– Hace cuatro dias, el comisionado Singleton y yo mantuvimos otra larga e infructuosa, me temo, conversacion. Eso fue por la tarde, y ya no volvi a verlo. Sus habitaciones estaban en este edificio, pero el doctor Goodhaps y el solian cenar aparte. Me acoste a la hora de costumbre. A las cinco de la manana, el hermano Guy, nuestro enfermero, irrumpio en mi habitacion y me desperto. Me dijo que al entrar en la cocina habia encontrado el cuerpo sin vida del comisionado Singleton en medio de un charco de sangre. Lo habian decapitado. -El abad hizo una mueca de repugnancia y sacudio la cabeza-. El derramamiento de sangre en terreno consagrado es una abominacion, senor comisionado. Luego encontramos lo del altar de la iglesia, cuando los monjes fueron a rezar los maitines.
El abad hizo una pausa; la profunda arruga que surcaba su ceno me convencio de que su emocion era autentica.
– ?Y que encontraron?
– Mas sangre. La sangre de un gallo negro que estaba al pie del altar, con la cabeza tambien cortada. Me temo que se trata de un caso de brujeria, doctor Shardlake.
– Creo que tambien ha desaparecido una reliquia… El abad se mordio el labio.
– La Gran Reliquia de Scarnsea. Es unica y sagrada, la mano del Buen Ladron que murio con Cristo, clavada a un trozo de su cruz. El hermano Gabriel descubrio que habia desaparecido poco despues.
– Tengo entendido que es un objeto valioso. ?Un cofre de oro con incrustaciones de esmeraldas?
– Si. Pero me preocupa mas su contenido. La idea de que una reliquia tan santa este en manos de una bruja…
– No fue brujeria lo que decapito al comisionado del rey.
– Eso tiene intrigados a muchos hermanos. En la cocina no hay ningun instrumento que pueda servir para cortarle la cabeza a un hombre. No es algo facil de hacer.
Me incline hacia delante y apoye una mano en una rodilla. Lo hacia para aliviar la tension de mi espalda, pero podia interpretarse como un gesto desafiante.
– Vuestras relaciones con el comisionado Singleton no eran buenas. ?Decis que acostumbraba a cenar en su habitacion? El abad Fabian extendio las manos.
– Como enviado del vicario general, se le trato con suma cortesia. El tomo la decision de no compartir mi mesa. Pero, por favor -dijo el abad alzando ligeramente la voz-, permitidme repetir que condeno su muerte como un acto abominable. De hecho, estoy impaciente por dar cristiana sepultura a sus pobres restos. Su prolongada presencia entre nosotros produce inquietud entre los monjes; temen a su fantasma. Pero el doctor Goodhaps insistio en que el cuerpo debia ser examinado.
– Una medida muy acertada. Su examen sera mi primera tarea.
El abad me miro con atencion.
– ?Vais a investigar este crimen solo, sin recurrir a las autoridades civiles?
– Si, y tan rapidamente como pueda. Pero espero vuestra total cooperacion y ayuda.
El abad extendio las manos.
– Por supuesto. Pero, francamente, no se por donde podriais empezar. Parece una tarea imposible para un solo hombre. Especialmente si, como creo, el asesino era alguien de la ciudad.
– ?Que os hace pensar tal cosa? Segun me han dicho, esa noche el portero se cruzo con el comisionado Singleton, quien le dijo que iba a encontrarse con un monje. Y para abrir la puerta de la cocina se necesita una llave.
El abad se inclino hacia delante con viveza.
– Senor, esta es una casa de Dios, dedicada a la adoracion de Cristo -dijo inclinando la cabeza al mencionar el nombre de Nuestro Senor-. En sus cuatrocientos anos de existencia, no habia ocurrido nada parecido. Pero fuera, en el mundo del pecado… Algun lunatico o, peor aun, alguien que practica la brujeria, podria haber entrado en el monasterio con la intencion de profanarlo. En mi opinion, el sacrilegio cometido en el altar lo demuestra sin lugar a dudas. Creo que el comisionado Singleton sorprendio al intruso o los intrusos cuando se disponian a entrar en la iglesia. En cuanto a la llave, el comisionado tenia una. Se la habia pedido al prior Mortimus esa misma tarde.
