momento, ha empezado a imitarme, a remedar mis andares y… ciertos gestos que hago a veces en los tribunales. Me ha parecido algo d-demoniaco.
Me maldije para mis adentros; estaba empezando a tartamudear como el tesorero.
El hermano Guy me miro fija y prolongadamente.
– Creo que tengo una explicacion para eso…, aunque espero estar equivocado.
– No os entiendo. Hablad claro -me oi decir en tono malhumorado.
– Primero quiero asegurarme… -replico el monje-. Ahora, comisionado, deberia informar al abad.
– Muy bien -respondi, apoyandome sobre el borde de la mesa, pues las piernas me temblaban descontroladamente-. Os esperaremos en la cocina.
Mark y yo seguimos a Alice a la pequena habitacion en la que habiamos desayunado.
– ?Os encontrais bien, senor? -me pregunto Mark con preocupacion-. Estais temblando.
– Si, si. No es nada.
– Tengo una infusion de hierbas que ayuda a asentar el cuerpo cuando se ha sufrido una fuerte impresion -dijo Alice-. Valeriana y aconito. Si lo deseais, puedo calentaros un poco.
– Gracias. -La joven seguia tranquila, pero tenia las mejillas tan encendidas como si la hubieran abofeteado-. Tu tambien estas impresionada, ?verdad? -le pregunte con una sonrisa forzada-. Es comprensible… ?Pobre muchacho! Parecia como si llevara dentro un demonio…
Para mi sorpresa, el rostro de Alice adopto una expresion furiosa.
– A mi no me asustan los demonios, senor, sino los monstruos humanos que atormentaron al pobre Simon. Su vida estaba ya destrozada, y eso deberia hacernos llorar durante toda la eternidad. -Alice comprendio que habia ido demasiado lejos y se callo-. Traere la infusion -murmuro, y salio precipitadamente.
– Es muy franca -dije arqueando las cejas.
– Lleva una vida dura.
– Como muchos en este valle de lagrimas -murmure, acariciandome el anillo de luto y observando a Mark. «Se ha enamorado», me dije.
– He hablado con ella, como me pedisteis.
– Cuentame -respondi al instante, pues necesitaba alejar de mi mente el recuerdo de lo que habia ocurrido.
– Lleva dieciocho meses aqui. Es de Scarnsea. Su padre murio joven y su madre, que era curandera, tuvo que criarla sola.
– Por eso sabe tanto de hierbas…
– Iba a casarse, pero su novio se cayo de un arbol que estaba talando y se mato. Como en la ciudad hay poco trabajo, se fue a Esher, y alli encontro un puesto como ayudante del boticario, un hombre que conocia a su madre.
– Asi que ha viajado… Ya decia yo que no era ninguna pueblerina.
– Conoce bien la zona. Le he preguntado por la marisma. Dice que es posible llegar por ella, pero que no es facil encontrar caminos. Le he preguntado si nos ensenaria el terreno y ha dicho que tal vez.
– Eso podria sernos util. -Le conte lo que me habia explicado el hermano Gabriel sobre los contrabandistas, mi excursion fuera de la muralla, mi pequeno accidente, y le ensene la pierna cubierta de barro-. ?Por los clavos de Cristo, que dia de sobresaltos!
La mano que tenia apoyada en la mesa no paraba de temblar, por mas que me esforzaba en dominarla. En cuanto a Mark, aun estaba palido. Se produjo un silencio, que de pronto necesite llenar a toda costa.
– Parece que habeis mantenido una larga charla. ?Como acabo Alice aqui?
– El boticario murio; era un hombre mayor. Alice volvio a Scarnsea, pero, poco despues, su madre fallecio tambien. La casita en la que vivian estaba en una finca cedida en enfiteusis, y el propietario la reclamo. Alice se quedo sola. No sabia que hacer, hasta que alguien le dijo que el enfermero de San Donato necesitaba un ayudante seglar. En Scarnsea, donde lo llaman el «duende negro», nadie queria trabajar con el. Pero Alice no tenia eleccion.
– Tengo la impresion de que no aprecia demasiado a nuestros santos hermanos.
– Dice que algunos de ellos son hombres lujuriosos, que siempre estan arrimandose a ella e intentando toquetearla. Es la unica mujer joven del monasterio. Al parecer, hasta con el prior ha tenido problemas.
