nombre que si alguna vez derrama algo, se asegura de que esta hirviendo y que sea sobre la cabeza de la duquesa. Supongo que todavia tiene esos malditos perros.
– Si -Peter sonrio.
Una ley estricta y en vigor de Luisiana prohibia que hubiera animales en las habitaciones de los hoteles. En el caso de Croydon, Warren Trent concedio que la presencia de los
– Tuve un problema con Ogilvie, anoche. -Peter informo sobre la ausencia del detective, y las palabras cambiadas.
La reaccion fue rapida:
– Ya le he dicho que deje a Ogilvie. Es responsable directamente ante mi.
– Eso dificulta las cosas, si hay algo que hacer…
– Ya me ha oido. ?Olvidese de Ogilvie! -El rostro de Warren Trent estaba rojo, pero Peter sospecho que menos de colera que de embarazo. La orden con respecto a Ogilvie no tenia sentido, y el propietario del hotel lo sabia. Peter se pregunto
Cambiando de subito el tema, Warren Trent anuncio:
– Curtis O'Keefe viene hoy. Quiere dos
– ?Mister O'Keefe permanecera mucho tiempo aqui?
– No se. Depende de muchas cosas.
Durante un momento McDermott sintio surgir su simpatia por el viejo. Por mucho que pudiera criticarse la forma en que estaba administrado el «St. Gregory», para Warren Trent era mas que un hotel; era el fruto del trabajo de toda su vida. Lo habia visto crecer desde que era una cosa insignificante a algo prominente, desde una modesta construccion inicial a un imponente edificio que ocupaba la mayor parte de una manzana de la ciudad. La reputacion del hotel, asimismo, habia sido muy honrosa durante muchos anos, figurando su nombre entre los tradicionales del pais, como el «Biltmore» o el «Palmer House» de Chicago, o el «St. Francis» de San Francisco. Debia de ser duro aceptar que el «St. Gregory» con todo su prestigio y el atractivo de que una vez gozo, no se habia mantenido al ritmo de los tiempos. No era que la declinacion hubiera sido definitiva o desastrosa, penso Peter. Una nueva financiacion y mano firme controlando su administracion, podrian obrar milagros, hasta quiza devolver el hotel a su antigua posicion de competencia. Pero tal como estaban las cosas, tanto el capital como el control tendrian que venir de fuera: suponia que a traves de O'Keefe. Una vez mas recordo Peter que sus dias parecian estar contados.
El dueno del hotel pregunto:
– ?Como estamos en materia de congresos?
– Cerca de la mitad de los ingenieros quimicos se han marchado ya; el resto se ira hoy. Hoy tambien entra la «Gold Crown Cola», y ya esta organizada. Han tomado trescientas veinte habitaciones, que es mas de lo que esperabamos, y hemos aumentado la cantidad de almuerzos y cubiertos para los banquetes, de acuerdo con ello. - Como el viejo asentia aprobando, Peter continuo:- El congreso de odontologia comienza manana, aun cuando algunas de las personas que lo integran se registraron ayer, y otras lo haran hoy. Tomaran unas doscientas ocho habitaciones.
Warren Trent emitio un grunido de satisfaccion. Por lo menos, reflexiono, no todas las noches eran malas. Los congresos eran la sangre vital del negocio de hoteles, y dos juntas ayudaban, a pesar de que, por desgracia, no lo suficiente como para cubrir otras perdidas recientes. A pesar de todo, la reunion de odontologos era un triunfo. El joven McDermott habia actuado con rapidez cuando se le informo bajo cuerda de que los arreglos para el congreso dental habian fallado; entonces volo a Nueva York y convencio a los organizadores de que el mejor sitio para lo mismo era Nueva Orleans y el «St. Gregory».
– Anoche tuvimos el hotel lleno -dijo Warren Trent, y agrego-: Este negocio es abundancia o hambre. ?Podremos dar alojamiento a los que lleguen hoy?
– Lo primero que hice esta manana fue fijarme en los numeros. Mucha gente se marcha hoy, pero aun asi el hotel quedara completamente lleno. Las reservas exceden en algo a las disponibilidades.
