El anciano me observo dubitativo durante unos instantes, abrio la puerta y nos permitio entrar en su dormitorio. Era una habitacion acogedora, con una cama con dosel y cortinas, mullidos cojines repartidos por el suelo y una ventana que daba al bullicioso patio. En un rincon habia una pila de libros y sobre ella una bandeja con una jarra de vino y varias copas de peltre. En la chimenea ardian unos troncos, y Mark y yo nos acercamos de inmediato, pues estabamos helados hasta los huesos.
– Gracias, hermano -dije volviendome hacia el prior, que se habia quedado en el umbral y nos observaba con desconfianza-. Os agradeceria que me informarais cuando llegue el abad.
El hermano Mortimus inclino la cabeza y salio de la habitacion, cerrando la puerta a sus espaldas.
– Echad la llave, en nombre de nuestro Salvador -gruno el anciano, retorciendose las manos. El pelo desgrenado y la negra toga de abogado, arrugada y mugrienta, le daban un aspecto lamentable. Por su aliento, deduje que ya habia probado el vino-. Asi que la carta llego… ?Alabado sea Dios! Temia que la interceptaran. ?Cuantos sois?
– Nosotros dos. ?Puedo sentarme? -pregunte agachandome con precaucion hacia los cojines.
Apenas me sente, senti un enorme alivio en la espalda. En ese momento, el doctor Goodhaps advirtio mi deformidad, y miro a Mark, que estaba descinendose la pesada espada.
– El muchacho…, ?es un espadachin? ?Puede protegernos?
– Si, si es necesario. ?Podriamos necesitar proteccion?
– En este lugar, senor, despues de lo que ha ocurrido… Estamos rodeados de enemigos, doctor Shardlake.
Era evidente que estaba aterrorizado, de modo que esboce una sonrisa tranquilizadora. Un testigo nervioso, al igual que un caballo nervioso, necesita que lo calmen»
– Tranquilizaos, doctor Goodhaps. Estamos cansados y agradeceriamos un poco de ese vino mientras nos contais que ocurrio exactamente.
– ?Oh, doctor Shardlake, por Dios Misericordioso, la sangre!…
– Empezad desde el principio -lo ataje alzando una mano-. Desde el momento de vuestra llegada.
El anciano nos sirvio vino, se sento en la cama y solto un suspiro.
– Yo no queria venir -dijo pasandose los dedos por la blanca pelambrera-. He pasado anos cultivando las vinas de Cambridge y luchando por la Reforma desde el principio. Ya soy demasiado viejo para este tipo de trabajos. Pero Robin Singleton fue alumno mio y me pidio que lo ayudara a obtener la cesion de esta endemoniada casa. Necesitaba un canonista, ?comprendeis? Ademas, no podia oponerme a los deseos del vicario general -anadio con resquemor.
– Eso es dificil -reconoci-. De modo que llegasteis aqui… ?cuando? ?Hace una semana?
– Si. Fue un viaje duro.
– ?Como se desarrollaron las negociaciones?
– Mal, senor, como habia imaginado. Singleton llego aqui despotricando, diciendo que esta era una casa corrompida y pecadora, y que mas les valdria aceptar las pensiones que les ofrecia y ceder. Pero el abad Fabian ni se inmuto; le gusta demasiado la vida que lleva aqui, jugar a ser terrateniente y mandar sobre administradores y alguaciles. ?Sabiais que no era mas que el hijo del tabernero de Scarnsea? -Goodhaps apuro la copa y se sirvio otra. Solo como estaba aquel pobre viejo, no podia culparlo por buscar refugio en la bebida-. El abad Fabian no es tonto. Sabia que, despues de la rebelion del norte, no habria mas cesiones forzadas. Singleton me dijo que buscara en mis libros algo con lo que pudieramos amenazarlo. Le respondi que estaba perdiendo el tiempo, pero Robin nunca se distinguio por su inteligencia; su metodo consistia en avasallar. ?Que Dios se apiade de su alma! -anadio, pero, como buen reformista, no se santiguo.
– Lo que decis es cierto -admiti-, a no ser que existan otras violaciones de la ley. Si no recuerdo mal, se ha hablado de sodomia y de robo. Ambos, delitos capitales.
Goodhaps solto un suspiro. '
– Por una vez, lord Cromwell estaba equivocado. El juez de paz es un buen reformista, pero sus informes sobre ventas de tierras por debajo de su valor no tienen fundamento. En los libros de cuentas no hay pruebas de ninguna irregularidad.
