relevante al respecto, os escucho. En caso contrario, no me hagais perder el tiempo.

– Lo siento.

– Podeis marcharos.

El joven monje parecia a punto de decir algo mas, pero se lo penso mejor y abandono la destileria a toda prisa.

– ?Dios, que criatura! -exclame dandole una patada a un barril y riendo con exasperacion-. Bueno, esto no nos lleva a ninguna parte.

– ?Informadores! No traen mas que problemas -opino Mark.

De pronto, solto una maldicion y se aparto de un salto, pues una de las gallinas del techo acababa de ponerle perdida la capa.

– Si, son como esas gallinas. Les da igual donde caiga su mierda -dije dando vueltas por la destileria-. Jesus, ese majadero casi me mata del susto en las letrinas. Creia que era el asesino, decidido a acabar conmigo.

Mark me miro muy serio.

– Confieso que no me gusta estar solo aqui. No me fio ni de mi sombra. Tal vez deberiamos permanecer juntos, senor.

Menee la cabeza.

– No, hay mucho que hacer. Vuelve a la enfermeria. Parece que te las apanas bien con Alice.

– Me esta contando su vida de cabo a rabo -respondio Mark con una sonrisa satisfecha.

– Muy bien. Yo voy a visitar al hermano Gabriel. Tal vez quiera contarme algo de la suya. Supongo que no habras tenido tiempo de explorar el lugar…

– No, senor.

– Pues no olvides hacerlo. Pidele unas fundas para los zapatos al hermano Guy. Y ten cuidado -anadi mirandolo muy serio.

Me detuve ante la puerta de la iglesia. Al ver a uno de los pinches de la cocina avanzando torpemente por la nieve con las calzas empapadas, me alegre de llevar las fundas de cuero del hermano Guy. Al parecer no habia bastantes para los criados. Habria sido demasiado gasto; al hermano Edwig le habria dado un sincope.

Contemple la portada de la iglesia. Alrededor de las grandes puertas de madera, de unas seis varas de altura, la piedra estaba profusamente labrada en forma de gargolas y monstruos, destinados a ahuyentar a los demonios. Tenian los rostros erosionados por los siglos, pero sus rasgos todavia eran nitidos. Como las grandes catedrales, la iglesia del monasterio era un magnifico simulacro del cielo, construido para impresionar a los laicos. Una oracion para sacar del purgatorio a un ser querido o una cura milagrosa ante una reliquia tendria cien veces mas peso en aquel escenario. Empuje la puerta y penetre en el cavernoso interior.

A mi alrededor, los grandes arcos de la boveda se alzaban casi treinta varas sobre relucientes columnas pintadas de negro y rojo. El suelo era de baldosas azules y amarillas. Un alto cancel de piedra ricamente decorado con pinturas de santos separaba el coro del resto de la nave. En su parte superior, se alzaban las estatuas de san Juan Bautista, la Virgen y Nuestro Senor, iluminadas con velas. Al fondo de la nave habia un gran ventanal orientado al este, con una vidriera de dibujos geometricos amarillos y naranja, que inundaba la iglesia de una luz tenue, sedante y sobrenatural que suavizaba el caleidoscopio de colores. Los constructores sabian como crear ambiente, de eso no cabia duda.

Avance lentamente por la nave. En los muros, las estatuas de santos alternaban con pequenos relicarios en cuyo interior se veian extranos objetos sobre pequenos cojines de saten. Un criado iba de uno a otro sustituyendo cansinamente las velas consumidas. Me detuve y eche un vistazo a las capillas laterales, que tenian sus propias imagenes y un pequeno altar iluminado con velas. Me dije que aquellas capillas, con sus altares protegidos por barandillas, sus estatuas y sus reclinatorios, eran buenos sitios para esconder cosas.

En algunas habia monjes cantando misas privadas. Aterrorizado por las penas del purgatorio, mas de un rico de la comarca debia de haber privado a su mujer y a sus hijos de buena parte de sus bienes para dejarselos a los monjes a cambio de que dijeran misas por su alma hasta el Dia del Juicio. Me pregunte cuantos dias de remision del purgatorio se conseguirian alli con una misa; a veces se prometian cien y otras, mil. En cambio, quienes carecian de medios debian expiar sus pecados durante todo el tiempo que Dios hubiera dispuesto. Un purgatorio de chalanes, lo llamabamos los reformistas. El canto en latin empezaba a irritarme.

