Me despoje de mis ropas de camarera y me meti rauda y veloz en la ducha. Mientras me enjabonaba trate de decidir que ponerme. Nada blanco y negro, eso desde luego; ya estaba bastante harta de los colores de las camareras de Merlotte's. Me volvi a afeitar las piernas. No tenia tiempo de lavarme el pelo y secarlo, pero lo habia hecho la noche anterior. Abri de par en par mi armario y me quede pensativa. Sam habia visto el vestido blanco de flores, y la falda vaquera no estaba a la altura de los amigos de la abuela. A1 final descolgue unos pantalones caquis y una blusa de seda de color bronce de manga corta. Tenia unas sandalias de cuero marron y un cinturon del mismo material que combinarian bien. Me puse una cadenilla en el cuello, unos grandes pendientes dorados, y ya estaba lista. Como si me hubiera cronometrado, Sam llamo al timbre.
Hubo un momento curioso cuando abri la puerta:
– Bienvenido, puedes pasar, pero creo que tenemos el tiempo justo…
– Me encantaria sentarme y tomar algo, pero creo que tenemos el tiempo justo…
Los dos nos reimos. Eche el cerrojo y cerre la puerta, y Sam se apresuro a abrir la portezuela de la camioneta. Me alegre de haberme puesto pantalones, porque me imagine tratando de subir a la elevada cabina con una de mis faldas cortas.
– ?Necesitas un empujon?-pregunto esperanzado.
– Creo que ya estoy-dije, tratando de no sonreir.
Permanecimos en silencio durante el trayecto hasta el Centro Social, que se encontraba en la parte mas antigua de Bon Temps: la zona anterior a la guerra. La estructura en si no era de esa epoca, pero si que hubo alli un edificio que quedo destruido en el conflicto, aunque nadie parecia conservar ningun registro de su funcion original. Los Descendientes de los Muertos Gloriosos constituian un grupo variopinto: habia algunos miembros muy ancianos y fragiles, y otros no tan viejos y muy activos, e incluso habia cierto numero de hombres y mujeres de mediana edad. Pero no habia jovenes, cosa que la abuela lamentaba a menudo, lanzandome significativas miradas.
El Sr. Sterling Norris, viejo amigo de mi abuela y alcalde de Bon Temps, era aquella noche el encargado de recibir a los asistentes, y permanecia en la puerta estrechando la mano de todos los que entraban y cruzando unas palabras con ellos.
– Senorita Sookie, cada dia esta mas guapa -dijo el Sr. Norris-. Y tu, Sam, hace una eternidad que no te vemos. Sookie, ?es verdad que este vampiro es amigo tuyo?
– Si, senor.
– ?Puedes asegurar que estaremos todos a salvo?
– Si, estoy convencida de que si. Es una… persona muy agradable. -?Como decirlo si no? ?Un ser? ?Una entidad? ?'Si te gustan los muertos vivientes te caera bien'?
– Si tu lo dices-dijo el Sr. Norris con ciertas dudas-. En mis tiempos una cosa asi no era mas que un cuento de hadas.
– Oh, Sr. Norris, todavia son sus tiempos-dije con la alegre sonrisa que se esperaba de mi, y el rio y nos invito a pasar, como se esperaba de el. Sam me cogio de la mano y practicamente me condujo hasta la penultima fila de sillas metalicas. Salude a mi abuela mientras nos sentabamos. La reunion estaba a punto de empezar y puede que en la sala hubiera unas cuarenta personas, una congregacion bastante considerable para Bon Temps. Pero Bill no se encontraba alli.
Justo entonces la presidenta de los Descendientes, una mujer grande y pesada llamada Maxine Fortenberry, subio al estrado.
– ?Buenas noches! ?Buenas noches! -bramo-. Nuestro invitado de honor acaba de llamar para decir que ha tenido un problema con el coche y que llegara unos minutos tarde. Asi que prosigamos y celebremos nuestra reunion habitual mientras lo esperamos.
La gente se sento y tuvimos que soportar toda la parte aburrida. Sam estaba a mi lado con los brazos cruzados y la pierna derecha descansando sobre la izquierda a la altura del tobillo. Puse un cuidado especial en proteger mi mente y sonreir, y me senti algo desalentada cuando Sam se inclino con discrecion hacia mi y susurro:
– Puedes relajarte.
– Pense que ya lo estaba-respondi con otro susurro.
– No creo que sepas como hacerlo.
Lo mire arqueando las cejas. Tendria que decirle unas cuantas cosas al Sr. Merlotte despues de la reunion.