– Comprendo. ?Teneis idea de quien podria ser el monje al que iba a ver?
– Ojala la tuviera. Pero el comisionado Singleton se llevo esa informacion a la tumba. Senor, no se que loco furioso puede haber llegado a la ciudad recientemente, pero desde luego no faltan malhechores; la mitad de la gente se dedica al contrabando con Francia.
– Lo sacare a colacion manana, cuando me entreviste con el juez Copynger.
– ?Intervendra en la investigacion? -pregunto el abad frunciendo el entrecejo imperceptiblemente. Era evidente que aquello no le gustaba.
– El y nadie mas que el. Decidme, ?cuanto hace que sois abad de este monasterio?
– Catorce anos. Catorce pacificos anos, hasta ahora.
– Sin embargo, hace dos hubo problemas, ?no es asi? Durante la inspeccion.
– Si, hubo algunos… deslices -dijo el abad sonrojandose-. El antiguo prior… Se cometieron algunos pecados. Ocurre hasta en los lugares mas santos.
– Pecados y delitos.
– El antiguo prior fue expulsado y despojado del habito. Por supuesto, el prior es el responsable del bienestar y la disciplina de los monjes, despues de mi. Era un pecador astuto y supo mantener sus malas acciones bien ocultas. Pero ahora, con el hermano Mortimus, volvemos a tener disciplina religiosa. El propio comisionado Singleton tuvo que admitirlo.
Asenti.
– Bien. Teneis sesenta criados, ?no es asi?
– Tenemos un gran complejo de edificios que atender.
– ?Y cuantos monjes? ?Treinta?
– Senor, me niego a creer que uno de nuestros criados, y menos aun un monje dedicado al servicio de Dios, haya hecho algo asi.
– De momento, todos son sospechosos, senor abad. Despues de todo, el comisionado Singleton habia venido a negociar la cesion del monasterio. Y, si bien las pensiones que ofrece Su Majestad son generosas, imagino que mas de uno veria con disgusto el final de su vida aqui.
– Los monjes no conocian el autentico motivo de su visita. Solo saben que el comisionado Singleton era un enviado del vicario general. A peticion suya, encargue al prior Mortimus que hiciera correr la voz de que habia un problema con los titulos de una de nuestras propiedades. Solo sabian la verdad los monjes con responsabilidades, los obedienciarios de mas edad.
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– ?Quienes son, exactamente?
– Ademas del prior Mortimus, Gabriel, el sacristan; el hermano Edwig, nuestro tesorero, y el hermano Guy, el enfermero. Son los de mas edad y llevan muchos anos aqui, excepto el hermano Guy, que llego el ano pasado. Despues del asesinato, han circulado numerosos rumores sobre el motivo de la visita del comisionado Singleton, pero yo he mantenido la historia del conflicto sobre los titulos.
– Bien. Por el momento, nos atendremos a esa version. Aunque es posible que volvamos a tratar el asunto de la cesion.
El abad hizo una pausa para elegir cuidadosamente sus palabras.
– Senor, aun en circunstancias tan terribles, debo insistir en mis derechos. La ley que disolvio las casas menores decia especificamente que los monasterios estaban en orden. No hay base legal para pedir la cesion, a menos que la casa haya sido hallada culpable de alguna grave violacion de las disposiciones, y no es el caso. Ignoro el motivo por el que el vicario general podria desear tomar posesion de nuestro monasterio. He oido rumores de que no somos los unicos a los que ha pedido que cedan, pero debo deciros a vos lo mismo que le dije al senor Singleton: me acojo al amparo que me ofrece la ley.
El abad se reclino en el sillon con el rostro congestionado y los labios apretados, preocupado pero desafiante.
– Veo que teneis una coleccion de estatutos -comente. -Estudie leyes en Cambridge, hace muchos anos. Vos sois abogado, senor; sabeis que la observancia de la ley es la base de nuestra sociedad.
– Asi es, pero las leyes cambian. Se han promulgado nuevas disposiciones, y no seran las ultimas. -El abad me miro sin inmutarse. Sabia tan bien como yo que no habria mas leyes de disolucion de los monasterios mientras el