Al llegar al cancel, me detuve y alce la vista. Convertido en vaho, pues en la iglesia hacia tanto frio como fuera, mi aliento se disipaba en el aire tenido de amarillo. Dos escalerillas laterales daban acceso a la parte superior del cancel. A esa altura, habia una estrecha galeria protegida por una barandilla que se extendia a lo largo de la iglesia. Sobre ella, los muros se curvaban gradualmente hacia la enorme boveda del techo. A la izquierda, vi una enorme grieta en medio de una mancha de humedad que bajaba desde el techo hasta cerca del suelo. Recorde que, en realidad, las iglesias y catedrales normandas no eran tan solidas como parecian; los muros podian tener seis varas de espesor, pero entre los caros sillares de piedra que constituian la pared interior y exterior solia haber un relleno de ripio.

A lo largo de la fisura, los sillares y el yeso que los unia estaban descoloridos. En el suelo habia un monton de cascotes. Sobre la galeria adverti una sucesion de hornacinas con estatuas dispuestas a intervalos regulares; todas ellas representaban a san Donato inclinado sobre un cadaver, la misma imagen que aparecia en el sello del monasterio.

La grieta afectaba a una de las hornacinas, cuya descolorida estatua yacia sobre el suelo de la galeria. Frente al arranque de la grieta habia una extraordinaria marana de poleas y cuerdas que, atadas al muro por detras de la galeria, pendian sobre el vacio hasta desaparecer en la oscuridad del campanario, donde debian de estar atadas por el otro extremo.

De las cuerdas colgaba un cesto de madera lo bastante amplio para dar cabida a dos hombres. Presumiblemente, el entramado de cuerdas y poleas permitia desplazarlo y habia servido tambien para retirar la estatua. Era un sistema ingenioso pero poco seguro; para hacer una reparacion en toda regla, habria que colocar andamios. El tesorero tenia razon al decir que una reparacion completa resultaria enormemente cara. No obstante, si no la realizaban, el agua y la escarcha seguirian haciendo su trabajo, y la grieta se abriria hasta amenazar toda la estructura. La cabeza me daba vueltas solo de imaginar que el grandioso edificio se me venia encima.

Aparte de los susurros de las capillas laterales, la iglesia estaba en silencio, pero al cabo de unos instantes oi un debil murmullo de voces y segui su rastro hasta una pequena puerta entreabierta.

– Tengo derecho a interesarme por el -afirmo una voz profunda, que reconoci como la del hermano Gabriel.

– Si os pasais el dia merodeando por la enfermeria, la gente volvera a murmurar -replico el prior con aspereza.

Un instante despues, el hermano Mortimus salio con una expresion colerica en el rubicundo rostro y me miro sorprendido.

– Estaba buscando al sacristan para que me ensenara la iglesia.

– Encontrareis al hermano Gabriel ahi dentro, senor -dijo el prior indicando la puerta con un movimiento de la cabeza-. Con este frio, estara encantado de levantarse del escritorio. Buenos dias.

El prior inclino la cabeza rapidamente y se alejo haciendo resonar la nave con sus pisadas.

El sacristan estaba sentado a un escritorio cubierto de partituras musicales, en un pequeno despacho sin ventanas y atestado de libros. Una estatua de la Virgen con la nariz rota, apoyada contra una pared, daba a la gelida habitacion un aspecto deprimente. El hermano Gabriel estaba inclinado sobre la mesa y se habia echado una gruesa capa sobre el habito; una expresion preocupada cubria de arrugas su rostro, un rostro en cierto modo fuerte, alargado y huesudo, aunque los labios esbozaban una mueca amarga y bajo los ojos habia grandes bolsas. Al verme, se levanto y me dedico una sonrisa forzada.

– Doctor Shardlake… ?En que puedo ayudaros, comisionado?

– Confiaba en que pudierais ensenarme la iglesia, hermano sacristan, y el escenario de la profanacion.

– Si asi lo deseais, senor… -murmuro el sacristan sin entusiasmo, pero se puso en pie y me acompano fuera.

– Sois el encargado de la musica, asi como del cuidado de la iglesia, ?verdad, hermano?

– Si, y de la biblioteca. Tambien puedo ensenarosla si lo deseais.

– Gracias. Tengo entendido que el novicio Whelplay solia ayudaros con la musica…

– Antes de que lo mandaran a helarse en el establo -respondio el hermano Gabriel con amargura-. Tiene mucho

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