alguien asi. En lo relativo al dia a dia del monasterio, el prior Mortimus y el hermano Edwig se reparten el mando y son igual de eficientes. El anciano volvio a llenarse la copa. -?Que ocurrio despues?
– Trabaje durante una hora, rece mis oraciones y me acoste. -?Y dormisteis?
– Si. Me desperte sobresaltado hacia las cinco. Oi voces y luego fuertes golpes en la puerta, como los que ha dado el prior hace un momento -dijo Goodhaps con un estremecimiento-. Al abrir, me encontre frente a una docena de monjes, entre los que estaba el abad. Parecia conmocionado, totalmente fuera de si. Me dijo que habian encontrado el cadaver del comisionado, que lo habian asesinado, que tenia que bajar enseguida.
»Me vesti y los acompane. La confusion era total; todo el mundo farfullaba incoherencias sobre puertas cerradas y sangre, y alguien dijo que era la venganza de Dios. Trajeron antorchas y nos dirigimos hacia la cocina atravesando los dormitorios de los monjes. En esos interminables y oscuros pasillos hacia un frio terrible, y los monjes y los criados estaban apinados en pequenos grupos, muertos de miedo. Por fin, abrieron la puerta de la cocina. Dios misericordioso… -Para mi sorpresa, el doctor Goodhaps se santiguo rapidamente-. Lo primero que percibi fue un olor a… -el anciano solto una risa nerviosa-, a carniceria. La cocina estaba llena de velas; las habian repartido por las largas mesas, por los aparadores, por todas partes. Pise algo, y el prior me cogio del brazo y me aparto. Cuando levante el pie, lo tenia pegajoso. En el suelo habia un enorme charco de liquido oscuro. No sabia que era.
»Entonces vi a Robin Singleton tumbado boca abajo, en mitad del charco, con la ropa totalmente empapada. Habia algo que no me cuadraba, pero al principio no supe que era…, hasta que adverti que no tenia cabeza. Mire a mi alrededor y entonces la vi, vi su cabeza; estaba debajo de la mantequera y tenia los ojos clavados en mi. En ese momento, comprendi que el charco era de sangre. -El anciano cerro los ojos-. Dios Todopoderoso, estaba tan asustado…
Goodhaps volvio a abrir los ojos, apuro la copa y extendio el brazo hacia la jarra, pero yo la tape con la mano.
– Basta por hoy, doctor Goodhaps -le dije con suavidad-.
Continuad.
Los ojos del anciano se llenaron de lagrimas.
– Pense que lo habian matado ellos, pense que habia sido una ejecucion y que yo seria el siguiente. Los mire a la cara, los mire para ver quien llevaba un hacha… Tenian todos un aspecto tan siniestro… El cartujo, que tambien estaba presente, sonreia como un demente y de pronto exclamo: «?Mia es la venganza, dijo el Senor!»
– ?Estais seguro de que dijo eso?
– Si. El abad le ordeno que se callara y se volvio hacia mi. «Senor Goodhaps -me dijo-, debeis indicarnos que debemos hacer.» Entonces comprendi que estaban tan asustados como yo.
– ?Puedo decir algo? -pregunto Mark. Asenti-. Ese cartujo no podria cortarle la cabeza a nadie. No tiene la fuerza y el equilibrio necesarios.
– Si. Tienes razon -dije, y me volvi hacia el anciano-. ?Que respondisteis al abad?
– El opinaba que debiamos consultar a las autoridades civiles, pero yo sabia que lo primero era comunicarselo a lord Cromwell. Sabia que el hecho tendria consecuencias politicas. El abad dijo que el viejo Bugge, el portero, habia visto a Singleton durante su ronda, hacia menos de una hora. Al parecer, le habia dicho que iba a ver a uno de los monjes.
– ?A esas horas? ?No dijo a quien?
– No. Parece que Singleton lo despidio con cajas destempladas.
– Comprendo. ?Que ocurrio despues? -Ordene a todos los monjes que guardaran estricto silencio. Les dije que de alli no debia salir ninguna carta sin mi consentimiento, y envie la mia por medio de un muchacho de la ciudad.
– Hicisteis bien, senor Goodhaps. Tomasteis la decision correcta.
– Gracias -murmuro el anciano secandose los ojos con la manga-. Estaba muy asustado. Me encerre aqui y aqui he seguido. Lo siento, doctor Shardlake, pero estaba acobardado. Debia haber investigado, pero… solo soy un erudito.
