en ese momento se asusto y comenzo a guardarse el panuelo, sin encontrar el bolsillo.

— Recuerdo, en El Alamein — dijo el coronel, bonachon —. Trajeron a mi presencia a un cabo aleman…

Se oyo nuevamente el timbre en el recibidor, y Andrei, excusandose otra vez, salio dejando al infeliz Otto en poder de aquel leon britanico que lo devoraria.

Se trataba de Izya. Beso a Selma en ambas mejillas y mientras a peticion de ella se limpiaba los zapatos y se pasaba un cepillo por la ropa, llegaron juntos Chachua y Dollfuss con su esposa. Chachua arrastraba a la mujer por el brazo, y sobre la marcha le contaba chistes, mientras Dollfuss, con una sonrisa palida, los seguia a cierta distancia. Parecia especialmente gris, incoloro y de poca importancia en comparacion con el exuberante jefe de la consejeria juridica. Llevaba en cada brazo un impermeable grueso, por si la noche enfriaba.

— ?A la mesa, a la mesa! — los convoco Selma con su voz suave, dando palmaditas.

— ?Querida! — protesto la senora Dollfuss con su voz de contralto —. Tengo aun que acicalarme un poco.

— ?Para que? — se asombro Chachua, haciendo girar sus ojos enrojecidos —. Semejante belleza, ?tiene acaso que acicalarse? Segun el articulo doscientos dieciocho del codigo de procedimiento penal, la ley lo impide…

Todos hablaban a la vez y Andrei no dejaba de sonreir. Junto a su oido izquierdo, Izya cloqueaba y se reia, contando alguna anecdota sobre el desorden universal en los cuarteles durante la alarma de combate ocurrida ese dia, y junto al estirado Dollfuss hacia comentarios sobre los banos publicos y la tuberia central del alcantarillado, que estaba a punto de atascarse si no se tomaban medidas. A continuacion, todos entraron al comedor. Andrei los iba acomodando, y mientras lanzaba una serie continua de cumplidos y agudezas, vio de reojo como salia del estudio, sonriendo y guardandose la pipa en el bolsillo, el coronel. Solo. A Andrei se le encogio el corazon, pero al instante aparecio el cabo Otto Frijat, que al parecer mantenia la distancia senalada en los reglamentos, cinco metros por detras del de mayor graduacion. Y, por supuesto, se oyo varias veces el choque de talones.

— ?Vamos a beber, a divertirnos! — rugio Chachua con voz gutural.

Cuchillos y tenedores comenzaron a tintinear. Despues de meter con cierto trabajo a Otto entre Selma y la esposa de Dollfuss, Andrei ocupo su asiento y recorrio la mesa con la mirada. Todo estaba en perfecto orden.

— ?Imaginese, querida, en la alfombra quedo un agujero de este tamano! ?Eso fue en su huerto, senor Frijat, que chico mas guarro!

— Dicen que han fusilado a alguien delante de la formacion, coronel.

— Y no olviden lo que les digo: el alcantarillado hundira la Ciudad, precisamente el alcantarillado.

— ?Tan hermosa, y una copa tan pequena!

— Otto, querido, no cojas ese hueso… ?Aqui tienes un buen pedazo!

— No, Katzman, eso es secreto militar. Me basta con los disgustos que me dieron los judios en Palestina…

— ?Vodka, consejero?

— Muchas gracias, consejero.

Y bajo la mesa, chocaban los talones.

Andrei bebio dos copas de vodka seguidas para coger impulso, comio con gusto y junto con todos los demas se puso a oir un brindis interminable y grosero de Chachua. Cuando finalmente quedo claro que el consejero de justicia levantaba su pequenisima copa con enorme sentimiento no para reganar a los presentes por las perversiones sexuales enumeradas, sino solo para brindar «por mis mas malvados e implacables enemigos, contra los que llevo toda la vida combatiendo y que siempre me han derrotado, precisamente las mujeres», Andrei se rio aliviado junto a todos los demas y se echo al coleto la tercera copa. La esposa de Dollfuss, totalmente exangue, hipaba y sollozaba, cubriendose la boca con una servilleta.

Todos se emborracharon enseguida.

— ?Si, claro que si! — se oia en el extremo mas lejano de la mesa.

