disparo y Tolliver cayo muerto. Un rato despues el chico volvio a gritar pidiendo ayuda.
– ?Que le ocurrio?-pregunto la Sra. Fortenberry, con la voz lo mas serena que pudo componer.
– Sobrevivio -dijo Bill, con un tono que me hizo sentir escalofrios en la columna-. Logro resistir hasta que cayo el sol y pudimos recogerlo durante la noche.
De algun modo aquellas personas de antano habian vuelto a la vida mientras Bill hablaba, y el anciano de la primera fila tenia ahora unos recuerdos que acunar, unos recuerdos que decian mucho del caracter de su ancestro. No creo que ninguno de los que fueron aquella noche a la reunion estuviera preparado para el impacto de oir testimonios de la guerra civil de mano de un superviviente. Estaban embelesados, abrumados.
Cuando Bill termino de responder a la ultima pregunta, el aplauso fue atronador, o al menos todo lo atronador que puede ser un aplauso de cuarenta personas. Incluso Sam, que no era el mayor fan de Bill, por decirlo de algun modo, tuvo que dar palmadas.
Luego todos quisieron tener una charla personal con Bill excepto Sam y yo. Mientras el reluctante conferenciante invitado era rodeado por los Descendientes, nosotros dos nos escabullimos hasta la camioneta de Sam. Fuimos al Crawdad Diner, un autentico garito que por casualidad servia comida muy buena. Yo no tenia mucha hambre, pero Sam tomo pastel de limon de los cayos con su cafe.
– Ha sido interesante-dijo Sam con cautela.
– ?La charla de Bill? Si, lo ha sido -anadi, igual de cauta.
– ?Sientes algo por el?
Despues de tantos rodeos, Sam habia decidido lanzarse al asalto por la entrada principal.
– Si-dije.
– Sookie-me respondio-, no tienes futuro a su lado.
– Pues el ya lleva bastante en este mundo. Confio en que este por aqui unos cuantos cientos de anos mas.
– Nunca se sabe lo que le va a suceder a un vampiro.
Eso no se lo podia discutir. Pero, como le senale, tampoco se sabia lo que me podia suceder a mi, una humana. Tiramos de la cuerda en uno y otro sentido durante demasiado rato. Al final, exasperada, le dije:
– ?Y que mas te da, Sam?
Su piel rubicunda se azoro. Me miro con sus brillantes ojos azules.
– Me gustas, Sookie. Como amigo, o puede que algo mas en algun momento…
?Como?
– …odiaria verte tomar una decision equivocada.
Lo estudie. Note que mi tradicional expresion de escepticismo tomaba posiciones: se me juntaban las cejas y las comisuras de los labios me tiraban hacia arriba.
– Claro -le dije, con un tono equiparable a mi expresion.
– Siempre me has gustado.
– ?Tanto que has tenido que esperar hasta que alguien mas mostrara interes por mi para poder mencionarmelo?
– Me lo merezco. -Parecia estar dandole vueltas a algo en su cabeza, algo que queria decir, pero no tenia la resolucion necesaria. En apariencia, fuese lo que fuese no lograba soltarlo.
– Vayamonos -sugeri. Me imagine que seria complicado volver a conducir la conversacion a terreno neutral. Mejor me iba a casa.
Fue un trayecto de vuelta muy gracioso. Sam parecia estar todo el rato a punto de hablar, y entonces sacudia la cabeza y guardaba silencio. Me sacaba tanto de quicio que tenia ganas de patearlo.
Llegamos a casa mas tarde de lo esperado. La luz de la abuela estaba encendida, pero el resto del edificio estaba a oscuras. No vi su coche, asi que supuse que habia aparcado en la parte de detras para descargar las sobras directamente a la cocina. La luz del porche tambien estaba encendida, para mi.
Sam rodeo el coche para abrirme la puerta y baje. Pero en la oscuridad mi pie fallo el estribo y casi me cai. Sam me cogio. Primero me agarro por los brazos para estabilizarme, y luego me envolvio con los suyos. Y me beso.
Supuse que no se trataria mas que de un pequeno pico de buenas noches, pero su boca se recreo. Fue muy agradable, pero de repente mi censor interno dijo: 'Es el jefe'.
Me solte con delicadeza. El se dio cuenta de inmediato de que me retiraba y, gentil, dejo resbalar sus palmas por mis brazos hasta que solo nos cogimos de las manos. Nos dirigimos a la puerta sin mediar palabra.
– Me lo he pasado bien -le dije en voz baja. No queria despertar a la abuela, ni sonar demasiado exuberante.
– Yo tambien. ?Volveremos a salir?
– Ya veremos-le dije. En realidad aun no sabia lo que sentia por Sam.
Espere hasta oir que su camioneta se alejaba antes de apagar la luz del porche y entrar en casa. Mientras andaba me iba desabrochando la blusa, agotada y con ganas de meterme en la cama.
Algo iba mal.
Me detuve en medio del salon. Mire a mi alrededor.
Todo parecia como siempre, ?no?
Si. Todo estaba en su sitio.
Era el olor.
Era una especie de olor metalico.
Un olor a cobre, penetrante y salado.
El olor de la sangre.
Y me rodeaba, alli abajo, no arriba, donde los dormitorios de invitados se alzaban solitarios.
– ?Abuela?-llame, odiando el temblor de mi voz.
Me obligue a avanzar, me obligue a ir hasta la puerta de su dormitorio. Estaba inmaculado. Comence a encender las luces mientras recorria toda la casa.
Mi cuarto estaba como lo habia dejado.
El bano estaba vacio.
El lavadero estaba vacio.
Encendi la ultima luz. La cocina estaba…
Grite, una y otra vez. Mis manos se agitaban inutilmente en el aire, temblando mas con cada grito. Oi un crujido detras de mi, pero no me preocupo. Entonces unas manos grandes me agarraron y me arrastraron, y un cuerpo se interpuso entre el mio y lo que habia visto en el suelo de la cocina. No reconoci a Bill, pero el me alzo y me llevo hasta el salon, donde ya no pudiera ver aquello.
– ?Sookie -me dijo con dureza -, calla ya! ?No sirve de nada! -Si me hubiera tratado con amabilidad, hubiera seguido gritando.
– Lo siento-dije, aun fuera de mi-. Estoy actuando como aquel chico.
Me miro sin comprender.
– El de tu historia -dije atontada.
– Tenemos que avisar a la policia.
– Claro.
– Tenemos que marcar su numero.
– Espera. ?Como has llegado aqui?
– Tu abuela se ofrecio a llevarme a casa, pero insisti en que viniera primero aqui para ayudarla a descargar el coche.
– ?Y por que sigues aqui?
– Te estaba esperando.
– ?Entonces has visto quien la ha matado?
– No. He ido a mi casa, cruzando el cementerio, para cambiarme.
Llevaba tejanos azules y una camiseta de los Grateful Dead, y comence a soltar risitas.