aire era tenue y fresco, con restos de la humedad de la alborada. El perfume de las magnolias parecia suspendido en el aire y habia rocio sobre el cesped.

La calle y la casa estaban en silencio, pero desde St. Charles Avenue y mas alla, se podian oir los ruidos de una ciudad que despertaba.

Peter cruzo el cesped por el sendero de ladrillo rojo. Subio los escalones de la terraza y llamo a la doble puerta tallada.

Ben, el sirviente que habia servido la comida el miercoles, abrio la puerta y saludo a Peter con cordialidad.

– Buenos dias, senor. Haga el favor de entrar. -Dentro continuo:- Miss Marsha me pidio que lo llevara a la galeria. Se reunira con usted dentro de unos minutos.

Ben lo precedio; subieron la ancha y curva escalera y llegaron al amplio corredor con las paredes pintadas al fresco donde el miercoles, en la semioscuridad de la tarde, Peter habia acompanado a Marsha. Se pregunto si en realidad hacia tan poco que habia ocurrido todo eso.

A la luz del dia la galeria parecia tan bien ordenada y agradable como antes. Habia sillones con almohadones mullidos, y macetas con brillantes flores. Cerca del frente, mirando hacia abajo, al jardin, se habia preparado una mesa para el desayuno. Habia dos cubiertos.

– ?La casa esta en movimiento tan temprano por culpa mia? -pregunto Peter.

– No, senor -respondio Ben-. Aqui somos madrugadores. A mister Preyscott, cuando esta en casa, no le gusta que el dia comience tarde. Siempre dice que el dia no es suficientemente largo como para que se desperdicie ni el comienzo ni el fin.

– ?Ya lo ve! Le dije que mi padre se parece mucho a usted.

Al oir la voz de Marsha, Peter se volvio. Habia llegado silenciosa por detras de ellos. Peter tuvo una impresion como de rocio y de rosas, y que se habia levantado fresca con el sol.

– ?Buen dia! -Marsha sonrio.- Ben, por favor, traiga para mister McDermott un absinthe Suissesse -tomo del brazo a Peter.

– Que sea suave, Ben. Ya se que el absinthe Suissesse se sirve en el desayuno en Nueva Orleans, pero tengo un jefe nuevo. Y quiero saludarlo sobrio.

– ?Si, senor! -respondio el sirviente.

Mientras se sentaba Marsha pregunto:

– ?Era por eso por lo que usted…?

– ?Desapareci como el conejo de un prestidigitador? No, se trataba de otra cosa.

Ella abrio los ojos cuando el le relato lo que podia de las investigaciones del atropello-huida, sin mencionar a los Croydon. Trato de no dejarse arrastrar por las preguntas de Marsha, pero le dijo:

– Suceda lo que suceda, tendra que ser hoy.

Pero para si mismo pensaba: A estas horas Ogilvie debe de estar de vuelta en Nueva Orleans, y lo estaran interrogando. Si lo mantienen detenido, tendra que ser acusado y comparecer ante un tribunal que alertara a la Prensa. Es inevitable que haya una referencia al «Jaguar» que, a su vez, indicara a los Croydon.

Peter probo el absinthe que tenia delante. De su epoca de barman recordaba los ingredientes (yerbabuena, la clara de un huevo, crema, jarabe de horchata y una pizca de anis). Pocas veces lo habia probado mejor hecho. Al otro lado de la mesa, Marsha estaba bebiendo jugo de naranja.

Peter se preguntaba: el duque y la duquesa de Croydon, frente a las acusaciones de Ogilvie, ?continuarian sosteniendo su inocencia? Era una pregunta mas que el dia de hoy aclararia.

Pero era indudable que la nota de la duquesa, si existio, habia desaparecido. No habia habido otra informacion del hotel, por lo menos en ese punto, y Booker T. Graham hacia mucho tiempo que habria terminado su turno.

Frente a Peter y a Marsha, Ben coloco una crema de queso Creole Evangeline, rodeada de fruta.

Peter comenzo a comer con placer.

– Hace un momento -dijo Marsha-, usted empezo a decir algo. Se trataba del hotel.

