sangre y antes de poder ponerme tensa deslizo el dedo hasta mi interior. Comenzo a moverlo con mucha suavidad, y en un instante, en efecto, el dolor desaparecio.

– Gracias -dije-, ya estoy mejor.

Pero no saco el dedo.

– Oh -dije-, ?es que quieres repetir tan pronto? ?Puedes hacerlo? -Y mientras su dedo proseguia el movimiento, comence a desear que asi fuera.

– Espera y veras-me indico, con una pizca de diversion en su dulce y profunda voz.

Susurre, sin reconocerme a mi misma:

– Dime lo que quieres que haga.

Y me lo dijo.

Al dia siguiente volvia trabajar. Independientemente de los poderes curativos de Bill me sentia un poco incomoda, pero oye, tambien poderosa. Era un sentimiento por completo nuevo para mi. Era imposible no sentirse… bueno, creida no es la palabra adecuada, mas bien muy orgullosa.

Por supuesto, en el bar tuve los mismos viejos problemas: la cacofonia de voces, su zumbido, su persistencia. Pero de algun modo fui capaz de bajar su volumen, de guardarlas en un bolsillo. Me resulto mas sencillo mantener alta la guardia, y en consecuencia me encontre mas relajada. O puede que, como me notaba mas relajada (y tanto que estaba mas relajada), fuese mas facil mantener la guardia. No lo se, pero me senti mejor, y pude aceptarlas condolencias de los clientes con serenidad en vez de con lagrimas.

Jason vino a comer y se tomo un par de cervezas con su hamburguesa, lo que no constituia su dieta habitual. Lo normal era que no bebiera durante la jornada laboral. Sabia que se pondria furioso si le decia algo de manera directa, asi que me limite a preguntarle si todo iba bien.

– El jefe de policia me ha vuelto a llamar hoy -dijo en voz baja. Miro alrededor para asegurarse de que nadie nos escuchaba, aunque aquel dia el bar estaba medio vacio, ya que el Club Rotario [9] tenia reunion en el Centro Social.

– ?Que te ha preguntado? -mi voz fue igual de baja.

– Que cada cuanto veia a Maudette, que si siempre ponia gasolina donde ella trabajaba… Una y otra y otra vez, como si no hubiera respondido ya setenta y cinco veces a esas mismas preguntas. Mi jefe esta al limite de la paciencia, Sookie, y no lo culpo. He faltado al trabajo al menos dos dias, puede que tres, con todas las visitas que he tenido que hacer a la comisaria.

– Tal vez lo mejor sea que te consigas un abogado -aconseje, incomoda.

– Eso es lo que dice Rene.

Rene y yo cruzamos la mirada.

– ?Que tal Sid Matt Lancaster?-Sidney Matthew Lancaster, hijo del sur y bebedor de whisky amargo, tenia reputacion de ser el abogado criminalista mas agresivo de la parroquia. Me gustaba porque siempre me trataba con respeto cuando le servia en el bar. -Podria ser mi mejor opcion. -Jason parecia todo lo malhumorado y adusto que puede estar un hombre adorable. Intercambiamos una mirada. Ambos sabiamos que el abogado de la abuela era demasiado viejo para poder encargarse del caso si alguna vez, Dios no lo quisiera, Jason era arrestado.

Jason estaba demasiado preocupado por sus propios problemas como para notar nada diferente en mi, pero yo llevaba puesto un polo blanco (en vez de mi habitual camiseta de cuello redondeado) para taparme el cuello. Arlene no fue tan poco observadora como mi hermano. Me estuvo estudiando toda la manana y, para cuando llego la pausa de las tres de la tarde, ya estaba casi segura de que me habia pillado.

– Muchacha -me dijo-, ?te lo has estado pasando bien?

