con ustedes.
Dodo los acompano hasta la puerta.
Cuando volvio, Curtis O'Keefe estaba extendido cuan largo era, sobre el sofa que habian dejado libre los dos contadores. Tenia los ojos cerrados. Desde el comienzo de sus negocios habia cultivado la capacidad de relajarse algunos momentos disponibles durante el dia, renovando la energia que sus subordinados, algunas veces, pensaban que era inagotable.
Dodo lo beso suavemente en los labios.
Sintio su humedad y su cuerpo lleno, tocando apenas el suyo. Sus largos dedos buscaron la base de su craneo, acariciandolo apenas en la linea del pelo. Una guedeja de su cabello cayo como una caricia sobre su cara.
La miro sonriendo.
– Estoy cargando mis baterias. -Luego, contento, agrego:- Lo que estas haciendo me ayuda.
Los dedos de ella continuaban el masaje. A los diez minutos, Curtis estaba descansado y refrescado. Se estiro, abrio una vez mas los ojos, y se incorporo. Luego, de pie, abrio los brazos a Dodo.
Ella se llego hasta el con abandono, acercandose, presionando su cuerpo contra el de el. Ya sentia que la siempre despierta sensualidad de ella se habia convertido en una llama quemante, exigente.
Con creciente excitacion, la llevo al dormitorio contiguo.
11
El detective Ogilvie, que habia anunciado su llegada a la
La duquesa fue hacia la puerta. Anteriormente habia despachado a la camarera para hacer un mandado cualquiera y habia indicado al secretario de cara de luna, quien tenia terror a los perros, que sacara a los
Ogilvie entro acompanado por una nube de humo de tabaco. Cuando el la siguio hasta la sala, la duquesa miro fijamente el cigarro medio consumido en la boca del hombre grueso.
– Ni a mi marido ni a mi nos gusta el humo del cigarro. ?Tendria la amabilidad de apagarlo?
Los ojos del detective del hotel la inspeccionaron con sorna. Su mirada recorrio la espaciosa habitacion, abarcando al duque que lo observaba, indeciso, dando la espalda a la ventana.
– Estan muy bien instalados aqui. -Con calma, Ogilvie se quito de la boca el cigarro ofensivo, quito la ceniza y luego arrojo la colilla hacia la chimenea ornamental que estaba a su derecha. No le acerto, y la colilla cayo sobre la alfombra, donde la dejo.
Los labios de la duquesa se apretaron. Dijo en tono cortante:
– Me imagino que no ha venido aqui a discutir el decorado.
El cuerpo obeso se estremecio de risa.
– No senora, no puedo decir eso. Aunque me gustan las cosas hermosas -bajo el tono de su incongruente voz de falsete-, como el automovil de ustedes, el que guardan en el hotel. Es un «Jaguar», ?no es cierto?
– ?Ah! -No era una palabra hablada, sino una emision de aliento del duque de Croydon. Su esposa le disparo una rapida mirada de prevencion.
– ?En que forma puede interesarle nuestro coche?
Como si la pregunta de la duquesa hubiera sido una senal, la actitud del detective cambio.
– ?Hay alguien mas aqui? -pregunto de mal modo.
Fue el duque quien respondio:
– Nadie. Los hemos hecho salir.
– Hay cosas que es mejor comprobar. -Moviendose con sorprendente rapidez, el gordo recorrio la
La duquesa se habia sentado en una silla de respaldo recto. Ogilvie permanecio de pie.
– Bien -dijo-, ustedes dos son culpables del accidente de anoche.
Ella lo miro directamente a los ojos.
– ?De que esta usted hablando?
– No juguemos, senora. Lo que acabo de decir es cierto. -Tomo un cigarro y le mordio la punta.- Usted ha leido los diarios. Ademas se ha hablado mucho de ello en la radio.
Dos manchas rojo subido aparecieron en las palidas mejillas de la duquesa de Croydon.
– Lo que usted sugiere es lo mas desagradable, ridiculo…
– ?Ya le dije que termine con eso! -Las palabras, las escupia con repentino salvajismo; toda simulacion de suavidad habia desaparecido. Ignorando al duque, Ogilvie accionaba con el cigarro sin encender, bajo la nariz de su adversaria.- Escuche lo que le digo, arrogante senora. La ciudad esta que hierve, policias, alcalde y todo el resto. Si encuentran a quienes hicieron eso anoche, a quienes mataron a esa nina y a su madre, tengan por seguro que los detendran y no les importara a quien golpean ni si tiene o no titulos nobiliarios. Bien, ahora yo se lo que se, y si hago lo que en realidad deberia hacer, vendra aqui una patrulla de Policia tan aprisa que apenas podran verlos. Pero primero he venido a hablar con ustedes, para que me refieran su version. -Los ojos de cerdo pestanearon, luego se endurecieron.- Si lo quieren de la otra manera, diganlo.
La duquesa de Croydon, con tres siglos y medio de innata arrogancia detras de ella, no se rindio facilmente. Poniendose de pie, con el rostro airado, y los ojos gris-verdoso relampagueantes, enfrento la vulgaridad del detective del hotel. Su tono hubiera abrumado a cualquiera que la conociera bien.
– ?Usted, incalificable tunante! ?Como se atreve!
Hasta la confianza que Ogilvie tenia en si mismo se tambaleo por un instante. Pero fue el duque de Croydon quien intervino.
– No puedo, mujer. Tengo miedo. Hicimos lo posible. -Y encarandose a Ogilvie, continuo:- Su acusacion es cierta. Yo tengo la culpa. Conducia el coche y mate a la ninita.
– Eso esta mejor -dijo Ogilvie. Encendio el cigarro-. Ahora nos vamos a entender.
Cansada, con un gesto de entrega, la duquesa de Croydon se dejo caer en una silla. Apretandose las manos para ocultar su temblor, pregunto:
– ?Que es lo que usted sabe?
– Bien, veamos, se lo dire. -El detective del hotel procedio con calma, echando una nube de humo azul, con los burlones ojos fijos en la duquesa, como desafiando su objecion. Pero ella no hizo comentario alguno, solo plego la nariz con disgusto.
Ogilvie se dirigio al duque:
– Anoche, temprano, usted fue a casa «Lindy», en Irish Bayou. Usted conducia su hermoso «Jaguar», y llevaba a una amiga. Creo que asi la llamaria usted si no se siente demasiado exigente.
Como Ogilvie miro sonriendo a la duquesa, el duque le dijo en tono cortante:
– ?Haga el favor de continuar!
– Bien -la melosa cara del gordo se echo hacia atras-•. Me dijeron que usted gano cien dolares con los naipes, y que luego los dejo en el bar. Ya se habia metido en otros cien, en buena compania cuando su esposa llego en un taxi.
– ?Como sabe usted todo eso?
– Se lo dire, duque: he estado en esta ciudad y en este hotel mucho tiempo. Tengo amigos en todas partes. Los ayudo; ellos hacen lo mismo conmigo informandome de que es lo que da dinero y donde. Hay pocas cosas fuera de lo normal que hagan los huespedes de este hotel que yo no sepa. La mayoria de ellos nunca se enteran de lo que yo se, ni siquiera me conocen. Creen que tienen sus pequenos secretos seguros, asi es… excepto en un caso como este.
– Ya veo -dijo el duque con frialdad.