– Bueno, ahora estamos nosotros. Decidme, ?quien encontro el cadaver?
– El hermano Guy, el enfermero. El monje negro. -El doctor Goodhaps se estremecio-. Dijo que tenia a un hermano anciano en la enfermeria y que habia ido a la cocina a por leche. Tiene una llave. Abrio la puerta exterior, recorrio el pequeno pasillo y llego a la cocina. Al abrir, piso el charco de sangre y dio la voz de alarma.
– Entonces, por la noche, la cocina esta cerrada con llave normalmente…
Goodhaps asintio.
– Si, para impedir que los monjes y los criados la saqueen. No piensan en otra cosa que en llenarse la barriga. Ya habeis visto lo gordos que estan la mayoria.
– Por consiguiente, el asesino tenia una llave. Al igual que el encuentro del que informo el portero, eso apunta hacia alguien de dentro del monasterio. Pero en vuestra carta deciais que habian profanado la iglesia y robado una reliquia…
– Si. Cuando aun estabamos en la cocina, llego uno de los monjes diciendo… -el anciano trago saliva-, diciendo que habian sacrificado un gallo en el altar de la iglesia. Mas tarde, descubrimos que la reliquia del Buen Ladron habia desaparecido. Los monjes dicen que alguien de fuera entro para profanar la iglesia y robar la reliquia, se encontro con el comisionado y lo mato.
– ?Y como iba a entrar alguien de fuera en la cocina?
El anciano se encogio de hombros.
– ?Sobornando a un criado para que le hiciera una copia de la llave, quiza? Eso es lo que cree el abad, aunque el unico criado que tiene llave es el cocinero.
– ?Que me decis de la reliquia? ?Es valiosa?
– ?Eso? Una mano clavada a un trozo de madera. Se guardaba en un enorme relicario de oro con incrustaciones de pedreria; esmeraldas autenticas, creo. Dicen que cura los huesos rotos o deformes, pero no es mas que otro enganabobos. -Por un momento, su voz se alzo con el ardor de un reformista-. Los monjes estan mas apesadumbrados por la reliquia que por el asesinato de Singleton.
– ?Que pensais vos? -le pregunte-. ?Quien creeis que pudo hacer algo asi?
– No se que pensar. Los monjes hablan de adoradores del Diablo que habrian entrado para robar la reliquia, pero nos odian, se respira en el ambiente. Senor, ahora que estais aqui, ?puedo volver a casa?
– Todavia no. Pronto, tal vez.
– Al menos ahora os tengo a vos y al muchacho.
Llamaron a la puerta, y el criado la abrio y asomo la cabeza.
– El abad ha regresado, senor.
– Muy bien. Ayudame a levantarme, Mark. Tengo el cuerpo agarrotado. -Me puse en pie con su ayuda y me sacudi la ropa-. Gracias, doctor Goodhaps. Puede que volvamos a hablar mas tarde. Por cierto, ?que ha sido de los libros de cuentas que estaba revisando el comisionado?
– Los recupero el tesorero. -El anciano movio la canosa y desgrenada cabeza-. ?Como ha podido ocurrir algo asi? Lo unico que yo queria era ver reformada la Iglesia… ?En que mundo vivimos, como pueden ocurrir estas cosas? Revueltas, traiciones, asesinatos… A veces me pregunto si hay algun modo de resolver todo esto…
– Al menos, hay un modo de resolver los misterios creados por el hombre -dije con conviccion-. De eso estoy seguro. Venga, Mark. Vayamos a ver a su reverencia el abad.
6
El criado nos acompano escaleras abajo y nos hizo pasar a una amplia sala que tenia las paredes cubiertas de vistosos tapices flamencos, antiguos pero muy hermosos. Las ventanas daban a un gran cementerio salpicado de arboles, en el que un par de sirvientes rastrillaban las ultimas hojas.
– El senor abad se esta quitando las ropas de montar. Estara con vos enseguida -anuncio el criado, y, tras dedicarnos una profunda reverencia, nos dejo calentandonos el trasero en la chimenea.
El mobiliario de la sala consistia en un enorme escritorio atestado de papeles y pergaminos, con un mullido sillon al otro lado y dos taburetes a este. El enorme sello de la abadia descansaba sobre un bloque de cera en una