curaba todas las cosas.

Pero pasarian muchos atardeceres y noches y dias antes que aquellos que estuvieron cerca de los sucesos acaecidos hoy, pudieran liberarse de la sensacion de tragedia y terror. Las aguas del Leteo estaban aun muy distantes. Rio del olvido.

La actividad, si bien no curaba, mitigaba un poco.

Desde esta tarde temprano, habian pasado muchas cosas.

Solo, en su oficina del entresuelo principal, Peter paso revista a lo que se habia hecho y a lo que quedaba por hacer.

El triste proceso de identificar a las personas muertas y notificarlo a sus familias, ya se habia llevado a cabo. Y se estaban tomando las disposiciones pertinentes para que el hotel ayudara, en los casos necesarios.

Lo poco que podia hacerse por los heridos, ademas del cuidado en el hospital, se estaba haciendo.

El personal de emergencia, bomberos y policias, hacia mucho que se habian marchado. En su lugar estaban los inspectores de ascensores, examinando cada una de las piezas del equipo de ascensores que poseia el hotel. Trabajarian toda la noche y manana. Entretanto, el servicio de ascensores habia sido restablecido parcialmente.

Los inspectores de seguros, hombres sombrios, previendo cuantiosas reclamaciones, interrogaban en forma intensiva, tomando declaraciones.

El lunes, un equipo de consultores vendria por avion desde Nueva York para comenzar a proyectar el reemplazo de la maquinaria de todos los ascensores de pasajeros por otra nueva. Seria el primer gasto grande del regimen Albert Wells-Dempster-McDermott.

La renuncia del jefe de mecanicos estaba sobre el escritorio de Peter. Pensaba aceptarla.

El jefe, Doc Vickery, deberia ser retirado honorablemente, con una pension que compensara sus largos anos de servicio en el hotel. Peter se ocuparia de que fuera bien tratado.

Monsieur Hebrand, el chef de cuisine, recibiria el mismo trato. Pero el retiro del viejo chef debia realizarse rapidamente, y Andre Lemieux seria promovido a su lugar.

El futuro del «St. Gregory» dependeria en gran parte del joven Andre Lemieux (con sus ideas para crear restaurantes de especialidades, bares intimos, severo control del sistema de abastecimiento del hotel). El hotel no vivia solo de lo producido por las habitaciones. Podria tener un lleno cada dia y quebrar. Servicios especiales, tales como convenciones, restaurantes, bares, eran la veta madre donde yacian las ganancias.

Serian necesarias otras designaciones, una reorganizacion de los departamentos, una nueva clara delimitacion de responsabilidades. Como vicepresidente ejecutivo, Peter estaria ocupado mucho tiempo en el aspecto politico. Necesitaria un ayudante general para que supervisara todos los dias la marcha del hotel. Quienquiera que fuera tenia que ser joven, eficiente, disciplinado cuando fuera necesario, pero capaz de llevarse bien con personas mayores que el. Un graduado del «School of Hotel Administration» podria servir. El lunes, decidio Peter, telefonearia al Dean Robert Beck en Cornell. El decano se mantenia en contacto con sus exalumnos mas capaces. Pudiera ser que conociera a un hombre de esas condiciones que en este momento estuviera disponible.

A pesar de la tragedia de hoy era necesario pensar en el futuro.

Tambien debia considerar su propio futuro con Christine. La idea era inspiradora. Todavia no se habia acordado nada entre ellos. Pero sabia cual seria la solucion. Christine se habia marchado, mas temprano, a su apartamento de Gentilly. Pronto la veria.

Otra cosa, menos agradable, quedaba por hacer. Hacia una hora que el capitan Yolles de la Policia de Nueva Orleans habia llegado a la oficina de Peter. Volvia de entrevistar a la duquesa deCroydon.

– Cuando se esta con ella -habia dicho Yolles-, uno se pregunta: ?que hay debajo de toda esa coraza de hielo? ?Es una mujer? ?Es que siente algo por la forma en que murio su marido? Vi su cuerpo. Mon Dieu! Nadie merece una cosa asi. Ella tambien lo vio. Pocas mujeres lo hubieran resistido. Sin embargo la duquesa no se inmuto. Ni sentimiento, ni lagrimas. Solo la cabeza echada hacia atras, con ese gesto que tiene, y la altanera forma con que lo mira a uno. Si le digo la verdad, como hombre me siento atraido por ella. A uno se le ocurre que quisiera saber que es en realidad. -El detective guardo silencio.

