mirada fija combinada logro hacer efecto al fin.

Varias otras personas habian comentado por encima la ausencia del tio Bartlett, pero les habiamos dado la senal de 'esto es un asunto familiar' para pararles los pies. Esta mujer (?como se llamaba?) no la habia interpretado con tanta rapidez. Nos habia traido una ensalada de tacos, y me dije que la tiraria a la basura en cuanto se fuera.

– Tenemos que decirselo-comento Jason discretamente despues de que la senora se alejara. Puse en guardia mis defensas, no tenia ningunas ganas de saber lo que estaba pensando el.

– Tu lo llamas-respondi.

– De acuerdo.

Y eso fue todo lo que nos dijimos el uno al otro durante el resto del dia.

6

Despues del funeral me quede en casa tres dias. Era demasiado tiempo, necesitaba regresar al trabajo. Pero seguia pensando en las cosas que tenia que hacer, o eso me dije a mi misma. Limpie el cuarto de la abuela. Arlene se paso y le pedi ayuda, porque no podia estar alli sola con las cosas de mi abuela, tan familiares e imbuidas de su olor personal de talco para bebes de Johnson's y Campho-Phenique [8].

Asi que mi amiga Arlene me ayudo a empaquetarlo todo y llevarlo a la agencia de auxilio a victimas de las catastrofes. Se habian producido tornados en el norte de Arkansas durante los ultimos dias, y era probable que alguna persona que lo hubiera perdido todo pudiera aprovechar aquella ropa. La abuela era mas bajita y delgada que yo, y ademas sus gustos eran muy distintos, asi que no quise nada suyo excepto las joyas. Casi nunca se ponia alhajas, pero las que tenia eran autenticas y, para mi gusto, preciosas.

Era increible todo lo que habia conseguido meter la abuela en su cuarto. No quise ni pensar en lo que debia de haber almacenado en el desvan; ya me enfrentaria a ello mas adelante, en otono, cuando la temperatura del altillo fuera mas fresca y tuviera tiempo para meditar.

Es probable que tirara mas de lo que debia, pero asi me senti eficiente y energica, e hice un trabajo drastico. Arlene guardaba y empaquetaba, preservando solo papeles y fotografias, cartas, facturas y cheques cancelados. Mi abuela no habia usado una tarjeta de credito en su vida ni habia comprado nada a plazos, Dios la bendiga, lo que hizo que la liquidacion fuera mucho mas sencilla.

Arlene me pregunto por el coche de la abuela. Tenia solo cinco anos de antiguedad y muy pocos kilometros.

– ?Venderas el tuyo y te quedaras con este? -dijo-. El tuyo es mas nuevo, pero es pequeno.

– No lo habia pensado-respondi. Y descubri que tampoco en ese momento podia pensarlo; la limpieza del cuarto era todo el terreno que podia abarcar aquel dia.

Para cuando cayo la tarde, la habitacion habia perdido todo rastro de la abuela. Arlene y yo sacudimos el colchon y volvimos a hacer la cama por pura costumbre. Era una vieja cama de columnas con dosel. Siempre habia pensado que aquel cuarto era precioso, y se me ocurrio que ahora era mio. Podia trasladarme a la habitacion mas grande y tener un cuarto de bano particular, en vez de usar el del pasillo.

De repente me di cuenta de que eso era justo lo que queria hacer. Los muebles de mi cuarto se trasladaron alli desde la casa de mis padres cuando estos murieron, y era un mobiliario de nina; demasiado femenino, recordaba a Barbies y fiestas de pijamas.

Aunque yo nunca habia organizado muchas fiestas de pijamas, ni tampoco ido a muchas.

No, no, no, no iba a caer en esa vieja trampa. Yo era lo que era, tenia una vida y podia disfrutar de las cosas, las pequenas chucherias que me mantenian viva.

– Puede que me traslade aqui-le dije a Arlene mientras ella cerraba una caja con cinta de embalar.

– ?No es un poco pronto? -respondio. Se sonrojo al darse cuenta de que habia sonado muy critica.

