descubrio que otros habian tenido la misma idea. Cerca de los pisos mas bajos, los ruidos se hacian mas distintos. Sus condiciones fisicas le permitieron aumentar la velocidad.
En el vestibulo se entero, por los excitados espectadores, de los hechos esenciales que habian ocurrido. Fue entonces cuando rezo por que Dodo hubiera abandonado el hotel antes del accidente. Un momento despues vio que la sacaban inconsciente del hueco del ascensor.
El traje amarillo que habia admirado, su pelo, sus piernas, eran una masa de sangre. La muerte estaba en su rostro.
En ese instante, con una dura y tremenda claridad, Curtis O'Keefe descubrio la verdad de la que se habia defendido durante tanto tiempo. La amaba. Mucho, con ardor, con una devocion mas alla de lo humano. Demasiado tarde, se dio cuenta que al dejar partir a Dodo, habia cometido el gran error de su vida.
Reflexionaba en ello ahora, con amargura, vigilando las puertas de la sala de primeros auxilios. Se abrieron brevemente, y salio una enfermera. Cuando el se le acerco, la enfermera movio la cabeza y siguio su camino.
Curtis tenia una sensacion de desamparo. ?Era tan poco lo que podia hacer! Pero lo que pudiera, lo haria.
Dando media vuelta, camino por el hospital. Atravesando los vestibulos y corredores llenos de gente, la aparto para seguir los indicadores y flechas hacia su objetivo. Abrio una puerta que decia
El director se incorporo colerico de su silla. Cuando Curtis O'Keefe se identifico, la colera cedio algo.
Quince minutos mas tarde el director salio de la sala de primeros auxilios acompanado por un hombre tranquilo, delgado, que presento como el doctor Beauclaire. El medico y O'Keefe se dieron la mano.
– Entiendo que usted es amigo de la senorita… creo que es miss Lash.
– ?Como esta, doctor?
– Su estado es critico. Estamos haciendo todo lo posible. Pero tengo que decirle que no hay muchas probabilidades de que sobreviva.
O'Keefe se quedo en silencio, abrumado.
– Tiene una herida grave en la cabeza que superficialmente parece ser una fractura con depresion de craneo. Tambien existe la posibilidad de que los fragmentos de hueso hayan entrado en el cerebro. Lo sabremos mejor despues de los rayos X -termino el medico.
– Primero estamos reanimando a la paciente -explico el director.
– Le estamos haciendo transfusiones. Perdio mucha sangre -agrego el medico-. Y se ha empezado el tratamiento para el
– ?Cuanto tiempo…?
– Reanimarla tardara por lo menos una hora mas. Luego, si los rayos X confirman el diagnostico, tendremos que operar en seguida. ?El pariente mas proximo esta en Nueva Orleans?
O'Keefe nego con la cabeza.
– En realidad no importa. En este tipo de emergencia, la ley nos permite proceder sin permiso.
– ?Puedo verla?
– Quiza mas tarde. Todavia no.
– Doctor, si usted necesita algo… una cuestion de dinero, ayuda profesional… -El director interrumpio con calma.
– Este es un hospital gratuito, mister O'Keefe. Es para indigentes y emergencias. A pesar de ello, aqui se prestan servicios que el dinero no podria comprar. Tenemos anexas dos Universidades de Medicina, su personal esta a nuestra disposicion. Debo decirle que el doctor Beauclaire es uno de los principales neuro-cirujanos del pais.
– Lo siento -dijo O'Keefe con humildad.
– Tal vez pueda hacer una cosa -recordo el medico.
O'Keefe levanto la cabeza.
– La paciente esta inconsciente ahora, y bajo sedantes. Pero antes tuvo momentos de lucidez. En uno de ellos, pregunto por su madre. Si fuera posible traerla aqui…
– Es posible -era un alivio que, por lo menos, hubiera algo que pudiera hacer el.
Desde un telefono de pago del corredor, Curtis O'Keefe pidio una comunicacion a Akron, Ohio. Era el «O'Keefe-Cuyahoga Hotel». El gerente Harrison estaba en la oficina.
– Deje lo que esta haciendo -instruyo O'Keefe-. No haga nada hasta que haya cumplido, con la mayor rapidez posible, lo que voy a decirle.
– Si, senor. -La voz alerta de Harrison se oyo en el extremo de la linea.
– Tiene que ponerse en contacto con mistress Irene Lash, de Exchange Street, en Akron. No tengo el numero de la casa. -O'Keefe recordaba la calle desde aquel dia en que Dodo habia ordenado por telegrafo que enviaran la canasta de fruta. ?Habia sido el martes ultimo?
Oyo que Harrison decia a alguien en su oficina:
– Una guia…, ? rapido!
– Vea a mistress Lash usted en persona. Dele la noticia de que su hija Dorothy, ha tenido un accidente y puede morir -continuo O'Keefe-. Quiero que mistress Lash venga a Nueva Orleans por el medio mas rapido posible. Fletando un avion si es necesario. No se preocupe de lo que cueste.
– Un momento, mister O'Keefe -este podia oir las rapidas ordenes de Harrison-. Consigan una comunicacion con Easter Airline… el departamento de ventas en Cleveland… en otra linea. Luego, necesito una
Tan pronto como se hubieron hecho los arreglos, O'Keefe ordeno que lo llamaran al «Charity Hospital».
Colgo el receptor, confiado en que sus instrucciones se llevarian a cabo. Harrison era un buen hombre. Quiza mereciera un hotel mas importante.
Noventa minutos mas tarde, los rayos X confirmaron el diagnostico del doctor Beauclaire. Se estaba preparando una sala de operaciones en el piso duodecimo. La neurocirugia, para llegar a algo definitivo, llevaria varias horas.
Antes de que Dodo fuera llevada en una camilla a la sala de operaciones, Curtis O'Keefe tuvo permiso para verla un momento. Estaba palida e inconsciente. Le parecio como si toda su dulzura y vitalidad hubiera desaparecido.
Las puertas de la sala de operaciones se habian cerrado.
La madre de Dodo estaba en camino. Harrison se lo habia notificado. McDermott del «St. Gregory», a quien O'Keefe telefoneo hacia unos minutos, estaba ocupandose de que alguien esperara a mistress Lash en el aeropuerto y la llevara directamente al hospital.
Por el momento nada se podia hacer mas que esperar.
Poco antes, O'Keefe habia declinado una invitacion para descansar en la oficina del director. Esperaria en el piso duodecimo, el tiempo que fuera.
De pronto, tuvo deseos de rezar.
Una puerta proxima tenia la inscripcion
Abrio la puerta y entro andando a tientas; a un lado, una carpa de oxigeno y un pulmon de acero. En la semioscuridad encontro un espacio libre para arrodillarse. El piso era bastante mas duro para sus rodillas, que la alfombra a la que estaba habituado.
Pero no parecia importarle. Unio las manos suplicantes y bajo la cabeza.
Era curioso, por primera vez en muchos anos, no encontraba palabras para lo que sentia en su corazon.
18
Las sombras, como un calmante para el dia que terminaba, estaban invadiendo la ciudad. Peter McDermott penso que pronto llegaria la noche, con el sueno, y por un tiempo, el olvido. Manana la opresion de los acontecimientos de hoy comenzaria a ceder. Ya la oscuridad marcaba el comienzo al proceso del tiempo que, al fin,