– Oh, si -entre bocados de queso y fruta, explico lo de Albert Wells-. El nuevo propietario sera anunciado hoy. Me telefonearon cuando salia para venir aqui.

La llamada habia sido de Warren Trent. Informo a Peter que mister Dempster de Montreal, representante financiero del nuevo propietario del «St. Gregory», estaba en camino hacia Nueva Orleans. Mister Dempster se hallaba en Nueva York, desde donde tomaria un avion de la «Eastern Airlines» y llegaria a media manana. Habia que reservar una suite, y se habia convocado una reunion entre los antiguos y los nuevos grupos administradores para, aproximadamente, las once y media. Le dijo a Peter que se mantuviera disponible por si se le necesitaba.

Era curioso, pero Warren Trent no parecia deprimido en lo mas minimo, en realidad mucho mas optimista que en los dias pasados. ?Sabria W. T. que el nuevo propietario del «St. Gregory» ya estaba en el hotel? Recordando que hasta que se produjera el cambio oficial, su propia lealtad era para el antiguo dueno, Peter le relato la conversacion de la noche anterior entre Christine, Albert Wells y el mismo. «Si lo se -habia respondido Warren Trent-. Emile Dumaire del 'Industrial Merchants Bank' (el que hizo la negociacion por Wells) me lo dijo por telefono anoche a ultima hora. Parece que habia alguna reserva; ya no la hay.»

Peter tambien sabia que Curtis O'Keefe, y su companera miss Lash, debian marcharse del «St. Gregory» en las ultimas horas de la manana. Aparentemente iban a distintos destinos, ya que el hotel, que se ocupaba de esos asuntos para los huespedes distinguidos, habia adquirido un pasaje en avion hasta Los Angeles para miss Lash, mientras que Curtis O'Keefe se dirigia a Napoles, via Nueva York y Roma.

– Esta pensando en un monton de cosas -dijo Marsha-; me gustaria que me dijera algunas. Mi padre solia hablar a la hora del desayuno, pero mi madre nunca se interesaba. A mi me interesa.

Peter sonrio. Le refirio el tipo de dia que le esperaba.

Mientras hablaban, retiraron los restos de queso Evangeline para reemplazarlos con humeantes huevos Sardou. Dos huevos poche sobre un fondo de corazones de alcauciles, cubiertos por una deliciosa crema de espinacas y salsa holandesa. Un vino rose fue servido en la copa de Peter.

– Comprendo lo que quiere decir por un dia atareado -comento Marsha.

– Y yo comprendo lo que usted quiso decir por un desayuno tradicional. -Peter vio al ama de llaves, Arma, que estaba en el fondo. Le dijo:- ?Magnifico! -y la vio sonreir.

Mas tarde quedo con la boca abierta cuando llegaron lomitos con hongos, pan frances caliente y mermelada de naranja.

– No estoy seguro… -exclamo Peter, pensativo.

– De postre hay crepes Suzette y cafe au lait -le informo Marsha-. Cuando aqui habia grandes plantaciones, la gente solia burlarse del petit dejeuner de los continentales. Hacian del desayuno un acontecimiento.

– Usted lo ha hecho un acontecimiento. Esto, y muchas cosas mas. Conocerla; mis lecciones de historia; estar con usted aqui. No lo olvidare… nunca.

– Lo dice como si se estuviera despidiendo.

– Asi es, Marsha. -Quedo mirandola a los ojos; luego sonrio-. En seguida de los crepes Suzettes.

Hubo un silencio antes de que ella comentara:

– Pense…

Peter estiro la mano por encima de la mesa, cubriendo la de Marsha:

– Quiza los dos hayamos estado sonando. Creo que asi fue. Pero es el sueno mas hermoso que haya tenido.

– ?Por que tiene que quedar solo en eso?

– Hay cosas que no se pueden explicar. Por mucho que a uno le guste alguien, es una cuestion de decidir que es lo mejor; de juicio…

– Y mi juicio, ?acaso no cuenta?

– Marsha, yo tengo que confiar en el mio. Para ambos. -Pero se preguntaba si en verdad seria de fiar. Sus

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