Como todos los hoteles, el «St. Gregory», por lo regular, aceptaba mas reservas que las habitaciones de que disponia. Pero, como todos los hoteles tambien, sabia por previas experiencias que algunas personas comprometian habitaciones y luego no llegaban, de manera que el problema se resolvia por si mismo, calculando el verdadero porcentaje de los que no llegarian. La mayoria de las veces la experiencia y la suerte permitian que el hotel se mantuviera a nivel, con todas las habitaciones ocupadas: situacion ideal. Pero de vez en cuando la estimacion resultaba equivocada, en cuyo caso el hotel tenia un problema serio.
El momento mas terrible de la vida de un gerente de hotel era cuando se veia obligado a explicar a personas indignadas (que habian hecho sus reservas) que no tenian habitaciones disponibles. Sufria como ser humano tanto como hotelero, porque estaba seguro de que esas personas -si podian evitarlo- jamas volverian a su hotel.
El peor momento en la experiencia de Peter fue cuando un congreso de panaderos, reunido en Nueva York, decidio permanecer un dia mas para que algunos de sus miembros hicieran un crucero a la luz de la luna, alrededor de Manhattan. Doscientos cincuenta panaderos y sus esposas se quedaron, desgraciadamente sin advertirselo al hotel, que esperaba que se marcharan para dar cabida a una reunion de ingenieros. El recuerdo de la batahola que sobrevino, con cientos de ingenieros colericos y sus esposas, todos instalados en el hall de entrada, algunos mostrando sus reservas hechas con dos anos de anticipacion, todavia hacia estremecer a Peter cuando lo recordaba. Por fin, como los otros hoteles de la ciudad tambien estaban llenos, los recien llegados se dispersaron por moteles de los alrededores de Nueva York hasta el dia siguiente, cuando los panaderos, inocentemente, se marcharon. Pero las monumentales cuentas de taxi de los ingenieros, mas los arreglos por sumas sustanciales de dinero para evitar demandas por danos y perjuicios, fueron pagadas por el hotel… sobrepasando los beneficios que hubieran dejado ambos congresos.
Warren Trent encendio un cigarro, haciendo un ademan a McDermott para que tomara otro de la caja que tenia a su lado. Despues de cogerlo, Peter dijo:
– He hablado con el «Roosevelt». Si estamos completos esta noche, nos pueden ayudar con treinta habitaciones. -Saber esto era tranquilizador… un «blanco en el centro», aunque no deberia usarse sino en circunstancias extremas. Hasta los hoteles mas rivales se ayudaban mutuamente en ese tipo de crisis, porque nunca sabian cuando las cosas podian invertirse.
– Bien -dijo Warren Trent, entre una nube de humo-. ?Cuales son las perspectivas para el otono?
– Descorazonadoras. Le envie un memorandum sobre las dos grandes reuniones de los sindicatos, que fracasaron.
– ?Por que fracasaron?
– Por la misma razon que le adverti antes. Hemos continuado discriminando. No hemos cumplido con la Ley de Derechos Civiles, y los sindicatos se resienten de ello. -Involuntariamente, Peter miro hacia Aloysius Royce, que habia entrado en la habitacion y estaba ordenando una pila de revistas.
Sin levantar los ojos, el negro dijo:
– No se preocupe por mi, mister McDermott… -Royce usaba el mismo acento incisivo que habia empleado la noche anterior-, porque nosotros, la gente de color, estamos habituados a eso.
Warren Trent, frunciendo el ceno, dijo con dureza:
– Basta de ironias.
– ?Si, senor! -Royce dejo las revistas y se quedo mirando a los otros dos. Su voz volvio a ser normal-, pero le dire esto: los sindicatos han actuado en esa forma porque tienen una conciencia social. No son los unicos, sin embargo. Otros congresos y muchas personas se mantendran apartados hasta que este hotel, y otros como el, admitan que los tiempos han cambiado.
Warren Trent adelanto una mano hacia Royce:
– Responda a eso -le dijo a Peter McDermott-. Aqui no queremos medias palabras.
– Sucede -dijo Peter con tranquilidad- que estoy de acuerdo con lo que el dice.
– ?Por que, mister McDermott? -pregunto Royce, sarcastico-. ?Cree usted que sera mejor para el negocio? ?Facilitara su trabajo?