nubecilla, achicharra. A la izquierda, la ladera; a la derecha, una acequia llena de agua negra estancada. Profundo silencio, no se oyen pajaros ni insectos, So1o susurra la hierba bajo los pies.
A los pocos pasos el Escritor empieza a silbar una musiquilla. Da varios pasos mas, se agacha, recoge una varita y sigue adelante golpeando con la varita la pernera del panta1on.
El Guia observa con dura mirada sus acciones. Y cuando el Escritor se pone a quebrar con la varita las florecillas marchitas a diestra y siniestra, el Guia saca del bolsillo una tuerca y la arroja con buena punteria a la nuca del Escritor. Un repentino chillido interrumpe el alegre silbido.
El Escritor se lleva las manos a la cabeza y se sienta en cuclillas, encogiendose. El Guia se detiene a su lado.
– Asi ocurre -dice-. Pero no creo que te diera tiempo a chillar… ?No te has ensuciado en los pantalones?
El Escritor se endereza lentamente.
– ?Que ha sido? -pregunta asustado, palpandose la nuca.
– He querido mostrarte lo que ocurriria si vas asi por la Zona! -explica el Guia-. Eres un suicida.
– Bueno, bueno -responde el Escritor, humedeciendose los labios con la lengua-. Entendido.
Atraviesan un vertedero. Brillan cristales rotos, estan tirados una tetera abollada, una muneca con las piernas arrancadas, trapos, montones de latas de conserva oxidadas…
Ahora va delante el Escritor, su rostro tiene una expresion malevola y tensa, tuerce el gesto.
Una enorme zanja. La llena el cuerpo medio desinflado de un aerostato de la defensa antiaerea. VAn pisando la superficie que cede bajo sus plantas, andan despacio, moviendo con cuidado los pies, y de pronto el Escritor profiere un grito raro como graznido de un cuervo y se detiene.
Y empieza a empaparse. E1 liquido brota de su cuerpo atravesando las ropas, le chorrea la cara, de los dedos agarrotados manan chorritos, los cabellos se le pegan a las mejillas y despues empiezan a resbalar en mechones sobre el pecho y los hombros.
– Tranquilos, muchachos -profiere el Guia-. Nos hemos colado. ?Tumbate! -grita al Escritor-. ?Prueba a tumbarte! ?Y tu tambien, Profesor! ?A tierra! No te apures, no te apures… el se tumbara ahora…
El Guia y el Profesor se echan al suelo, pero el Escritor no puede. Los calambres estremecen su cuerpo.
Pero luego todo cesa igual de inesperadamente. E1 liquido se va secando a ojos vistas. El Escritor esta ya tan seco como antes, pero en sus hombros y en el pecho cuelgan, sacudidos por el vientecillo, secos mechones de pelo. Desfallecido, se tumba de costado.
E1 Guia y, tras el, el Profesor se levantan, se acercan cautelosos al Escritor.
– No es nada, no es nada -dice el Guia-. Ahora se levantara. Pues es verdad, tiene suerte el demonio… Aqui a las buenas personas se les vaciaban los ojos, y e1 no ha perdido, mas que el pelo… Bueno, levantate, levantate, no sigas tumbado…
El Escritor se incorpora trabajosamente. Se palpa la cabeza, mira los cabellos en los dedos.
– Vamos -dice el Guia.-. De todas maneras no podras contarlos. Profesor, adelante.
Entran debajo de una red de enmascaramiento podrida por los anos. Se ve que aqui hubo en otros tiempos posiciones de ametralladoras: hay tirados cajones de municion, ametralladoras hundidas en la tierra, cascos y caretas antigas cubiertos de arena.
– Haremos un alto -anuncia el Guia.
Todos permanecen de pie inmoviles. Los rodea el silencio, so1o silba cl viento, y susurra un periodico sucio y arrugado que se ha enrollado a una pierna del Profesor.
– Aguarden -dice el Escritor-. No se que tengo en las piernas… me fallan…
– ?Que ha sido? -pregunta el Profesor sin volverse.
El Escritor suelta una risita nerviosa, pero el Guia dice:
– No lo se… Ha pasado, gracias a Dios. -Y grune mirando a los lados-: ?Que sitio de mala muerte!