– ?Y los rumores sobre sodomia?
– Nada. El abad asegura que todos se han reformado desde la inspeccion. El anterior prior consentia esas practicas nefandas, pero fue expulsado con dos de los mas corruptos y sustituido por ese bruto escoces.
Vacie mi copa, pero me abstuve de pedir mas. Estaba muerto de cansancio y, con el vino y el calor del fuego, me estaban entrando ganas de tumbarme y dormir; sin embargo, necesitaba tener la cabeza despejada durante unas horas mas.
– ?Que opinais de los hermanos?
El doctor Goodhaps se encogio de hombros.
– Son como todos. Perezosos y despreocupados. Juegan a las cartas, cazan (ya habreis advertido que esto esta plagado de perros) y se saltan los oficios, pero cumplen las ordenanzas, dicen la misa en ingles y no tienen mujerzuelas rondando por el monasterio. Este prior impone una disciplina ferrea. Presume de respaldar las disposiciones de lord Cromwell, pero me inspira tan poca confianza como los demas. Los obedienciarios son listos, todo suavidad, pero bajo la superficie siguen apegados a las viejas herejias, aunque no lo exteriorizan. Salvo ese cartujo tullido, claro, pero el no forma parte de la comunidad.
– ?Ah, si, el hermano Jerome! Nos hemos cruzado con el.
– ?No sabeis quien es?
– No.
– Un pariente de la reina Juana, que en paz descanse. Se nego a jurar lealtad, pero habria sido muy embarazoso ejecutarlo como a los demas cartujos. Lo torturaron hasta arrancarle el juramento y luego lo mandaron aqui con una pension. Otro pariente suyo es un gran terrateniente de la zona. Suponia que lord Cromwell sabia que estaba aqui.
Incline la cabeza.
– Imagino que hasta en el gabinete de Su Senoria se pierden papeles.
– A los monjes no les gusta, porque los insulta y los llama perezosos y flojos. Tiene prohibido salir del monasterio.
– Supongo que el comisionado Singleton hablaria con muchos de los monjes para intentar descubrir algo. ?Sigue aqui alguno de los implicados en el escandalo de la sodomia?
– ?El alto de la pelambrera pajiza, quiza? -tercio Mark. Goodhaps se encogio de hombros.
– ?Ah, ese! El hermano Gabriel, el sacristan. Si, era uno de ellos. Parece totalmente normal, ?verdad? Alto y fuerte. Aunque a veces te mira de una forma extrana. Singleton los presiono, pero ahora todos aseguran que son puros como angeles. Me encargo que interrogara a unos cuantos, y les pregunte sobre detalles de sus vidas; pero yo soy un estudioso, no estoy preparado para esas cosas. -Deduzco que el comisionado Singleton no se hizo muy popular aqui… Yo lo conocia. Era muy temperamental.
– Si, su brusquedad nunca le ayudo a hacer amigos, pero no le importaba.
– Contadme como murio.
El anciano encogio el cuerpo como si quisiera esconderse dentro de si mismo.
– Singleton habia renunciado a seguir presionando a los monjes. Como ultimo recurso, me dijo que hiciera una lista de todas las violaciones de la ley canonica en que puede incurrir un monasterio. Se pasaba la mayor parte del tiempo revisando las cuentas y los archivos. Necesitaba algo para lord Cromwell, y empezaba a ponerse nervioso. Los dos ultimos dias, apenas lo vi; estaba muy atareado examinando los libros del tesorero.
– ?Que buscaba?
– Cualquier irregularidad que pudiera encontrar. Como ya he dicho, se estaba quedando sin recursos. Pero tenia ciertos conocimientos sobre ese nuevo sistema contable italiano en el que todo se apunta dos veces.
– Los balances. Al parecer, sabia mas de cuentas que de leyes…
– Si -dijo Goodhaps con un suspiro-. La ultima noche cenamos los dos solos, como de costumbre. Singleton parecia de mejor humor. Dijo que iba a encerrarse en su cuarto para examinar otro libro que habia conseguido arrancarle al tesorero. Por cierto, que esa noche, la noche en que ocurrio todo, el tesorero estaba ausente…
– ?Un hombrecillo gordo de ojillos negros? Si, lo hemos visto en el patio, discutiendo con otro de dinero.
– El mismo. El hermano Edwig, discutiendo con el sacristan sobre sus planes para restaurar la iglesia, seguro. El hermano Edwig me gusta, es un hombre practico. Le duele tirar el dinero. En mi facultad necesitariamos a