Chachua movia su enorme nariz sobre el espectacular escote de la esposa de Dollfuss, y hablaba sin hacer la menor pausa. La mujer suspiraba extenuada, lo apartaba con coqueteria y recostaba su anchisima espalda sobre Otto, al que en dos ocasiones se le habia caido el tenedor. Al lado de Andrei, Dollfuss habia dejado en paz finalmente el alcantarillado y, presa de un entusiasmo inadecuado, contaba secretos de estado sin parar.

— ?Autonomia! — tronaba, con voz amenazadora —. Es la clave para la au… auto… autonomia… ?La clorela! ?La Gran Obra? No me hagais reir. ?De que puneteros dirigibles estan hablando? ?Clorela!

— Consejero, consejero — Andrei intentaba hacerlo entrar en razon —. ?Por Dios! ?No hay necesidad de que se enteren todos! Mejor cuenteme como anda la construccion del edificio de los laboratorios…

Los criados retiraban la vajilla sucia y traian platos limpios. Los entrantes se terminaron, enseguida servian el boeufbourguignon.

— ?Levanto mi pequena copa…!

— ?Si, claro que si!

— ?Nino guarro! ?Es imposible no amarlo! — Izya, deja en paz al coronel. Coronel, ?quiere que me siente a su lado?

— Catorce metros cubicos de clorela no significan nada. ?Autonomia!

— ?Whisky, consejero?

— Se lo agradezco, consejero.

En lo mas ruidoso de la diversion, el rubicundo Parker aparecio de pronto en el comedor.

— El senor presidente ruega que lo perdonen — comunico —. Tiene una reunion urgente. Le manda un saludo cordial a la senora Voronin y al senor consejero, asi como a todos sus invitados…

Obligaron a Parker a tomar un vaso de vodka, para lo cual hizo falta el mas que insistente Chachua. Se brindo por el presidente y por el exito de todas sus iniciativas. El nivel de voz bajo un poco, ya habian servido cafe con helado y licores. Otto Frijat, con ojos llorosos, se quejaba de sus fracasos sentimentales, mientras la esposa de Dollfuss le contaba a Chachua algo sobre su querida Konigsberg.

— ?Claro que si! — respondia este, asintiendo con voz apasionada —. Lo recuerdo… El general Cherniajovski… Cinco dias, arrasandolo todo a canonazos…

Parker desaparecio, afuera ya estaba oscuro. Dollfuss bebia una taza de cafe tras otra, y desplegaba ante Andrei proyectos fantasmagoricos de reconstruccion de los barrios septentrionales. El coronel le contaba un chiste a Izya.

— Lo condenaron a diez dias por gamberrismo y a diez anos de trabajos forzados por revelar secretos de estado.

— ?Pero es un chiste viejo, Saint James, alla contaban eso de Jruschov! — respondia Izya mientras se reia, rugia y salpicaba de saliva a todos.

— ?Otra vez la politica! — se quejaba Selma, ofendida. Habia logrado meterse entre Izya y el coronel, y el viejo militar le acariciaba paternalmente la rodilla.

De repente, la tristeza se apodero de Andrei. Se excuso sin dirigirse a nadie, se levanto y, con las piernas entumecidas, se dirigio al estudio. Entro, se sento en el antepecho de la ventana, encendio un cigarrillo y se puso a contemplar el jardin.

Fuera reinaba la negra oscuridad, las ventanas del chalet vecino brillaban, iluminadas, mas alla de las hojas negras de los arbustos de lilas. La noche era calida, las luciernagas se desplazaban por el cesped.

«Y manana, ?que? — penso Andrei —. Me voy en esa expedicion, exploro, traigo un monton de armas de alli, las limpio, las cuelgo… ?y que mas?»

En el comedor seguian gritando.

— ?Conoce este, coronel? — se oia la voz de Izya —. El mando aliado promete veinte mil al que le traiga la cabeza de Chapaiev…

Y Andrei recordo al momento como terminaba el chiste.

— ?Chapaiev? — pregunto el coronel —. Ah, el oficial de caballeria ruso. Pero creo que mas tarde lo fusilaron, ?no?

— «Y por la manana a Katia la desperto su mama… — empezo a cantar Selma de repente con voz chillona —. Levantate ahora, Katia. Que los barcos no se iran…»

— «Yo te he traido flores… — la interrumpio el rugido de Chachua —. Ay, que flores mas bonitas… Pero tu

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