portero, que se oculto rapidamente. Desmonte y aporree un portillo practicado en el muro. Al cabo de unos instantes, un individuo alto y corpulento, con la cabeza tan pelada como un huevo y un grasiento delantal de cuero atado a la cintura, aparecio en el umbral y nos miro con cara de pocos amigos.
– ?Que buscais aqui?
– Soy el comisionado del rey. Haz el favor de llevarnos ante el abad -respondi con sequedad.
El hombre nos miro con suspicacia.
– No esperamos a nadie. Esto es un monasterio de clausura. ?Teneis papeles?
Me meti la mano bajo la ropa y le tendi mi documentacion. -El monasterio de San Donato Ascendente de Scarnsea es una casa benedictina, no un monasterio de clausura. La gente puede entrar y salir a conveniencia del abad. A no ser que nos hayamos equivocado de monasterio… -anadi con sorna. El botarate miro los papeles, luego a mi y me los devolvio. Era evidente que no sabia leer-. Me los has adornado con un par de buenos manchones, amigo. ?Como te llamas?
– Bugge -murmuro el portero-. Vere si el abad puede recibiros… -dijo apartandose y dejando que entraramos con los caballos a un amplio espacio bajo los pilares que sostenian la torre-. Tened la bondad de esperar.
Asenti, y el hombre dio media vuelta y se alejo corriendo. Pase entre los pilares y eche un vistazo al patio. Frente a mi se alzaba la esplendida iglesia del monasterio, solidamente construida con piedra blanca que el tiempo habia amarilleado. Como el resto de los edificios, era de caliza francesa y estilo normando, con anchos ventanales, en contraposicion al gusto contemporaneo por las ventanas altas y estrechas y los arcos que se elevan hacia el cielo. A pesar de sus proporciones -noventa varas de largo con torres gemelas de treinta varas de altura- producia una impresion de maciza solidez, de enraizamiento en la tierra.
A la izquierda, pegados a la muralla, se alineaban los edificios auxiliares: el taller de canteria, los establos, la destileria… El patio bullia con una actividad que me resultaba familiar de la epoca de Lichfield; proveedores y criados iban de aqui para alla parandose a conversar con monjes tonsurados y vestidos con negros habitos de benedictinos; habitos de buena lana, adverti, bajo los que asomaban comodos zapatos de cuero. El suelo era de tierra apisonada y cubierta con paja. Por todas partes se veian enormes perros de caza ladrando y orinando contra las paredes. Como de costumbre, el ambiente era mas propio de un mercado que de un recoleto refugio del mundo.
A la derecha de la iglesia se encontraban los edificios claustrales en los que vivian y oraban los monjes. La esquina de la muralla estaba ocupada por un edificio independiente de una sola altura, con un hermoso herbario de plantas cuidadosamente apuntaladas y etiquetadas en la parte delantera. Supuse que era la enfermeria.
– Bueno, ?que opinas ahora de los monasterios? -pregunte volviendome hacia Mark.
El muchacho le propino una patada a un perro que se le habia acercado ensenandole los dientes. El animal retrocedio y ladro con furia.
– No me lo imaginaba tan grande. Podria cobijar a doscientos hombres durante un asedio.
– Buena observacion. Lo construyeron para cien monjes y cien criados. Ahora, segun la
– Han advertido nuestra presencia, senor -murmuro Mark.
En efecto, los persistentes ladridos del animal habian atraido hacia nosotros las miradas de todo el patio, miradas hostiles que iban de un lado a otro entre murmullos. Sin embargo, un monje alto y delgado, que estaba apoyado en un baston junto al muro de la iglesia, nos miraba con insistencia. Su blanco habito y el largo escapulario que le colgaba del cuello contrastaban con el negro riguroso de los benedictinos.
– Parece que es un cartujo -murmure.
– Creia que habian cerrado todas las casas de esa orden y ejecutado a la mitad de los monjes por traicion.
– Y creias bien. ?Que hara aqui?