– Me sera mas facil estar aqui que al otro lado del pasillo, pensando que este cuarto esta vacio -dije. Arlene lo medito, acuclillada junto a la caja de carton con el rollo de cinta en las manos.

– Si, lo comprendo -admitio, con un asentimiento de su cabellera llameante.

Cargamos las cajas en el coche de Arlene. Se ofrecio amablemente a dejarlas en el centro de colectas de camino a casa, y yo acepte agradecida su propuesta. No queria que nadie me mirara con misericordia, sabiendo que entregaba las ropas, los zapatos y los camisones de la abuela. Cuando Arlene se marchaba la abrace y le di un beso en la mejilla, y ella se me quedo mirando. Eso estaba mas alla de las limitaciones que habia tenido nuestra amistad hasta aquel momento. Inclino su cabeza hacia la mia y juntamos nuestras frentes con mucha suavidad.

– Muchacha alocada -me dijo, con voz emocionada-. Ven a vernos pronto. Lisa esta deseando que vuelvas a hacerle de canguro.

– Dile que la tia Sookie le manda saludos, y tambien a Coby.

– Lo hare. -Arlene se metio sin prisas en el coche. Su roja melena formaba una masa ondulante encima de su cabeza, y todo su cuerpo hacia que el uniforme de camarera resultara muy prometedor.

Mis energias desaparecieron cuando el coche de Arlene se alejo dando botes por el camino de entrada, entre los arboles. Me senti muy vieja, con un millon de anos sobre los hombros, sola y solitaria. Era como me iba a sentir a partir de entonces.

No tenia hambre, pero el reloj indicaba que era la hora de comer. Fui hasta la cocina y saque una de las fiambreras del frigorifico. Tenia ensalada de pavo y uvas, y me gusto, pero me la tome en la mesa, comiendola con un tenedor. La deje y volvi a meterla en la nevera, y fui al bano para darme la ducha que tanto necesitaba. Las esquinas de los cuartos de bano siempre tienen polvo, e incluso una ama de casa tan buena como mi abuela no habia sido capaz de derrotar por completo al polvo.

La ducha me sento de maravilla, el agua caliente parecio llevarse parte de mis penurias. Me puse champu en el pelo y me frote cada centimetro de piel, y de paso me afeite las piernas y las axilas. Despues de salir de la banera me depile las cejas y me puse locion corporal, desodorante, un spray para desenredarme el pelo y casi cualquier cosa de la que pude echar mano. Con la melena cayendome por la espalda en una cascada de mechones humedos, me puse la camisa de dormir, blanca con la imagen de Piolin por delante, y cogi el peine. Me sentaria delante de la tele, para tener algo que mirar mientras me peinaba, que siempre es un proceso muy tedioso.

Mi pequeno brote de energia se extinguio, y me senti casi alelada.

El timbre de la puerta sono justo cuando me dirigia al salon con el peine en una mano y la toalla en otra. Eche un vistazo por la mirilla. Era Bill, que esperaba paciente en el porche. Lo hice pasar sin sentirme ni alegre ni triste por verlo.

Me recibio con cierta sorpresa: la camisa de dormir, el pelo humedo, los pies descalzos. Nada de maquillaje.

– Adelante-dije.

– ?Estas segura?

– Si.

Y entro, mirando a su alrededor como hacia siempre.

– ?Que estabas haciendo?-me pregunto, contemplando el monton de cosas que habia apartado tras pensar que los amigos de la abuela podian quererlas: por ejemplo, el Sr. Norris se sentiria entusiasmado por quedarse con la foto enmarcada de su madre y de la abuela juntas.

– Hoy he limpiado el dormitorio -respondi-, creo que me trasladare a el. -No pude pensar nada mas que decir. Se giro para estudiarme con detenimiento.

– Deja que te peine el pelo -dijo.

Asenti con indiferencia. Bill se sento en el sofa de flores y me senalo la vieja otomana que habia delante. Me sente obediente y el se inclino un poco, rodeandome con sus muslos. Empezo por la coronilla y

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