– Y tu trabajaste un tiempo con el.
– Si. Me enseno muchas cosas, pero cuando murio tuve que volver a casa.
– Para quedarte sin ella.
– Si, la cesion expiro con la muerte de mi madre. El propietario derribo la casa y cerco nuestra pequena parcela para criar ovejas.
– Lo siento. Esos cercados estan arruinando el campo. Es una de las cosas que preocupan a lord Cromwell.
La muchacha me miro con curiosidad.
– ?Lo conoceis? ?Conoceis a lord Cromwell?
Asenti.
– Si. Llevo mucho tiempo sirviendolo, de un modo u otro. -Alice me lanzo una larga y penetrante mirada; luego bajo los ojos y se quedo callada con las manos en el regazo; manos enrojecidas por el trabajo, pero aun asi finas-. ?Viniste aqui tras la muerte de tu madre? -le pregunte.
La joven alzo la cabeza.
– Si. El hermano Guy es un buen hombre, senor. Espero… espero que no os formeis una mala opinion de el debido a su extrano aspecto. Muchos lo hacen.
Negue con la cabeza.
– Un buen investigador debe fijarse en cosas menos superficiales. Aunque confieso que la primera vez que lo vi me lleve una sorpresa.
Inesperadamente, Alice se echo a reir, y sus blancos y regulares dientes asomaron entre sus labios.
– Lo mismo me paso a mi, senor. Crei que era un rostro tallado en madera que habia cobrado vida. Tarde semanas en conseguir verlo como a un hombre mas. Me ha ensenado muchas cosas.
– Tal vez algun dia puedas aprovechar esos conocimientos. Se que en Londres hay boticarias. Pero la mayoria son viudas, y tu sin duda te casaras.
Alice se encogio de hombros. -Mas adelante, quiza.
– Mark me dijo que tenias novio, pero que se mato en un accidente. Lo siento.
– Si -murmuro la joven. La mirada vigilante habia vuelto a sus ojos-. Parece que el senor Poer os ha contado muchas cosas sobre mi.
– Nosotros… En fin, necesitamos averiguar todo lo que podamos de las personas que viven aqui, como puedes comprender… -le explique con una sonrisa que esperaba fuese tranquilizadora.
Alice se levanto y se acerco a la ventana. Cuando se volvio hacia mi, su cuerpo tenso parecia haber tomado una decision.
– Senor, si os confiara una informacion, ?la mantendriais en secreto? Necesito este trabajo… -Si, Alice, te doy mi palabra.
– Los monjes de la contaduria han dicho que han traido todos los libros de cuentas que habiais pedido. - Excelente…
– Pero no los han traido todos, senor. No han traido el que tenia el comisionado Singleton el dia que lo asesinaron. -?Como lo sabes?
– Porque todos los libros que han traido son marrones, y el que estaba examinando el comisionado tenia las tapas azules. -?Si? ?Como sabes eso?
– ?Mantendreis en secreto que he sido yo quien os lo ha dicho? -insistio Alice tras unos instantes de vacilacion.
– Si, te lo prometo. Me gustaria que confiaras en mi, Alice. La joven respiro hondo.
– La tarde anterior a la muerte del senor Singleton estuve en la ciudad comprando provisiones. A la vuelta, vi al comisionado y al joven ayudante del tesorero en la puerta de la contaduria.
– ?El hermano Athelstan?
– Si. El comisionado Singleton tenia un gran libro azul en las manos y estaba gritando. Cuando pase, no se molesto en bajar la voz. -La chica esbozo una sonrisa ironica-. Despues de todo, no soy mas que una criada.
– ?Y que decia?
– Recuerdo sus palabras perfectamente: «?Creia que iba a escamotearmelo escondiendolo en su cajon?» El hermano Athelstan balbuceo algo como que no tenia derecho a registrar la habitacion del tesorero en su ausencia, a lo que el comisionado replico que tenia derecho a entrar en cualquier sitio y que aquel libro arrojaba nueva luz sobre las cuentas anuales.
