cristianos nos distraen de el!
– El chico dijo que veia demonios revoloteando en el aire, tan numerosos como motas de polvo. ?Creeis que los veia realmente? -le pregunte.
– Vamos, senor comisionado, ni los mas ardientes reformistas discuten que el mundo esta lleno de agentes del Diablo. ?No cuentan que el mismo Lutero arrojo una biblia a un demonio en su propia habitacion?
– La mayoria de las veces, esas visiones son producto de la fiebre -repuse lanzando una mirada al hermano Guy, que asintio.
– Pero podrian ser demonios -intervino el abad-. La Iglesia lleva siglos enfrentandose a ese fenomeno. Deberiamos llevar a cabo una investigacion.
– ?No hay nada que investigar! -grito el prior fuera de si-. Simon Whelplay le abrio su alma al Diablo, un demonio lo poseyo y lo obligo a arrojarse a la piscina vacia, como ocurrio con los cerdos de Gadara, los cuales, segun nos cuenta la Biblia, se arrojaron por un acantilado. Ahora su alma esta en el infierno, a pesar de mis esfuerzos por salvarla.
– No creo que muriera a causa de la caida -dijo el hermano Guy.
Todos lo miramos sorprendidos.
– ?Como podeis saberlo? -le pregunto el prior con desden.
– Porque no se golpeo en la cabeza -respondio el enfermero sin alterarse.
– Entonces, ?como…?
– Todavia no lo se.
– Sea como fuere -dije con firmeza mirando al prior-, parece que habia llegado a un estado de extrema debilidad por exceso de disciplina.
El prior me lanzo una mirada desafiante.
– Senor comisionado, el vicario general desea que en los monasterios vuelva a reinar el orden. Y tiene razon; la laxitud ha puesto en peligro las almas. Si fracase con Simon Whelplay, fue porque no supe ser lo bastante severo, o tal vez su corazon estaba ya demasiado corrompido… Pero opino, con lord Cromwell, que solo una estricta disciplina conseguira la reforma de las ordenes. No me arrepiento de lo que hice.
– ?Que decis a eso, senor abad?
– Es posible que en este caso vuestra severidad os haya llevado demasiado lejos, Mortimus. Hermano Guy, vos, el prior y yo nos reuniremos para considerar este asunto mas detenidamente. Un comite de investigacion. Si, un comite -repitio el abad, como si esa palabra lo tranquilizara.
El hermano Guy solto un profundo suspiro.
– Antes deberia examinar sus pobres restos.
– Si, hacedlo -respondio el abad volviendose hacia mi con la confianza recuperada-. Doctor Shardlake, debo deciros que ha venido a verme el hermano Gabriel. Recuerda haber visto luces en la marisma en los dias anteriores al asesinato del comisionado Singleton. En mi opinion, el asesinato podria ser obra de contrabandistas locales. Son hombres impios: quien viola la ley solo esta a un paso de violar los mandamientos de Dios.
– Si, he salido a echar un vistazo a la marisma. Lo discutire manana con el juez; es una de las lineas de la investigacion.
– Yo creo que es la respuesta. -Ante mi silencio, el abad anadio-: Por el momento, puede que lo mejor sea decir a la comunidad que Simon ha muerto a consecuencia de la enfermedad. Si estais de acuerdo, comisionado.
Lo pense durante unos instantes. No deseaba que cundiera el panico.
– Muy bien.
– Tendre que escribir a sus padres. Les dire lo mismo…
– Si, es mejor que decirles que el prior esta seguro de que su hijo esta ardiendo en el infierno -respondi, subitamente irritado con ambos.
El prior abrio la boca para replicar, pero el abad se le adelanto.
– Vamos, Mortimus, tenemos que marcharnos. Hay que ordenar que caven otra tumba.
El abad se inclino ante mi y salio, seguido por el prior, que me lanzo una ultima mirada de desafio.
– Hermano Guy-dijo Mark-, ?cual creeis que fue la causa de la muerte de Simon?
