Continuo con la cara levantada; las palabras surgian como el solemne fluir de un rio.

– Aun mas, si es tu voluntad y rogamos porque lo sea, te pedimos que se haga con rapidez y economia, para que los tesoros que nosotros, tus siervos, poseemos, no se desperdicien de manera indebida, sino que se reserven para otros usos. Tambien invocamos tus bendiciones ?oh, Dios!, para aquellos que negociaran contra nosotros, en defensa de este hotel, pidiendo que sean influidos solo de acuerdo con tu espiritu, y que Tu les des discrecion y cordura en todo lo que hagan. Por fin, Senor, ayudanos siempre, da prosperidad a nuestra causa mejorando nuestros trabajos, para que a nuestra vez podamos dedicarnos a ellos para Tu mayor gloria. Amen. Ahora, senores, ?cuanto tendre que pagar por este hotel?

O'Keefe, de un salto, estaba de nuevo en el sillon. Pasaron uno o dos segundos, sin embargo, antes de que los otros comprendieran que la ultima frase no era parte de la oracion, sino el comienzo de la sesion de negocios. Bailey fue el primero en recobrarse, y enderezandose de sus rodillas al asiento, saco el contenido de la cartera. Hall, con una mirada de asombro, se recobro de prisa para unirse a el.

Odgen Bailey comenzo con mucho respeto:

– No hablare del precio, mister O'Keefe. Como siempre, por supuesto, usted tendra esa decision. Pero no cabe duda de que sin la hipoteca de dos millones que hay que pagar el viernes, seria el negocio mucho mas facil, por lo menos para nosotros.

– ?Entonces no ha habido cambio en eso? ?No hay noticias de renovacion ni de que nadie se haga cargo de ella?

Bailey movio negativamente la cabeza.

– He pulsado algunas buenas fuentes aqui, y me aseguran que no. Nadie de la comunidad financiera lo hara, sobre todo por las perdidas del hotel, ya le di una estimacion de ellas, ademas de la mala administracion, que es bien conocida.

O'Keefe afirmo pensativamente, y luego abrio el cuaderno que habia estado estudiando. Escogio una sola pagina, escrita a maquina.

– Es usted muy optimista en su idea sobre ganancias potenciales. -Sus ojos brillantes y astutos se encontraron con los de Bailey.

El contador se sonrio apenas y con dureza:

– No soy propenso a fantasias extravagantes, como usted sabe. No hay la menor duda de que se podria establecer una situacion de beneficios reales, y rapidos, con una renovacion de recursos y revisando los existentes. El factor clave es la administracion. Es increiblemente mala -senalo el joven-; Sean ha estado trabajando en ese sentido.

Con un matiz de propia importancia, y hojeando las notas, Hall comenzo:

– No hay una cadena efectiva de autoridad, con el resultado de que los jefes de departamento tienen, en algunos casos, atribuciones extraordinarias. Un ejemplo del caso, es la compra de alimentos, donde…

– Un momento.

Ante la interrupcion de su jefe, Hall se callo al instante.

Curtis O'Keefe dijo con firmeza:

– No es necesario darme todos los detalles. Espero que ustedes, caballeros, se ocupen de eso cuando sea necesario. Lo que quiero en esta reunion, es un panorama general. -A pesar de la relativa gentileza de la censura, Hall se sonrojo, y desde el otro extremo de la habitacion, Dodo le disparo una mirada de comprension.

– Entiendo-dijo O'Keefe- que ademas de la debilidad de la administracion, hay una buena cantidad de hurtos del personal, que absorben los ingresos.

El contador joven asintio con enfasis:

– Mucho, senor, sobre todo en alimentos y bebidas. -Estaba por describir sus estudios bajo mano en los distintos bares y salones, pero se contuvo. Podria ocuparse de eso mas adelante, despues de consumarse la compra y cuando la «tripulacion de naufragio» entrara en escena.

En su breve experiencia, Sean Hall sabia que el procedimiento para adquirir un nuevo eslabon en la cadena de hoteles «O'Keefe» seguia invariablemente el patron establecido. Primero, muchas semanas antes de cualquier negociacion, un «equipo-espia», en general encabezado por Odgen Bailey, se trasladaba al hotel, registrandose sus integrantes como huespedes normales. A fuerza de una astuta y sistematica observacion, complementada a veces con sobornos, el equipo compilaba un estudio financiero y de funcionamiento, estableciendo las debilidades y estimando la fuerza potencial oculta. Cuando era apropiado, como en el presente caso, se hacian preguntas discretas fuera del hotel, entre la comunidad comercial de la ciudad. La magia del nombre de O'Keefe, mas la posibilidad de futuras negociaciones con la cadena de hoteles mas grande de la nacion, era, por lo general, suficiente para lograr cualquier informacion que se buscara. Sean Hall habia aprendido hacia mucho tiempo que la lealtad estaba en segundo termino con referencia al propio interes practico, en los circulos financieros.

