Dijo que habia querido notificarnoslo antes. -Se llevo una mano a la frente con un gesto de desesperacion.- La nota fue el peor error. Si no la hubiera escrito…

– No. Si no hubiera sido eso, seria otra cosa. Tu no cometiste errores. El unico que importa, el originario, fue mio -replico el duque.

Cruzo la habitacion hasta el aparador que tambien era bar, y se sirvio un whisky doble, con soda.

– No tomare mas que este. Supongo que pasara tiempo antes del proximo.

– ?Que vas a hacer?

– Es un poco tarde para hablar de decencia. Pero si queda algun resto, tratare de salvarlo -respondio, bebiendo el whisky de un trago.

Se dirigio al dormitorio contiguo, volviendo casi en seguida con un impermeable ligero y un sombrero hongo.

– Si puedo, tratare de llegar a la Policia antes de que vengan a buscarme. Creo que es lo que se conoce como «entregarse».

Imagino que no queda mucho tiempo, de manera que dire lo que tengo que decir en la forma mas breve posible.

Los ojos de la duquesa estaban fijos en el. En este momento, hablar requeria mas esfuerzo que el que ella podia realizar.

– Quiero que sepas que te agradezco todo lo que has hecho. Los dos hemos cometido ese error, pero lo mismo te lo agradezco. Hare cuanto pueda para que no te veas comprometida en esto. Si a pesar de todo te complican, dire que toda la idea, despues del accidente, fue mia y que yo te persuadi -el duque hablaba con voz tranquila y controlada.

La duquesa asintio torpemente con la cabeza.

– Hay algo mas. Supongo que necesitare un abogado. Me gustaria que te ocuparas de eso, si quieres hacerlo.

El duque se puso el sombrero y con un dedo lo coloco en su lugar. Para ser una persona cuya vida entera y su futuro se habian desmoronado momentos antes, su compostura parecia admirable.

– Necesitaras dinero para el abogado -le recordo-, imagino que bastante. Podras darle para empezar algo de los quince mil dolares que ibas a llevar a Chicago. El resto deberias ponerlo en el Banco. Ya no importa llamar la atencion.

La duquesa no dio senales de haber oido.

Una expresion de pena cruzo por el rostro de su marido.

– Puede pasar mucho tiempo… -estiro los brazos hacia ella.

Fria y deliberadamente, la duquesa desvio la cabeza.

Parecia que el duque iba a volver a hablar, luego cambio de idea. Con un ligero encogimiento de hombros, salio de prisa, cerrando la puerta tras de si.

Por un momento la duquesa se sento pasivamente, considerando el futuro y calculando la publicidad y el oprobio que la aguardaban. Luego, por el habito de recuperarse, se puso de pie. Se ocuparia del abogado, que parecia ser necesario en seguida. Mas tarde, decidio con calma, examinaria los medios de suicidarse.

Entretanto, el dinero que se habia mencionado deberia guardarse en lugar mas seguro. Se dirigio a su dormitorio.

Le llevo pocos minutos, primero de incredulidad, y luego de frenetica busqueda, descubrir que el maletin habia desaparecido. La razon solo podia ser una: robo. Cuando analizo la posibilidad de informar a la Policia, la sacudio una risa frenetica de demente.

Si se desea un ascensor urgentemente, reflexiono el duque de Croydon, es seguro que tardara.

Le parecio haber esperado durante muchos minutos. Ahora, por fin, pudo oir que el ascensor se acercaba desde

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