– ?A fe que ha sido franca contigo! -exclame asombrado.
– Esta fuera de si, senor. El prior empezo a molestarla desde que llego.
– Si, ya me he dado cuenta de que no lo aprecia. ?Que verguenza! Ese hombre es un hipocrita. Castiga a los demas por sus pecados mientras el se dedica a perseguir a las criadas… ?Lo sabe el abad?
– Alice se lo dijo al hermano Guy, que le paro los pies al prior. El abad rara vez interviene; apoya el regimen disciplinario del prior y le deja las manos libres en casi todo lo demas. Al parecer, todos los monjes le tienen miedo, y los que cometieron sodomia en el pasado estan demasiado aterrorizados para reincidir.
– Y ya hemos visto los resultados de esa disciplina.
Mark se paso una mano por la frente.
– Si, por desgracia -murmuro con expresion sombria.
– Contarle todo eso al ayudante del comisionado no es muy leal de su parte -dije tras unos instantes de reflexion-. ?Acaso la senorita Alice es partidaria de la Reforma?
– No lo creo. Pero no se considera obligada a guardar los secretos de unos hombres que la han estado importunando. Tiene mucho caracter, senor, pero es justa. No es una desagradecida. Para el hermano Guy no tiene mas que palabras de alabanza. Le ha ensenado muchas cosas y la ha protegido de los que la molestaban. Y siente mucho afecto por los pobres viejos a los que cuida.
Lo mire pensativo.
– No te encarines demasiado con la muchacha -le adverti con suavidad-. Lord Cromwell quiere la cesion de este monasterio, y puede que al final tengamos que dejarla en la calle.
– Eso seria cruel -dijo Mark frunciendo el entrecejo-. Y no es una muchacha; tiene veintidos anos, es una mujer. ?No podriamos hacer nada por ella?
– Podria intentarlo. -Reflexione durante unos instantes-. El enfermero la protege. Me pregunto si, llegado el caso, ella no lo protegeria tambien a el.
– ?Creeis que el hermano Guy podria tener algo que ocultar?
– No lo se -dije levantandome y acercandome a la ventana-. Me da vueltas la cabeza.
– Habeis dicho que el novicio parecia estar imitandoos… -me recordo Mark con voz vacilante.
– ?No te lo ha parecido a ti?
– No veo como podia saber el…
Trague saliva.
– … ?como muevo los brazos cuando estoy en el tribunal? No, yo tampoco.
Me quede mirando por la ventana, mordiendome la una del pulgar. De pronto vi aparecer al hermano Guy, que avanzaba a grandes zancadas hacia la enfermeria con el abad y el prior. Los tres habitos negros pasaron rapidamente ante la ventana levantando pequenas nubes de nieve. Al cabo de unos instantes, oimos unas voces que procedian del cuarto en el que se encontraba el cadaver y, poco despues, ruidos de pasos que se acercaban. Cuando los tres monjes entraron en la cocina, los observe detenidamente uno a uno. Las oscuras facciones del hermano Guy carecian de expresion. El rostro del prior estaba rojo, lleno de ira, pero tambien dejaba traslucir miedo. El corpulento abad parecia haber encogido; por algun motivo, se me antojo mas pequeno y viejo.
– Comisionado… Siento que hayais tenido que presenciar una escena tan terrible -murmuro.
Respire hondo. Me habria gustado poder acurrucarme en cualquier rincon, en lugar de tener que ejercer mi autoridad sobre aquellos desventurados, pero no podia elegir.
– Si -respondi-. Vengo a la enfermeria en busca de paz y tranquilidad para llevar a cabo mi investigacion, y me encuentro con un novicio muerto de hambre y de frio que primero coge una fiebre que casi acaba con el y luego se vuelve loco y se desnuca.
– ?Estaba poseido! -farfullo el prior con una violencia de la que habia desaparecido todo el sarcasmo-. Dejo que su mente se corrompiera de tal modo que el Diablo se apodero de ella en su momento de mayor debilidad. Lo escuche en confesion y le impuse una penitencia para mortificarlo, pero era demasiado tarde. Ved el poder del Diablo. -El hermano Mortimus apreto los labios y me miro fijamente-. ?Esta en todas partes, y las discusiones entre