Keycase saco las llaves del panel de contacto. Con lentitud bajo al suelo. Se obligo a sonreir.

– Le echare una mano -ofrecio Clancy con buena voluntad. Keycase tuvo el impulso de abandonar el coche y echar a correr. Lo desecho por inutil. Con resignacion, inserto la llave y abrio el portaequipajes.

Un minuto despues, puso el gato en su lugar, la rueda y las tuercas aflojadas, y estaba levantando la parte de atras del coche. Las maletas, abrigos de piel y plateria estaban amontonados a un lado del portaequipajes. Mientras trabajaba, Keycase podia ver al policia contemplando la coleccion. Increible: hasta ahora no habia dicho una palabra.

Lo que Keycase no podia saber era que el proceso de razonamiento de Clancy necesitaba tiempo para funcionar.

Clancy se inclino y toco los abrigos.

– Hace calor para esto. -La temperatura a la sombra en la ciudad durante los ultimos diez dias habia sido de treinta y cinco grados C.

– Mi esposa, algunas veces tiene frio.

Habia sacado las tuercas y liberado la rueda pinchada. Con un solo movimiento, Keycase abrio la puerta de atras del coche y tiro la rueda dentro.

El policia, dando una vuelta, miro el interior del coche.

– La senora no esta con usted, ?eh?

– La… la voy a buscar.

Las manos de Keycase luchaban freneticamente para sacar la rueda de recambio. La tuerca de seguridad estaba dura. Se rompio una una y se despellejo los dedos en ella. Sin hacer caso del dolor, saco la rueda.

– Todo esto parece raro.

Keycase se quedo helado. No se atrevio a moverse. Habia llegado al Golgota. La intuicion le decia por que.

El destino le habia ofrecido una oportunidad, y el la habia desechado. No importaba que la decision no hubiera pasado mas alla de su mente. El destino habia sido bondadoso, pero Keycase habia despreciado su bondad. Ahora, colerico, el destino le habia vuelto la espalda.

El terror lo sobrecogio cuando recordo lo que pocos minutos antes habia olvidado con tanta rapidez… el tremendo precio de una nueva condena: el largo tiempo en presidio, quiza por el resto de su vida. La libertad nunca le resulto mas preciosa. El Expressway tan proximo, le parecia a medio mundo de distancia.

Por fin Keycase supo lo que los augurios del dia anterior habian significado en realidad. Le habian ofrecido una liberacion, una oportunidad para iniciar una nueva vida, una salida decente al manana. ?Si hubiera sabido…!

En cambio habia interpretado mal los augurios. Con arrogancia y vanidad interpreto la bondad del destino como propia invencibilidad. Habia tomado su decision. Este era el resultado. Ahora era demasiado tarde.

?Acaso lo seria? ?Seria alguna vez demasiado tarde… por lo menos para esperar? Keycase cerro los ojos.

Prometio, con una profunda resolucion que, si tenia la oportunidad, sabia que cumpliria, que, si por una gran casualidad, podia superar este momento, nunca mas en toda su vida haria una cosa deshonrosa.

Keycase abrio los ojos. El policia estaba caminando hacia otro coche cuyo conductor se habia detenido para pedir una direccion.

Con movimientos mas rapidos de los que creia posible, Keycase puso la rueda, inserto las tuercas y saco el gato, que arrojo al portaequipajes. Aun en este momento, instintivamente, como haria un buen mecanico, Keycase dio a las tuercas un apreton mas cuando la rueda estuvo en el asfalto. Habia vuelto a cerrar el portaequipajes cuando volvio el policia.

– Ya esta listo, ?eh? -aprobo Clancy olvidado de su pensamiento anterior.

Keycase bajo la tapa de la maletera. Por primera vez, el patrullero Clancy vio la matricula de Michigan.

Michigan. Verde y blanca. En las profundidades de la mente de Clancy la memoria comenzo a trabajar.

?Habia sido hoy, ayer, el dia anterior? El comandante de su peloton, al pasar la orden del dia, leyendo el ultimo boletin en voz alta dijo algo referente a las patentes verdes y blancas.

