dejo el vaso con cuidado sobre la mesita del telefono y se dedico a llenar la cazoleta de la pipa. Tenia manos de anciano, de vello plateado, pero no temblaban.

— ?Y cual era la autentica disposicion combativa de las tropas? — pregunto Andrei, mientras bebia tambien un sorbito.

El coronel volvio a soltar una risita burlona y Andrei sintio un subito ataque de envidia: tenia muchas ganas de aprender a reirse de esa manera.

— Eso es secreto militar — dijo el coronel —. Pero a usted, se lo voy a contar. ?Fue algo horrible! No he visto una cosa asi ni siquiera en Yemen. ?En Yemen! ?Ni entre los culonegros de Uganda! Faltaba la mitad de los soldados del cuartel. La mitad de los presentes comparecio sin armas. Los que llegaron con armas no tenian municiones, porque el jefe del polvorin se llevo las llaves para trabajar su hora correspondiente en la Gran Obra…

— Espero que este bromeando — dijo Andrei.

El coronel encendio la pipa, y mientras dispersaba el humo con la mano miro a su anfitrion con sus incoloros ojos de anciano. Tenia innumerables arrugas en torno a los ojos, y parecia reir.

— Quiza haya exagerado un poco, pero juzgue usted mismo, consejero. Nuestro ejercito ha sido creado sin un objetivo definido, solo porque una persona a la que ambos conocemos no concibe un estado organizado sin fuerzas armadas. Es obvio que, en ausencia de un adversario real, ningun ejercito puede funcionar con normalidad. Se necesita por lo menos un adversario potencial. Desde el jefe del Estado Mayor general hasta el ultimo cocinero, todo nuestro ejercito esta ahora imbuido de la idea de que todo este proyecto no es otra cosa que jugar a los soldaditos de plomo.

— ?Y si suponemos que, de todos modos, existe un adversario potencial?

— ?Entonces, senores politicos — contesto el coronel volviendo a sumirse en una nube de humo —, digannos de quien se trata!

Andrei tomo otro trago de whisky y medito unos momentos.

— Digame, coronel, ?el Estado Mayor general cuenta con planes operativos en caso de una invasion desde el exterior?

— Bueno, a eso yo no lo llamaria planes operativos. Imaginese, aunque sea, a su Estado Mayor general ruso en la Tierra: ?cuenta acaso con planes operativos en caso de una invasion, digamos, procedente de Marte?

— Quien sabe — repuso Andrei —, estoy dispuesto a creer que hayan elaborado algo asi…

— «Algo asi» es lo que nosotros tenemos — explico el coronel —. No esperamos una invasion desde arriba, y tampoco desde abajo. No consideramos la posibilidad de un ataque serio desde el sur, excluyendo, claro esta, la posibilidad de que tuviera exito una rebelion de los presidiarios que trabajan en los asentamientos, pero estamos preparados para ello… Queda el norte. Sabemos que durante el Cambio y con posterioridad a el, muchos partidarios del regimen anterior huyeron hacia el norte. Consideramos posible, al menos teoricamente, que ellos sean capaces de organizarse y de llevar a cabo algun acto diversivo, o incluso un intento de restaurar el viejo poder… — Inhalo profundamente, sacando un silbido de la pipa —. Pero, ?que tiene que ver el ejercito en eso? Es obvio que, en caso de que alguna de estas amenazas se materialice, solo se necesita la policia especial del senor consejero Rumer, y desde el punto de vista tactico, solo se requiere crear un cordon sanitario.

Andrei quedo en silencio unos momentos.

— Entonces, coronel — dijo despues —, ?quiere decir que el Estado Mayor general no esta listo para enfrentarse a una invasion desde el norte?

— ?Habla de una invasion de marcianos? — dijo el coronel, pensativo —. No, no esta preparado. Entiendo que quiere decir usted. Pero no tenemos servicio de inteligencia. Simplemente, carecemos de datos al respecto. No sabemos que ocurre a cincuenta kilometros de la Casa de Vidrio. No contamos con mapas de las regiones septentrionales. — Se echo a reir, desnudando unos dientes largos y amarillentos —. El archivero de la Ciudad, el senor Katzman, puso a disposicion del Estado Mayor general algo parecido a un mapa de esas regiones. Tengo entendido que fue el mismo quien lo confecciono. Ese notable documento esta guardado en mi caja fuerte. De el se saca la impresion de que el senor Katzman confecciono esa carta mientras comia, y la mancho varias veces con sus bocadillos y le derramo el cafe encima.

— Sin embargo, coronel — dijo Andrei en tono de reproche —, mi consejeria le entrego mapas bastante buenos.