Oi toser a mis espaldas. El portero habia vuelto acompanado por un monje bajo y rechoncho de unos cuarenta anos. La franja de pelo que rodeaba su tonsura era castana con hebras grises y la dureza de su rubicundo rostro quedaba atenuada por las redondeces y adiposidades de la buena vida. La insignia cosida a la pechera del habito representaba una llave. Tras el, habia un muchacho pelirrojo de aspecto nervioso vestido con el habito gris de los novicios.
– Muy bien, Bugge -dijo el recien llegado con el aspero y claro acento de los escoceses-, ya puedes volver a tus obligaciones. -El portero dio media vuelta a reganadientes-. Soy el prior, hermano Mortimus de Kelso. -?Donde esta el abad?
– En estos momentos, se encuentra ausente. Yo soy el segundo director del monasterio y responsable de la administracion diaria de San Donato -dijo el hermano Mortimus, observandonos con atencion-. ?Venis en respuesta a la carta del doctor Goodhaps? No ha aparecido ningun mensajero anunciando vuestra llegada; me temo que no hay alojamiento preparado.
Di un paso atras, porque me habia llegado un olor nada agradable. Por mis anos con los monjes, sabia de su apego a la vieja creencia de que lavarse no es sano, lo que los llevaba a no hacerlo mas que media docena de veces al ano.
– Lord Cromwell nos ordeno partir de inmediato. Soy el doctor Matthew Shardlake, comisionado designado para investigar los hechos que mencionaba el doctor Goodhaps en su carta. -Bienvenido al monasterio de San Donato - respondio el prior inclinando la cabeza-. Os pido disculpas por el comportamiento de nuestro portero, pero las circunstancias aconsejan que nos mantengamos tan aislados del mundo como sea posible.
– Nuestro asunto es urgente, hermano Mortimus -replique con viveza-. Decidme, por favor, ?es cierto que Robin Singleton ha muerto?
El rostro del prior se ensombrecio.
– Lo es -respondio persignandose-. Brutalmente asesinado por un desconocido. Ha sido una terrible desgracia.
– Entonces, tenemos que ver al abad de inmediato.
– Os llevare a su casa. No tardara en volver. Rezo para que podais arrojar luz sobre lo ocurrido aqui. Sangre derramada en un lugar sagrado… Peor aun. -El prior sacudio la cabeza y, cambiando subitamente de actitud, se volvio hacia el muchacho, que nos miraba con ojos como platos, y le grito-: ?Los caballos, Whelplay! ?Al establo!
El novicio era apenas un nino, delgado y de aspecto fragil, que parecia mas cerca de los dieciseis anos que de los dieciocho que eran necesarios para hacer el noviciado. Baje la alforja que contenia mis documentos y se la di a Mark, mientras el novicio cogia las riendas de los animales. Tras dar unos pasos, se volvio para mirarnos y, al hacerlo, resbalo en un monton de excrementos de perro, cayo de espaldas y aterrizo en el suelo con un ruido seco. Los caballos relincharon asustados y todos los que estaban en el patio rompieron a reir. El rostro del prior Mortimus enrojecio de ira. Se acerco al chico, que se estaba levantando, le dio un empujon y volvio a lanzarlo sobre la inmundicia. Las carcajadas redoblaron.
– ?Por las llagas de Cristo que eres un asno, Whelplay! -grito el prior-. ?Quieres espantar a los caballos del comisionado del rey?
– No, senor prior -murmuro el chico con voz temblorosa-. Os ruego que me perdoneis.
Me acerque, cogi las riendas de
– Los caballos se espantaran con todo este escandalo -dije con voz suave-. No te apures, muchacho, puede pasarle a cualquiera. -Le tendi las riendas y, tras lanzar una rapida mirada al congestionado rostro del prior, el novicio se alejo con los animales-. Ahora, senor, si nos mostrais el camino… -murmure volviendome hacia el hermano Mortimus.
El escoces me miro de hito en hito. Ahora tenia el rostro morado.
– Con todos mis respetos, senor, yo soy el responsable de la disciplina en esta casa. El rey ha ordenado muchos cambios en nuestras vidas, y nuestros hermanos mas jovenes necesitan aprender obediencia mas que nunca.
– ?Teneis problemas para que vuestros jovenes hermanos obedezcan las nuevas disposiciones de lord Cromwell?