Justo entonces llego Bill, y durante unos instantes se extendio el silencio, mientras los que no lo habian visto con anterioridad se acostumbraban a su presencia. Si nunca has estado en compania de un vampiro, es de verdad algo a lo que tienes que adaptarte. Bajo aquellas luces fluorescentes, Bill parecia mucho mas inhumano que a la tenue luz de Merlotte's o la tambien debil iluminacion de su propia casa. No habia modo de que se lo confundiera con una persona normal. Su palidez resultaba muy marcada, por supuesto, y los profundos pozos de sus ojos tenian un aspecto oscuro y frio. Vestia un traje ligero azul, y estuve segura de que aquello obedecia a un consejo de la abuela. Tenia un gran aspecto. La marcada linea de sus cejas, la curva de su ancha nariz, sus labios cincelados, aquellas manos blancas de largos dedos y unas arregladas con esmero… Mantuvo unas palabras con la presidenta, y esta quedo hechizada hasta la faja por la media sonrisa de Bill.
No supe si Bill estaba lanzando glamour sobre toda la sala, o si era tan solo que aquella gente estaba predispuesta a sentirse interesada, pero todos los presentes guardaron un expectante silencio. En ese momento Bill me vio. Juraria que parpadeo. Me hizo una leve inclinacion y yo le devolvi el asentimiento, sin poder ofrecerle ninguna sonrisa. Incluso entre toda aquella multitud me quede aislada por el profundo pozo de su silencio.
La Sra. Fortenberry presento a Bill, pero no recuerdo con exactitud lo que dijo ni como soslayo el hecho de que Bill era una criatura diferente.
Entonces, Bill comenzo a hablar. Observe con cierta sorpresa que se habia traido algunas notas. A mi lado, Sam se inclino hacia delante, con los ojos fijos en el rostro de Bill.
– …no nos quedaban mantas y teniamos muy poca comida -dijo sosegadamente-. Hubo muchos desertores.
No era un dato muy del agrado de los Descendientes, pero unos pocos asintieron mostrando su acuerdo. Ese relato debia de encajar con lo que habian aprendido de sus estudios. Un hombre muy mayor de la primera fila levanto la mano.
– Senor, ?por casualidad conocio a mi bisabuelo, Tolliver Humphries?
– Si-confirmo Bill tras unos instantes. Su expresion resultaba impenetrable-. Tolliver era amigo mio.
Y justo por un momento, hubo algo tan tragico en su voz que tuve que cerrar los ojos.
– ?Como era?-pregunto el anciano con voz temblorosa.
– Bueno, era un temerario, lo que lo llevo a la muerte-dijo Bill con ironica sonrisa-. Era valiente. Nunca gano un centimo en su vida que no despilfarrara.
– ?Como murio? ?Estaba usted alli?
– Si, yo estaba alli-dijo Bill con desaliento-. Vi como lo alcanzaba un disparo de un francotirador del Norte en los bosques, a unos treinta kilometros de aqui. Andaba con lentitud porque se moria de hambre. Todos nos moriamos de hambre. Mas o menos a media manana, una fria manana, Tolliver vio a un chico de nuestra tropa recibir un disparo mientras yacia mal cubierto en medio de un campo. El chico no murio, pero estaba muy herido. Pudo llamarnos, y lo estuvo haciendo durante toda la manana, nos llamaba para que lo ayudaramos. Sabia que moriria si nadie iba a por el.
La sala habia quedado tan silenciosa que se podia oir el ruido de un alfiler al caer.
– Grito y gimio. Casi le dispare yo mismo para hacerlo callar, porque sabia que aventurarse en su rescate seria suicida, pero no pude obligarme a matarlo. Me dije que eso seria un asesinato, no un combate. Pero despues desee haberlo hecho, puesto que Tolliver estaba menos dispuesto que yo a soportar las suplicas del chaval. Despues de dos horas de aullidos, me dijo que planeaba rescatarlo. Discuti con el, pero me conto que Dios queria que lo intentara. Habia estado rezando mientras permaneciamos en el bosque. Aunque le dije a Tolliver que Dios no queria que arriesgara estupidamente su vida, que tenia esposa e hijos en casa que rezaban por su regreso, Tolliver me pidio que distrajera al enemigo mientras el intentaba el rescate. Corrio hacia el campo como si fuese un dia de primavera y el estuviera fresco como una rosa. Llego a alcanzar al chico herido, pero entonces sono un