Me puse tan roja como una remolacha. 'Pasarselo bien' convertia mi relacion con Bill en mas ligera de lo que era en realidad, pero tambien resultaba bastante preciso. No supe si tomar el toro por los cuernos y decir: 'No, haciendo el amor', o mantener la boca cerrada, o decirle a Arlene que no era asunto suyo, o limitarme a gritar: '?Si!'.

– Oh, Sookie, ?quien es el?

Oh. Oh.

– Bueno, el no es…

– ?No es de aqui? ?Estas citandote con uno de esos obreros de Bossier City?

– No -dije dubitativa.

– ?Sam entonces? He visto que te miraba.

– No.

– Entonces ?quien?

Estaba actuando como si me avergonzara. Endereza la espalda, Sookie Stackhouse, me dije con firmeza. Imponte.

– Bill -dije, deseando contra toda esperanza que ella se limitara a decir: 'Ah, claro'.

– Bill-repitio Arlene sin comprender. Me fije en que Sam se habia acercado con discrecion y nos escuchaba. Igual que Charlsie Tooten. Incluso Lafayette habia sacado la oreja por la ventanilla.

– Bill-dije, tratando de sonar firme-. Ya sabes, Bill.

– ?Bill Auberjunois?

– No.

– ?Bill…?

– Bill Compton-intervino Sam con voz inexpresiva, justo cuando yo abria la boca para decir lo mismo: 'Bill el vampiro'.

Arlene se quedo pasmada. Charlsie Tooten solto de inmediato un pequeno chillido y a Lafayette casi se le cae la mandibula.

– Cielo, ?no puedes salir con un chico humano normal? – me pregunto Arlene cuando recupero la voz.

– Ningun chico humano normal me ha pedido salir. -Senti que el color me encendia la cara. Permaneci alli, con la espalda bien tiesa, sintiendome desafiante y tambien pareciendolo. Y tanto que si.

– Pero carino -ululo Charlsie Tooten con su voz de cria-, cielo… Bill, eh, tiene ese virus.

– Ya lo se-dije, apreciando la crispacion de mi voz.

– Pensaba que ibas a decir que salias con un negro, pero has conseguido algo mejor, ?eh, muchacha?-dijo Lafayette, jugueteando con su esmalte de unas.

Sam no dijo nada. Se quedo de pie, apoyado en la barra, y se formaba una linea blanca alrededor de su boca como si se mordiera el labio por dentro.

Los mire uno a uno, obligandolos a aceptarlo o soltar lo que tuvieran que decir. Arlene fue la primera en superarlo:

– Que se le va a hacer. ?Sera mejor que te trate bien o sacaremos las estacas!

Todos lograron reirse de ello, aunque fuera un poco.

– ?Y te ahorraras un monton en comida! -senalo Lafayette. Pero entonces, con un solo gesto, Sam lo fastidio todo, aquellos primeros pasos de aceptacion. Se movio de repente hasta quedar delante de mi y me bajo el cuello del polo.

El silencio de aquellas personas, mis amigos, se podia cortar con un cuchillo.

– Oh, mierda-dijo Lafayette, en voz muy baja.

Mire a Sam con firmeza a los ojos, pensando que nunca lo perdonaria por hacerme eso.

– No toques mi ropa-le dije, alejandome de el y volviendo a colocarme bien el cuello-. No te metas en mi vida personal.

– Tengo miedo por ti, me preocupas-dijo, mientras Arlene y Charlsie encontraban con prontitud otras cosas en las que enfrascarse.

– No, no es verdad, al menos no del todo. Estas completamente loco. Muy bien, pues escuchame, amigo: nunca has tenido la menor posibilidad.

Me aleje rauda para limpiar la formica de una de las mesas. Despues recogi todos los saleros y los rellene. Y despues comprobe los pimenteros y las botellas de pimenton picante de cada mesa y reservado, y tambien la salsa de tabasco. Me limite a seguir trabajando y mantener la vista concentrada en lo que hacia, y poco a poco el ambiente se relajo.

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