Luego, con este conocimiento acumulado, Curtis O'Keefe dirigia las negociaciones, que casi siempre tenian exito. Entonces era cuando entraba en accion la «tripulacion de naufragio».

La «tripulacion de naufragio», dirigida por uno de los vicepresidentes de los «Hoteles O'Keefe», era un grupo de expertos en administracion, de mente inflexible y de trabajo rapido. Podian y lograban convertir cualquier hotel al patron tipico O'Keefe en muy poco tiempo. Los primeros cambios que realizaba la «tripulacion de naufragio» afectaban al personal y a la administracion; las medidas mas importantes que involucraban reconstruccion e instalaciones materiales, vendrian despues. Pero sobre todo, la tripulacion trabajaba sonriente, asegurando a todos los interesados que no habria innovaciones graves, aunque las hubiera. Como lo expreso un miembro del equipo: «Cuando entramos nosotros, lo primero que decimos es que no se preven cambios para el personal. Luego, comenzamos a despedir gente.»

Sean Hall suponia que lo mismo iba a suceder pronto en el «St. Gregory Hotel».

Sean Hall, que era un joven precavido, con educacion cuaquera, se preguntaba a veces que parte le tocaba en todos estos asuntos.

A pesar de ser novato como ejecutivo de O'Keefe, ya habia observado bastantes hoteles de caracter agradable e individual, atrapados por la conformacion de la administracion en cadena. De una forma remota, el proceso lo entristecia. Tenia pensamientos incomodos tambien, respecto a la etica con que se lograban algunos fines.

Pero siempre, el contrapeso para tales escrupulos era la ambicion personal y el hecho de que Curtis O'Keefe pagaba con generosidad los servicios que se le prestaban. El cheque con el salario mensual y la creciente cuenta en su Banco, eran causa de satisfaccion para Sean Hall, aun en sus momentos de desasosiego.

Habia tambien otras posibilidades que, hasta en momentos de extravagantes ilusiones, solo se permitia considerar a muy largo plazo. Esta manana, desde que habia entrado en la suite, habia sentido en forma muy intensa la presencia de Dodo, si bien en ese momento evitaba mirarla en forma directa. Su rubia y provocativa sensualidad, que parecia invadir la habitacion como un aura, provocaba reacciones en Sean Hall, que en su casa, la hermosa esposa morena (un encanto en las canchas de tenis y secretaria de la Asociacion de Padres y Maestros) no habia logrado jamas. Considerando la buena fortuna de Curtis O'Keefe, era un pensamiento especulativo y fantasioso recordar que en un principio aquel hombre solo habia sido un contador joven y ambicioso.

Sus especulaciones fueron interrumpidas por una pregunta de O'Keefe:

– Su impresion con respecto a la mala administracion, ?se aplica a todos en general?

– No por completo, senor -Sean Hall consulto sus notas, concentrandose en el tema, que desde dos semanas atras se le habia hecho familiar-. Hay un hombre, el subgerente general, McDermott, que parece muy competente. Treinta y dos anos de edad, y esta graduado en Cornell-Statler. Por desgracia tiene una mancha en su hoja. La oficina central hizo una investigacion. Aqui tengo el informe.

O'Keefe leyo con cuidado la hoja que el joven contador le dio. Contenia los hechos esenciales del despido de Peter McDermott, del «Waldorf» y sus subsecuentes intentos infructuosos, hasta que llego al «St. Gregory» y encontro nuevo empleo.

El magnate de los hoteles devolvio la hoja, sin comentarios. La decision con respecto a McDermott seria asunto de la «tripulacion de naufragio». Sus miembros, sin embargo, estaban enterados de la insistencia de Curtis O'Keefe en que todos los empleados de su cadena de hoteles tuvieran una moral sin macula. Por muy competente que fuera McDermott, era poco probable que continuara alli, bajo el nuevo regimen.

– Tambien hay otras personas capaces -continuo Sean Hall-, pero en puestos «menores».

Continuaron hablando durante quince minutos mas. Al fin, Curtis O'Keefe anuncio:

– Gracias, senores. Llamenme si hay alguna novedad importante. De otro modo, yo me pondre en comunicacion

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