— Sin duda, sin duda, consejero. Pero se trataba, sobre todo, de mapas de zonas habitadas de la Ciudad y de las regiones meridionales. Segun el reglamento, el ejercito debe mantener su disposicion combativa en caso de desordenes, y esos desordenes pueden ocurrir precisamente en las zonas que hemos mencionado. De esa manera, el trabajo realizado por su consejeria es indispensable, y gracias a usted, estamos preparados para enfrentarnos a desordenes. Sin embargo, en lo tocante a una invasion… — El coronel nego con la cabeza.

— Si mal no recuerdo — dijo Andrei, con tono de misterio en la voz —, mi consejeria no ha recibido ninguna solicitud del Estado Mayor general relativa a la cartografia de las regiones septentrionales.

El coronel lo miro unos instantes y la pipa se le apago.

— Hay que decir — pronuncio lentamente —, que esas solicitudes las enviamos directamente al presidente. Debo reconocer que las respuestas fueron del todo vagas… — Hizo otro silencio —. Entonces, consejero, ?considera usted que, en bien de la causa, seria mejor si esas solicitudes se las enviaramos directamente a usted?

Andrei asintio.

— Hoy he comido con el presidente — conto —. Estuvimos hablando largo rato sobre este tema. Se ha tomado una decision fundamental sobre la confeccion de mapas de las regiones septentrionales. Sin embargo, es indispensable la participacion activa de especialistas militares. De oficiales operativos con experiencia… bueno, seguro que lo entiende.

— Lo entiendo — dijo el coronel —. Por cierto, ?donde consiguio esa Mauser, consejero? La ultima vez que vi semejante monstruo fue, si no me equivoco, en Batumi, en el ano dieciocho…

Andrei se puso a contarle donde y como habia conseguido aquella Mauser, pero en ese momento se escucho de nuevo el timbre de la puerta principal. Andrei se excuso y fue a abrir.

Tenia la esperanza de que se tratara de Katzman, pero contra todos sus deseos, el recien llegado era Otto Frijat, a quien Andrei no habia invitado. Se le habia pasado por alto. Siempre se le olvidaba Otto Frijat, aunque como jefe de administracion y servicios de la Casa de Vidrio era una persona de enorme utilidad, quiza insustituible. Por cierto. Selma nunca se olvidaba de ello. Y, en esta ocasion, Otto le entregaba un curioso cestito, cubierto con una finisima servilleta de batista y un ramito de flores. Gentilmente, Selma le ofrecio su mano y Otto la beso, chocando los talones y ruborizandose hasta las orejas con cara de total felicidad.

— ?Ah, querido amigo! — lo saludo Andrei —. ?Que bien que has venido!

Otto seguia siendo el mismo. Andrei penso en ese momento que, entre todos los viejos amigos, Otto era el que menos habia cambiado. En realidad, no habia cambiado en absoluto. Era el mismo cuello de pollito, las mismas orejas enormes, la misma expresion de constante inseguridad en su cara pecosa. Y los mismos talones que chocaban. Vestia el uniforme azul de la policia especial y llevaba la medalla cuadrada al merito.

— Muchisimas gracias por el tapiz — dijo Andrei, pasandole la mano por encima de los hombros y llevandolo al estudio —. Ahora te enseno como ha quedado… Veras que envidia te da.

Sin embargo, al entrar en el estudio, Otto Frijat no se dedico a morirse de envidia. Vio al coronel.

Otto Frijat, cabo del Volksturm, sentia por el coronel Saint James algo parecido a la adoracion. En presencia del coronel perdia el habla, su cara se convertia en una sonrisa inmovil y estaba dispuesto a chocar los talones en cualquier momento, continuamente y cada vez con mas fuerza.

Le dio la espalda al tan alabado tapiz, se puso firme, saco el pecho, pego las palmas de las manos a la costura de los pantalones, saco los codos e inclino la cabeza con tal fuerza al saludar que el crujido de sus vertebras cervicales se escucho en todo el estudio. El coronel se levanto para saludarlo y le tendio la mano con una sonrisa condescendiente. En la otra mano tenia el vaso.

— Me alegro de verlo… — pronuncio —. Es un placer saludarlo, senor… humm…

— ?Cabo Otto Frijat, senor coronel! — chillo Otto fascinado, hizo una reverencia y rozo apenas los dedos del coronel —. ?Es un honor presentarme ante usted!

— ?Otto, Otto! — lo regano Andrei —. Aqui nadie tiene grados.

Otto solto una risita lastimera, se saco el panuelo del bolsillo y estuvo a punto de enjugarse la frente, pero

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