– ?Que respondio a eso el hermano Athelstan?
– Nada, estaba muerto de miedo. El comisionado Singleton dijo que iba a estudiar el libro a fondo y a continuacion se alejo a grandes zancadas. Recuerdo su expresion de triunfo. El hermano Athelstan se quedo clavado en la puerta durante unos instantes. Entonces, me vio, me lanzo una mirada fulminante y luego entro, cerrando de un portazo.
– ?Y no supiste nada mas del asunto?
– No, senor. Ya estaba anocheciendo, y lo siguiente que supe fue que el comisionado habia muerto.
– Gracias, Alice -le dije-. Esto podria serme de gran ayuda. -Hice una pausa para observarla atentamente-. Por cierto, el senor Poer tambien me ha dicho que has tenido algunos problemas con el prior…
La colera volvio a brillar en su mirada.
– Cuando llegue, intento aprovecharse de mi situacion. Ahora ya no es un problema.
Asenti.
– Hablas claro, Alice, y eso me gusta. Por favor, si se te ocurre alguna otra cosa que pudiera ayudarme en mi investigacion, acude a mi. Si necesitas proteccion, yo te la dare. Intentare averiguar que ha ocurrido con ese libro, pero me cuidare de mencionar que me has hablado de el.
– Gracias, senor. Y ahora, con vuestro permiso, debo ayudar al hermano Guy.
– Es un trabajo desagradable para una joven.
La joven se encogio de hombros.
– Forma parte de mis obligaciones, y estoy acostumbrada a ver muertos. Mi madre solia amortajar a la gente que moria en la ciudad.
– Tienes mas estomago que yo, Alice.
– Si, la vida me ha endurecido -respondio la chica con repentina amargura.
– No queria decir eso -proteste alzando una mano. Al hacerlo, roce la taza con el brazo y estuve a punto de volcarla. Pero Alice, que habia vuelto junto a la mesa y estaba frente a mi, alargo la mano rapidamente, la agarro y volvio a dejarla en su sitio sin que se derramara su contenido-. Gracias. ?Eres rapida de reflejos!
– El hermano Guy siempre esta tirando cosas. Y ahora, senor, con vuestro permiso, debo dejaros.
– Por supuesto. Y gracias por contarme lo del libro -le dije sonriendo-. Se que un comisionado del rey puede resultar intimidante.
– No, senor. Vos sois diferente.
Alice me miro muy seria durante unos instantes; luego dio media vuelta y abandono la habitacion.
Apure la infusion, que iba calentandome el cuerpo poco a poco. La idea de que Alice parecia confiar en mi tambien me proporcionaba una dulce calidez en mi interior. De haberla conocido en otra situacion, y de no haber sido una criada…
Pense en sus ultimas palabras. ?Que habia querido decir con que yo era «diferente»? Supuse que lo que habia visto en Singleton la habia llevado a pensar que todos los comisionados eramos unos energumenos autoritarios; pero ?no habia algo mas en sus palabras? No podia imaginarme que se sintiera atraida hacia mi del mismo modo en que yo me sentia atraido hacia ella. Tambien comprendi que yo le habia revelado que Mark me contaba todo lo que ella le decia. Eso podia minar su confianza en el, una idea que, adverti alarmado, me producia placer. Frunci el semblante, pues la envidia es un pecado mortal, y me concentre en lo que Alice me habia dicho sobre el libro de contabilidad. Parecia una linea de investigacion prometedora.
Mark volvio al cabo de unos instantes. Cuando abrio la puerta, comprobe con alivio que el chiquichaque de la sierra habia cesado.
– He firmado un recibo por los libros de cuentas, senor. Dieciocho grandes tomos. Los monjes de la contaduria no paraban de refunfunar que esto les causara muchos trastornos.
– Al diablo con sus trastornos. ?Has cerrado la habitacion con llave?