– Tendre que abrirlo para averiguarlo. -El enfermero movio la cabeza-. No es algo facil de hacer con alguien a quien conocias. Pero hay que hacerlo ahora, cuando la muerte es reciente. -Inclino la cabeza, cerro los ojos y rezo durante unos instantes; luego, respiro hondo y murmuro-: Os ruego me excuseis.
Asenti, y el enfermero se alejo lentamente hacia su gabinete. Mark y yo seguimos sentados en silencio durante unos instantes. El color empezaba a volver a las mejillas de mi ayudante, al que nunca habia visto tan palido. Por mi parte, aun estaba conmocionado, aunque al menos habia dejado de temblar.
En ese momento, aparecio Alice, que traia una taza humeante.
– Os he preparado la infusion, senor.
– Gracias.
– Los dos monjes de la contaduria os esperan en la sala con un monton de libros.
– ?Que? ?Ah, si! Mark, ?puedes encargarte de que los lleven a nuestra habitacion?
– Si, senor.
Al abrirse la puerta, oi el ruido de una sierra procedente del gabinete. Cuando Mark volvio a cerrar, cerre los ojos con alivio y le di un sorbo al brebaje que habia traido Alice. Tenia un sabor fuerte y un aroma almizclado.
– Es bueno para las emociones fuertes, senor. Asienta los humores.
– Es reconfortante. Gracias.
La joven me miraba, con las manos a la espalda.
– Senor, me gustaria disculparme por lo que he dicho antes. He hablado de mas.
– No tiene importancia. Todos estabamos alterados.
– Os habra extranado que haya dicho que no temo a los demonios, despues de lo que hemos visto -dijo Alice tras una vacilacion.
– No. Algunos ven la mano del Diablo en cualquier accion mala que no comprenden. Tambien ha sido esa mi primera impresion; pero creo que el hermano Guy tiene otra explicacion en su mente. Esta… examinando el cadaver. -La chica se santiguo-. Sin embargo, no debemos cerrar los ojos a las obras de Satanas en el mundo - anadi.
– En mi opinion… -empezo a decir Alice.
– Adelante. Conmigo puedes hablar con total libertad. Sientate, por favor.
– Gracias. -La muchacha se sento y me clavo sus inteligentes ojos azules, que estaban extraordinariamente alerta. Adverti que tenia la piel blanca y tersa-. En mi opinion, el Diablo actua en el mundo alentando la maldad de los hombres, su codicia, su crueldad y su ambicion, mas que poseyendolos y volviendolos locos.
Asenti.
– Yo opino lo mismo, Alice. En los tribunales, he tenido muchas oportunidades de ver en accion las pasiones que has mencionado. Y no solo entre los acusados. Y las personas que las poseian estaban tan cuerdas como tu y como yo.
De pronto, el rostro de lord Cromwell aparecio en mi mente con estremecedora nitidez. Parpadee.
– Esas maldades estan en todas partes -dijo Alice asintiendo con tristeza-. El deseo de riqueza y poder convierte a veces a los hombres en leones hambrientos que buscan algo para devorar.
– Bien expresado. Pero ?donde puede haber visto tanta maldad una muchacha tan joven? -le pregunte con suavidad-. ?Aqui, quiza?
– Observo el mundo, reflexiono sobre las cosas… -respondio Alice, y se encogio de hombros-. Mas de lo adecuado para una mujer, seguramente.
– No, no. Dios doto de razon tanto al hombre como a la mujer.
– Aqui no encontrareis a muchos que opinen lo mismo -repuso la joven con una sonrisa ironica.
Le di otro sorbo a la infusion, que poco a poco iba calentandome el cuerpo y relajando mis cansados musculos.
– Esto esta muy bueno. El senor Poer dice que eres una habil curandera.
– Gracias. Como le dije a el, mi madre lo era. -Por unos instantes, su rostro se ensombrecio-. En la ciudad, hay gente que relaciona ese trabajo con la brujeria, pero ella simplemente atesoraba los conocimientos que habia recibido de su madre, que a su vez los habia recibido de la suya. El boticario le pedia consejo a menudo.