Se acomodan a la sombra de la red de enmascaramiento. EI Guia escancia alcohol en los vasitos que le tienden. Todos beben.
– Como anda usted de apetito, Profesor? -pregunta el Escritor, mordiendo con asco un huevo duro.
– Si le digo la verdad, no ando bien -responde el otro.
– ?Que bien vendria ahora una cerveza! -suspira el Escritor-. iBien fria! Tengo seco el garguero.
El Guia sirve otra copa a cada uno. EI Profesor le pregunta receloso:
– ?Nos queda mucho todavia?
EI Guia calla, luego responde sombrio:
– No lo se.
– ?Que dice el mapa?
– ?Que va a decir l mapa? ?Y es que eso es un mapa? No tiene escala. Es verdad que el Zorro volvio en dos dias, pero era el Zorro.
– ?Que Zorro? -pregunta el Escritor.
EI Guia se sonrie socarron, enciende despacio un pitillo.
– EI Zorro, hermano, no hace pareja con nosotros. Empezo en los primeros dias, me llevo a mi cuando creci. Era un gran hombre. Un as.
– ?Y por que era? -pregunta el Escritor-. ?Es que…?
– Si, si. Lo que piensas. Se iba con uno o dos y regresaba solo. Con e1 tenian que haber ido… -Se rie de un modo desagradable, trasladando la mirada del Profesor al Escritor y a la inversa-. Por lo demas, hasta aqui habrian llegado con el tambien. ?Bueno! -se interrumpe-. Ustedes hagan lo que quieran que yo voy a echar un suenecito. Pero no armen ruido aqui… Y no se les ocurra pasear…
E1 Guia se queda dormido, poniendo la cabeza en la mochila. El Profesor y el Escritor, recostando las espaldas en la pendiente arcillosa. Fuman y platican:
– ?Y que le paso a ese As? -pregunta el Escritor.
– Fue el unico que llego hasta el lugar y regreso -responde el Profesor-. Volvio y en dos dias se hizo rico… Fabulosamente rico. El Profesor calla.
– ?Y que?
– Luego se ahorco. Al cabo de una semana
– ?Por que?
El Profesor se encoge de hombros.
– Un caso raro. Pensaba volver alli, junto con… el nuestro. E1 nuestro fue a verlo a la hora convenida, y el Zorro estaba colgado. En la mesa habia un mapa y una esquela deseadole suerte.
– ?Y no seria que el nuestro le…?
– Si. Es capaz -asiente de buen grado el Profesor.
Durante un rato fuman callados.
– ?Y que le parece a usted, Profesor, sera verdad que existe ese lugar? Donde se cumplen los deseos…
– EI Zorro se hizo rico. Toda su vida habla sonado ser rico.
– Y se ahorco…
– ?Pero usted esta seguro que el iba a hacerse rico? ?El Zorro? ?Es que le dijo a alguien para que iba a la Zona? Lo que pasa es que el hombre nunca sabe lo que quiere. Es un ser complicado. La cabeza quiere una cosa, la medula espinal otra y el alma otra… Y nadie es capaz de orientarse en ese berengenal. En todo caso, aqui se trata de algo intimo. ?Comprende usted? ?De un deseo intimo!
– Cierto -corrobora el Escritor-. Usted lo dice muy bien. Antes dije que venia aqui en busca de inspiracion. Mentira. La inspiraci6n me importa un comino…
El Profesor lo mira curioso.
EI Escritor continiua, despues de una pausa:
– Aunque quiza sea verdad que busco inspiracion… ?de donde voy a saber como hay que llamar lo que yo quiero? ?Y de donde voy a saber que yo quiero lo que quiero? Son cosas inaprensibles: basta mencionarlas y su sentido desaparece, se diluye. Como una medusa al sol. ?Lo ha visto alguna vez?
El Profesor baja los ojos y se pone a mirar sus unas sucias y rotas.
– Vaya, vaya. A proposito, debo decirle que para usted… Si, para usted es contraproducente ir alli.
El Escritor asiente hipocritamente.
– Si, claro, si, claro… Yo, desde luego, no soy un cientifico… ?Usted es otra cosa! ?Usted es un cientifico de verdad? ?Entonces, claro! El experimento, los hechos… La verdad en uiltima instancia. Pero, creo yo, no suele haber