Clancy deseaba poder recordar. Habia tantos boletines… personas buscadas, personas perdidas, automoviles, robos. Todos los dias los jovenes, ansiosos y brillantes de la compania, garabateaban de prisa en sus cuadernos, recordando, apuntando la informacion. Clancy trataba de hacerlo. Siempre hacia lo posible. Pero inevitablemente, la voz breve del teniente, la lentitud de su escritura, lo dejaban atras. Verde y blanca. Ojala pudiera recordar.

– De Michigan, ?eh? -pregunto Clancy senalando la matricula.

Keycase asintio. Estaba mareado. El espiritu humano solo podia absorber hasta determinado limite.

– Water Wonderland: -Clancy leyo en voz alta la leyenda en la matricula.- He oido decir que alli hay una pesca magnifica.

– Si… asi es.

– Me gustaria ir algun dia. Me encanta pescar.

Desde atras, sono una bocina. Clancy mantuvo la puerta abierta. Parecia recordar que era un policia.

– Dejemos libre este canal. -Verde y blanca. El pensamiento aun le molestaba.

El coche se puso en movimiento. Keycase siguio adelante. Clancy lo miro partir. Keycase, con precision, ni muy ligero ni muy despacio, firme en su resolucion enderezo el coche hacia la rampa del Expressway.

Verde y blanca. Clancy movio la cabeza y volvio a dirigir el transito.

No en balde le llamaban el policia mas tonto de la compania, sin una mencion especial.

17

Desde Tulane Avenue, la ambulancia de la Policia, celeste y blanca con su caracteristica luz azul centelleando, irrumpio en la entrada de emergencia del Charity Hospital. La ambulancia se detuvo. Las puertas se abrieron con rapidez. Sacaron la camilla en que estaba Dodo y luego, con la prisa que da la practica, corrio sobre ruedas empujadas por los asistentes a traves de la puerta senalada: Pacientes externos blancos.

Curtis la siguio de cerca, casi corriendo para mantenerse al lado.

– ?Emergencia! Abran paso -exclamo un asistente.

El grupo de personas en el vestibulo de entrada y salida se hizo a un lado para dejar pasar la pequena procesion. Ojos curiosos los siguieron mientras entraban. Casi todos estaban fijos en el rostro palido, como una mascara de cera, de Dodo.

Las puertas de vaiven donde se leia Sala de Primeros Auxilios se separaron para que entrara la camilla. Dentro habia enfermeras, medicos, actividad, otras camillas. Un ayudante le corto el paso a Curtis O'Keefe.

– Por favor, espere aqui.

– Quiero saber… -protesto O'Keefe.

Una enfermera que entraba, se detuvo un momento:

– Se hara cuanto sea posible. Un medico hablara con usted tan pronto pueda hacerlo. -Entro. La puerta de vaiven se cerro.

Curtis O'Keefe permanecio mirando las puertas. Tenia los ojos nublados, y el corazon destrozado.

Despues de la partida de Dodo (menos de media hora antes), habia quedado caminando de un lado al otro, en la sala de la suite, confuso y turbado. El instinto le decia que algo se habia ido de su vida, que jamas podria volver a encontrar. La logica se burlaba de el. Otras, antes que Dodo, habian llegado y se habian marchado. El habia sobrevivido a las partidas. La idea de que esta vez podria ser distinto, era absurda.

Aun asi, habia estado tentado de ir tras de Dodo, quiza para demorar su separacion por unas horas, y en ese tiempo pesar sus sentimientos una vez mas. La razon vencio. Permanecio donde estaba.

Pocos minutos despues habia oido las sirenas. Al principio no le habian interesado. Luego, al advertir el creciente numero y la patente convergencia al hotel, se habia asomado a la ventana de la suite. La actividad abajo le decidio a descender. Acudio como estaba, en mangas de camisa, sin ponerse la chaqueta.

En el piso duodecimo, mientras esperaba un ascensor se oian alarmantes ruidos. Despues de casi cinco minutos, cuando el ascensor no llegaba, O'Keefe decidio utilizar la escalera de emergencia. A medida que bajaba,

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