Mas tarde, respondiendo a una pregunta de Peter, Yolles informo:

– La acusaremos como complice, y sera arrestada despues del funeral. Lo que suceda despues, si el jurado la condena, si la defensa sostiene que el marido era culpable, y esta muerto… Bien, veremos.

Ogilvie ya habia sido ocusado. Dijo el policia:

– Esta detenido por complicidad. Podemos cargarle algo mas despues. El fiscal del distrito decidira. De cualquier manera, si le reserva el puesto a Ogilvie, no cuente con el hasta dentro de cinco anos.

– No pensamos hacerlo. -La reorganizacion de la fuerza de detectives del hotel encabezaba la lista de cosas que debia hacer Peter.

Cuando el capitan Yolles se marcho, la oficina quedo en silencio. Ya eran las primeras horas de la noche. Un momento despues, Peter oyo la puerta exterior abrirse y cerrarse. Un golpe suave sono en la de su oficina.

– ?Adelante!

Era Aloysius Royce. El joven negro traia una bandeja con un jarro y una sola copa. Dejo la bandeja sobre el escritorio y dijo:

– Pense que quiza le gustaria esto.

– Gracias-respondio Peter-. Pero nunca bebo solo.

– Tenia la idea de que iba a decir eso. -Del bolsillo saco una segunda copa.

Bebieron en silencio. Lo que habian vivido en el dia de hoy, estaba demasiado proximo para hacer ningun brindis.

– ?Fue usted quien acompano a mistress Lash?

– La lleve al hospital. Tuvimos que entrar por puertas diferentes, pero nos encontramos dentro y la acompane a ver a mister O'Keefe.

– Gracias -despues de la llamada de Curtis O'Keefe, Peter habia querido que alguien de su confianza fuera al aeropuerto. Esa fue la razon por la que se lo pidio a Royce.

– Habian terminado de operar cuando llegamos al hospital.

Salvo que se produzcan complicaciones, la senorita… miss Lash… se repondra.

– ?Me alegro!

– Mister O'Keefe me dijo que iban a casarse tan pronto se recupere. A su madre parece gustarle la idea.

Peter sonrio fugazmente.

– Supongo que a las madres les gustaria.

Hubo un silencio; luego Royce dijo:

– He oido hablar de la reunion de esta manana. La posicion que usted adopto. La forma en que terminaron las cosas.

– El hotel ya no es segregacionista. A partir de ahora.

– Supongo que usted espera que le de las gracias, por darnos lo que en derecho nos pertenece.

– No -respondio Peter-. Y esta quisquilloso de nuevo. Me pregunto si decidira quedarse con W. T. Yo se que a el le gustaria y usted estaria enteramente libre. En el hotel hay trabajo para un abogado. Puedo ocuparme de que sea usted.

– Le agradezco eso, pero la respuesta es no. Se lo dije a mister Trent esta tarde… Me marcho tan pronto me gradue. -Volvio a llenar los vasos con «Martini» y quedo contemplando el suyo.- Estamos en una guerra, usted y yo… en bandos contrarios. No terminara en nuestra epoca, tampoco. Lo que yo pueda hacer, lo que he aprendido de la ley, pienso utilizarlo en ayudar a mi gente. Hay.muchas luchas por delante, algunas legales, y tambien de otro tipo. No siempre seran limpias de nuestro lado, como tampoco del de ustedes. Pero cuando somos injustos, intolerantes, poco razonables, recuerde… lo hemos aprendido de ustedes. Todos tendremos dificultades. Ustedes tambien. Usted ha eliminado la discriminacion, pero no es el fin. Habra problemas: con la gente a quien no le gusta lo que usted ha hecho, con negros que no se comportaran agradablemente, que lo perturbaran porque algunos son como son. ?Que hara con el negro vocinglero, con el negro picaro, con el negro enamoradizo, medio borracho? Nosotros tambien los tenemos. Cuando los blancos se comportan asi, ustedes se lo aguantan, tratan de sonreir, y la mayoria de las veces los disculpan. ?Cuando sean negros… que haran entonces?

– Puede no ser facil -respondio Peter-. Tratare de ser objetivo.

– Usted lo sera. Otros no. De todas maneras, la guerra seguira su curso. Solo hay una cosa buena. -?Cual? -De

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